Capítulo 1.

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Esto era increíble. El verano estaba aquí, al fin, y Juliana iba a disfrutarlo al máximo. Sacó la bolsa del maletero y sonrió al percatarse de la mata de rizos de su hermano pequeño, Elías, que trataba de rodearla para llegar a sus propias cosas. Cedió un poco. Dejando que deslizase su delgado brazo por delante de ella para agarrar sus pertenencias. Justo cuando estaba a punto de hacerlo, Juliana lo agarró del brazo y lo detuvo. Hicieron contacto visual y sonrieron, la excitación brillando en sus idénticos ojos cafés.

—¡Ahora! —gritó Juliana, liberando su agarre sobre su hermano y ambos corrieron hacia la puerta, pateando la arena con los pies. Juliana rio con deleite cuando Elías casi chocó con su madre, quien salió de repente por la puerta mosquitera, hablando por encima del hombro con su padre sobre la necesidad de ir a la tienda.

Elías le gritó que se apartara de su camino, pero Juliana sabía que la victoria ya era suya. Saltó sobre el sofá de la sala de estar y se deslizó por la puerta de la única habitación de abajo. Se dejó caer sobre la cama, reclamándola como suya, y sonrió triunfalmente cuando su hermano pequeño apareció en la puerta, haciendo un gracioso puchero.

—Nunca consigo la habitación privada —se quejó, pero ambos sabían muy bien que no era cierto. Su hermano de trece años tenía una habilidad muy buena, una que utilizaba para su provecho tan a menudo como podía salirse con la suya.

Podía lograr cualquier cosa de su hermana mayor, Penélope, simplemente poniéndole sus grandes ojos de cachorro y haciendo un puchero. La enorme idiota se desmoronó cada vez que Elías había usado esa habilidad para quedarse con la habitación privada más de una vez después de perder la carrera para reclamar habitaciones.

Dichos ojos de cachorro estaban en este momento dirigidos a Juliana, quien simplemente sonrió. No iban a funcionar con ella, era inmune a sus poderes, y con Penélope de viaje con sus amigas, no había nadie a quien él pudiera cautivar con esas cosas.

Eso significaba que Juliana no iba a tener que sufrir charlas eternas y retoques de maquillaje de su hermana mayor para darle lo que deseaba cuando ella sacara su arma no tan secreta. Oh si, este verano iba a ser impresionante. Pero se prometió que se la dejaría a Elías de vez en cuando; el pobre chico debía tener un poco de diversión también, era lo justo.

—Lo siento, pequeño. Supongo estás atrapado arriba con papá y mamá este año —dijo con fingida simpatía —esta nena es toda mía.

Elías refunfuñó, pero se colgó su bolso al hombro y caminó hacia las escaleras que llevaban hasta el único otro piso de la casa de verano junto a la playa. Juliana sonrió, dejando escapar un suspiro de felicidad mientras inspeccionaba su premio.

La habitación privada, como era apodada con tanto cariño, era justo eso, privada. Tenía su propio baño en suite y una entrada privada con un porche que llevaba al pequeño jardín de la casa; un jardín que daba a una gran maraña de árboles que separaban la casa de la carretera principal a la ciudad.

Los padres de Juliana eran los dueños de la casa y este era el lugar de vacaciones de la familia. Juliana acababa de cumplir dieciséis años hacía un par de meses, y cada verano lo había pasado allí. Uno pensaría que estaría harta de eso, pero no; se trataba de un trozo de libertad, un escape de toda la basura y falsedad que proseguía en la escuela.

Todas las chicas pensaban que el maquillaje, la ropa y fiestas eran la razón y finalidad de todo, riéndose en sus pequeños grupos, mientras se comían con los ojos a los chicos y susurraban sobre ellos. Luego estaban dichos chicos, que pasaban todo su tiempo tratando de conseguir a esas chicas, desesperados por deshacerse de su asfixiante virginidad. Juliana estaba muy harta de todo eso.

Así que si, estaba feliz de alejarse durante tres meses para las vacaciones de verano, no había nada en casa que extrañara.

No tardó mucho rato en desempacar, su madre siempre insistía en que lo hicieran de inmediato, diciendo que de esa manera tendrían más tiempo para pasarlo bien. Juliana no podía encontrar ningún fallo en su teoría, así que lo hizo, sin discutir. Una vez que todo estuvo colocado donde le gustaba, salió a los oscuros escalones del porche y aspiró una profunda bocanada de aire salado. Dios, había echado de menos este sitio.

Deadline On LoveWhere stories live. Discover now