Capítulo 17.

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—¿Dónde estamos? —preguntó Juliana en voz baja mientras trepaba por la ventana que Valentina mantenía abierta para ella. Valentina la cerró en silencio, deslizándola hacía abajo hasta que los sonidos de la lluvia fueron un repiqueteo distante.

—Um. En mi casa. Este es mi cuarto —dijo la rubia, una pizca de timidez y vergüenza en su tono. —Está bien, no hay nadie.

—¿Esta es tu casa? ¿En serio?

Juliana miró a su alrededor. El lugar estaba prácticamente impecable. No había posters en las paredes, ni ropa en el suelo. La cama —a pesar de que era sólo una sábana raída sobre un delgado colchón en un armazón desvencijado de madera— estaba perfectamente hecha.

—Sí, bueno, no puedo exactamente llevarte a la playa con este tiempo y en realidad no tengo ninguna otra opción.

—Nunca pensé que vería este lugar, eso es todo —dijo Juliana con honestidad, volviéndose hacia Valentina.

—No es mucho, —dijo Valentina con un encogimiento de hombros —desearía que no fuera mi casa. —Intentó sonar indolente, pero había evidentemente mucho dolor detrás de sus palabras.

Juliana buscó un cambio de tema, pero ¿de qué podía realmente hablar? ¿Su padrastro? No quería entrometerse; Valentina le diría si quería que lo supiera. ¿Lexa? No quería hablar de eso, acababa de alejarse de ese tema y no estaba buscando visitarlo de nuevo tan pronto. Así que, en realidad, esto era lo que quedaba.

Valentina levantó el colchón, sacó un bulto de ropa y se la entregó. —Toma, ponte estos antes de que te congeles.

Cogió la ropa y se dio cuenta que eran las mismas cosas que le había dado a Valentina el día de la tormenta. Estaban limpias y bien dobladas.

—Gracias —dijo Juliana en voz baja, comenzando a cambiarse. No sabía si debía sentirse retraída sobre cambiarse frente a Valentina o no. Si supiera donde se encontraban las cosas serían un poco más fáciles.

Sin embargo, Valentina no estaba mirándole. Abrió un pequeño cajón medio vacío y recogió algo de ropa para sí misma. —Te traeré una toalla —dijo en voz baja y se deslizó por la puerta.

Juliana se asomó tras ella, y se sorprendió al darse cuenta de que por lo que podía ver el resto de la casa estaba completamente y hermosamente amueblada. Podía distinguir un salón lleno de muebles lujosos, alfombras mullidas y oscuras mesas talladas. Había hermosos adornos y una cara televisión enorme.

Todo el conjunto era una completa contradicción con la habitación de Valentina, y apretó los dientes con rabia. ¿Por qué Valentina vivía así cuando era obvio que no tenía por qué? No eran pobres. No parecían ser tan ricos como su familia, pero la madre de Valentina no podía estar tan escasa de dinero como Juliana había pensado.

Valentina apareció en el umbral, una toalla grande, suave y esponjosa en la mano. Se la entregó y cerró la puerta, con la cabeza cayendo hacia abajo cuando se dio cuenta de donde se encontraba su atención.

—Val-

—Sécate antes de cambiarte, no quiero que tomes un resfriado —le interrumpió Valentina.

—Pero-

—Pero nada, Juliana, ¿de acuerdo? —Valentina comenzó a tirar de su ropa; sin molestarse en secarse como le había dicho a Juliana que hiciera antes de ponerse bruscamente la ropa seca.

Juliana cerró la boca, de repente dándose cuenta de que realmente no conocía mucho sobre Valentina. Conocía a Valentina como persona; sabía que tenía un buen corazón y una personalidad cariñosa cuando no estaba siendo amenazante. Pero no sabía nada sobre su vida cotidiana, sobre por lo que pasaba.

Deadline On LoveWhere stories live. Discover now