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En todo el día no dejó de llover, ya era tarde y mi cuerpo tenía escalofríos debido a la temperatura, las noticias anunciaban que la temperatura descenderá más de lo normal alertando a todo el pueblo poco preparado.
La lluvia caía en la ventana y el techo haciendo molesto el sonido, chasque mi lengua y me recosté en la mesa cansado de tanto esperar. ¿Acaso no se podía encoger e irnos a casa?, un bostezo salió de mi mostrando mi cansancio y las ganas que tenía de dormir en mi cama y estar caliente y no en esta pocilga con goteras.
A la cafetería llegaron voces y ruidos de pasos pero no me levanté pues no sabía si las horas de clase de Lyra habían acabado ya o faltaban cuarenta minutos más. Pero su voz en mi cabeza me dijo que sí. Con todas la pereza me levanté llegando a su lado y bufando al verla hablando con Wanda.
—Sería lindo intercambiar números y así terminaríamos más rápido el trabajo.—Lyra asintió desinteresada.—¿Puedes?.
Levantó una ceja acompañada de una mueca que se que no era de desconocimiento.
—Lyra cambio de número hace poco, ella te lo dará después.—Wanda me miró comprendiendo la situación. —Vamonos.
Ambos dejamos a Wanda en su lugar y emprendimos camino a casa sin siquiera darnos una mirada, conversábamos pero no con nuestras voces, Lyra estaba en mi cabeza.
Lo único para que utilizábamos la garganta era para reír, bueno yo lo hacía, ella solo sacaba risas secas y cortas y yo me ahogaba con mi saliva hasta el punto de llegar a toser y llamar la atención de las viejas y viejos del lugar quienes me regalaban miradas de odio y extrañeza por por fin ponerle un poco de ruido al lugar. Nuestra charla iba desde el pan tieso que nos dieron en el almuerzo hasta el porque se le quemo la ropa interior a la profesora, la última información venia de Lyra por cierto, yo no tenía nada que ver ahí.
La lluvia dejo de importar en ese momento.
La puerta de mi casa fue abierta dejando que Lyra entrara de primera, la sala y recibidor estaban como antes y como siempre. Subí las escaleras entrando a mi habitación dejando la mochila en donde sea, necesito una ducha urgente.
Lyra estaba sobre mi cama mirando a algún lado desconocido de mi habitación, su cara estaba seria y derrepente sentí ira y desespero.
—Yo también quiero.—Mi ceño se frunció al escucharla.
—¿Tomas duchas?.—Se levantó de mi cama acercándose a mí sin parpadear. Lo de siempre.
—Puedo tomarlas si quiero.—Se encogió de hombros tirando de su ropa dejándola donde sea causando que yo apartarse mi mirada.—Quiero tomar una ducha.
—Esta bien unm... ve tu primero yo puedo esperar.—Fui a mis cajones y saque unas prendas para ponerme luego, cuando creí que se había ido me volteé encarandola sin querer.—¡Lyra!.
