Sentimientos encontrados [Prefacio]

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Arthit consigue escabullirse al aseo y toma el pequeño dispositivo móvil. Tiene un mensaje nuevo de un supuesto primo:

"Estaremos de juerga en el pub de siempre, tenemos reserva hasta las doce. No olvides traer la pasta. Hoy invitas tú".

―Mierda... ―murmura mientras escribe un simple "ok". Se supone que el encuentro sería en dos días. ¿Por qué siempre tienen que complicarle la vida? Todavía no ha conseguido parte de la información y además tendrá que dar un rodeo para recoger el USB. Llevarlo encima es demasiado arriesgado.

Arthit es joven, con rasgos suaves y mirada despierta. Tiene el pelo castaño, corto con flequillo y algo despeinado. Viste camisa blanca y pantalón oscuro, vestuario típico de oficinista que no pega con su cuerpo atlético. Se supone que está trabajando como informático en el grupo Atlas pero, en realidad, es un hacker con experiencia y está robando información para la policía.

Todavía tiene el dispositivo en la mano cuando escucha la puerta abrirse. Lo hace desaparecer en el bolsillo con la eficiencia de un espía mientras se da la vuelta para fingir que ya se iba. Se detiene al ver al recién llegado.

Goya está frente a él, mirándole con esa intensidad que resulta tan atrayente. Viste traje oscuro y camisa clara de cuello en uve. Tiene el pelo negro, recogido en un pequeño moño alto que favorece sus ojos ligeramente rasgados y unos labios finos. Es algo mayor que él y ligeramente más corpulento.

Eres realmente escurridizo saluda.

No sabía que estuviéramos jugando al escondite.

Goya adopta una expresión desafiante.

Sabes muy bien a qué quiero jugar contigo, Arthit; y creo que estoy siendo demasiado paciente.

¿Cómo era eso que decían en la escuela? el joven se lleva los dedos a la barbilla, fingiendo pensar―. ¡Ah, sí! Unas veces se gana... y otras veces se pierde.

Su interlocutor tuerce el gesto. Permanece en silencio e inmóvil, bloqueando la única salida. Arthit no se deja amedrentar: camina con decisión hacia la puerta con intención de esquivarle y abandonar el aseo. Acaba de llegar a su altura cuando Goya extiende el brazo frente a él, apoyando la palma sobre los azulejos y obligándole a detenerse.

―¿Por qué tanta prisa? ―inquiere―. Todavía no he terminado de "jugar" contigo.

Me temo que tendrás que seguir solo.

Goya se mueve con la rapidez de una ráfaga: le sujeta por el hombro, obligándole a girar con brusquedad y dejándolo atrapado contra la pared. Arthit intenta zafarse pero su atacante se acerca más a él, intensifica la presión sobre el hombro derecho y le inmoviliza el otro brazo, cogiéndolo de la muñeca. Están tan cerca que apenas puede maniobrar.

Un agradable olor a cedro le envuelve cuando Goya comienza a deslizar los labios sobre su mejilla izquierda, produciéndole un cosquilleo mientras sube hacia la oreja. Intenta alejarse pero su captor le mantiene sujeto con fuerza, inmovilizándole.

¿Sabes, Arthit? susurra en su oído. Yo nunca pierdo.

Un escalofrío de placer involuntario le recorre la espalda cuando siente una suave mordida en el lóbulo y la cálida lengua de Goya acariciándole. Una parte de su ser desea escapar pero existe otra voz, una más profunda y primitiva; un deseo irracional que anhela esa sensación de ser controlado, poseído...

Luces, cámara y... ¡amor! (LGBT+)Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu