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Cuando acabé de leer, entre sollozos y lágrimas que me impedían visualizar bien el papel, sin decir nada a nadie y sin que nadie se moviera mientras veían mis movimientos me acerqué a tu cuerpo.

Doblé la carta algo empapada y la dejé encima de ti, abrí mi bolso negro y empecé a rebuscar las cosas e ir sacándolas.

―Esta carta, para que la lleves siempre contigo, para que no olvides que te quiero; este tulipán verde seco porque me dijiste que te recordaban a mí y que por mi culpa eran tus favoritas también, espero hables de ello con mi madre...; una foto nuestra, es de aquel día que nevó en muchos años y salimos los dos con los gorros y las bufandas, salgo sonriendo porque me hizo muy feliz ese momento contigo y sabes que no sonrío con cualquiera; y por último, unos guantes, muchos de esta sala me han visto con ellos alrededor de un año y medio, me dijiste que cuando estuviera preparada lo mostrara al mundo, creo que no lo estoy pero ¿qué más da ahora mismo? ―dejé todo encima suyo con sumo cuidado.

Me subí las mangas del vestido, viéndose las cicatrices rosadas, las menos rosadas y los tatuajes que tenía en cada brazo.

―Me dijiste que era de valientes y no de cobardes, que debía mostrarme al mundo, que no debía esconder lo maravillosa que soy y que, si tú podías verlo yo también, dudo mucho verme como alguien maravillosa, pero confiaré ciegamente en ti como he hecho siempre e intentaré verme con tus ojos ―dije llorando y bajándome las mangas.

Algunos me miraron los brazos sorprendidos, otros no tanto, pero me daba igual, todo era por mi mejor amigo y por la persona que me enseñó que vivir era un regalo de la vida, aunque me cueste verlo.

Ahí parada al lado de su cuerpo, empecé a derrumbarme poco a poco, lo veía y pensaba, no esto no es real, no puedes ser tú el que esté ahí.

Noté la rapidez de Hunter en agarrarme del brazo para salir de ahí e irnos andando al cementerio, abrí el paraguas y ahí me di cuenta que jamás usaba paraguas, me gustaba sentir la lluvia fría pero hoy no era uno de esos días en los que quisiera hacerlo.

Fuimos andando tranquilamente hasta el cementerio, llegando al sitio donde sería enterrado, una lápida en el suelo donde ponía: "Levi Peethon, 5 de junio de 2002 – 3 de noviembre de 2022.

Antes de que enterraran el ataúd habló Cintia.

―Mi hijo antes de morir le dio el mensaje a Olivia de que, en vez de hacer un minuto de silencio, pusiéramos una de las canciones que cantaba con ella, una muy especial para él ―dijo secándose las lágrimas―. Es lo que haremos.

Conecté el altavoz diminuto que traía en el bolso y puse el bluetooth de mi móvil, buscando la canción.

―Esta canción salió en 2015, cuando teníamos apenas catorce años y nos hizo gracia, os parecerá muy cursi, pero era nuestra canción... ―entonces puse la canción.

La canción era Seamless de Sabrina Carpenter y duraba 03:06 minutos, cada vez que la escuchaba me rememoraba al 2015, cuando la descubrimos navegando por internet, nos resultó bonita y una cursilada que no pegaba con nosotros y por ello se convirtió en nuestra canción, un sinsentido como lo eran nuestras vidas

Esos minutos de silencio sirvieron para que en mi cabeza se reprodujera una serie de recuerdos y momentos, sé que Hunter me cogía del brazo, pero eso no hacía que doliera menos, estaba enterrando a mi mejor amigo.

La vida es muy efímera y puede estar a la vuelta de la esquina, sobre todo en la ciudad en la que vivíamos, no éramos del todo conscientes, haciéndonos los invencibles y los inmortales, hasta que sucede algo así y te replanteas si merece la pena seguir así, si merece la pena seguir empuñando un arma, si merece la pena vivir un sitio donde todo es caos y destrucción.

EL DIABLO TAMBIÉN VISTE DE SEDA || Bilogía DiabloWhere stories live. Discover now