—¿Cómo sabe mi nombre? — es lo primero preguntó con a la defensiva.

Él ni se inmuta eso me pone más alerta.

—¿No te acuerdas de mí? — veo que se encuentra agachado.

No le han enseñado que una pregunta no se contesta con otra, le alegaría, pero ahora no tengo muchas cosas que pensar como para ponerme a pelear por bobadas.

—No recuerdo haberlo visto antes, además si lo conociera no estuviera preguntando ¿no piensa?, ahora ¿Quién es y porque sabe como me llamo?— eleva la comisura de su boca un poco y se pone la mano detrás del cuello.

—Soy el chico que te ayudó en el semáforo, fui quien te llevo al hospital — contesta — tienes un carácter fuerte — dice y se echa a reír.

Y cuando lo hace parece un ángel.

Me ruborizo de la pena que me dio por ser tan altanera. Pero que iba a saber que era él, sí solo tenía mente para quejarme de ese maldito dolor, además nunca le vi la cara.

—Ah fuiste tú, no lo sabía gracias por eso— le agradezco — ¿cómo sabes mi nombre?, que yo recuerde, nunca te dirigí la palabra.

Que ibas a hacerlo Alison, si estabas que te retorcías mientras te quejabas, cada cosa que pienso me lleva de nuevo a eso que no quiero recordar.

Él vuelve a reír negando con la cabeza, se ve también, mierda que estoy diciendo, es un desconocido y yo pensando esas cosas.

—Porque tenía que llamar alguna persona para avisarle de tu estado —pongo cara de susto  —no le alarmes, soy enfermero y estoy de paso en este hospital hasta que me asignan otro, así que dije a la enfermera que te estaba revisando que yo me hacía cargo de llamar a tu casa y mientras buscaba algo en tu bolsa que te identificara había un credencial con tu cara y decía Alison Méndez —. Termina de hablar.

Se para y me extiende la mano, para ayudarme a parar, ni me había percatado que seguía en el piso y él se había agachado para hablarme.

Ya que me acuerdo, hablo algo con la enfermera, como si supiera cuando estaba acostada en la camilla, ya entiendo el porqué.

Lo reparó bien y veo que usa un uniforme blanco que claramente es de enfermería, o bueno veo el pantalón porque tiene un saco puesto, esta tan abstracta en lo que me está pasando que no me percate de ello.

—Ahora todo tiene más sentido, muchas gracias nuevamente.

—No hay de que, es mi profesión, lo hago con gusto — dice mientras se levanta  — ahora creo que el suelo no es muy cómodo —ríe.

No debería hacerlo porque voy a terminar obsesionándome con ella y lo más probable es que no lo vuelva haber. 

Sigue con la mano extendida y dudo por un momento si tomarla o no, pero al final se la aceptó, apenas siento el calor de su mano con la mía, esa misma chispa que me dio cuando lo mire a los ojos llego, pero esta vez con más intensidad.

Que me pasa de muchos chicos que he conocido y han tratado de invitarme a salir en el colegio, siempre me negué por miedo de que no les gustara y ahora llega un extraño solo con una sonrisa y dándome una mano y pone hace que mi cabeza se vuelva un corto circuito.

No alargó más el momento raro y me levantó soltando su mano con un frío extraño que llegaba al instante.

—Gracias de nuevo por todo, hasta luego —me despido con la mano, no quiero alargar más el encuentro cuando necesito estar sola no con nadie más, pero me estoy dando la vuelta para ir me habla.

Maldigo para mis adentros porque tampoco es que le vaya a hacer algún desplante sabiendo que me ayudó.

—Pero ¿te encuentras?, ¿qué pasó?, te vi llorando, ¿qué te dijo mi tío Ernesto? — pregunta acercándose un poco a mí.

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