Epílogo.

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Maniac - Epílogo.

¿Alguna vez has sentido que el corazón se te vuelve polvo? ¿Que por un momento todo se detiene y en lo único en que piensas es eso que te faltó por decir? ¿Qué pierdes la respiración aunque aún tu corazón roto este latiendo? ¿Que alguien al que amaste hasta con tu vida se haya tomado la molestia de reírse en tu cara, después de lastimarte y solo irse? Eso es lo que sentía en este momento. Ciertas mariposas en el estómago pero no, no esas mariposas de amor, sino de miedo, de temor y ese sentimiento de que algo está mal.

Si en mi vida lo había sentido, fue una sola vez. La muerte de Gemma. Pero esto era diferente, esta vez fue más dolorosa, incluso el doble. Me sentía humillado, pero esto no se quedaría así. Claro está, que acababa de perder la vida de la chica a la que amé, amo y amaré por siempre. La de su hermano y la de mi hermanita. Ella me dijo una vez que yo era lo mejor que le había pasado en la vida. Irónico ¿no?

Ella entonces se refería a esa vida que no tiene ahora, esa vida que yo le quite pero no la vería así y solo tenía dos opciones. Una, tomar el arma, colocarla en mi cien y halar del gatillo o dos, simplemente vivir con la culpa de ser el asesino de seis personas por salvar a la mujer que me salvó a mí y terminé llevándola a la muerte. ¿Cuál debía elegir? ¿La uno? ¿La dos? ¿Había otra opción? Pues sí y se volvió más clara a medida que miraba a Selena, con su cabeza recostada de mi pierna mientras la sangre recorría su cabello y mis lágrimas su mejilla.

Coloque mis dedos con la más mínima esperanza de conseguir algo y los coloqué en su cuello, nada. Pero de un momento a otro pude sentir y leve latido y, escuche las sirenas de la policía. En menos de unos segundos, más de veinte hombre vestidos de negro, entraron por la puerta y la ventana, haciendo de la masacre una típica película policial.

Los paramédicos entraron llevándose a Selena en una camilla mientras los policías no hacían más que preguntarme cosas que no lograba entender. Ya mi mente se había fijado en un lugar o mejor dicho, una persona. Y esa era aquella chica de ojos marrones a la que alguna vez besé con tanta timidez de ser rechazado, con manos sudorosas, la que con una simple sonrisa, aunque perfecta, me alegraba el día. Aquella chica morena que me volvía loco por el simple hecho de no verla cinco minutos. Que me hizo sentir como un verdadero hombre y no como un mujeriego más del montón, que me vio con esos ojos preciosos con los que nadie me vio y que nunca dijo nunca.

Ella me había enamorado, me hizo caer en su trampa y tan irresistiblemente se robó mi corazón. Podrá sonar muy cursi, pero no se puede decir nada hasta que no te pasa.

Sin pensarlo dos veces y recordando cada momento, cada minuto, cada beso, abrazo o caricia entre nosotros, camine hacia ella sin prestarle atención a mi exterior, para mí, solo estábamos ella, el camino que nos separaba y yo.

La ambulancia estaba por partir y tuve la decisión de correr hasta ella y subir de manera rápida, quedando al lado de Selena y tomando su mano hasta el hospital. El paramédico lo único que hacía era gritar sobre que colocarle, pero yo solo veía esos ojos marrones perdidos hacia la luz, implorando por que se quedara.

Al llegar al hospital, bajaron a Selena y de un momento a otro corríamos por el hospital hasta el quirófano pero claro, yo no entraría.

-Lo siento. -Dijo un pelirrojo. Creo que empiezo a odiar a los pelirrojos. -Debe esperar afuera.

Por un momento creí que le caería encima y lo golpearía hasta verlo sangrar, pero eso solo traería más consecuencias, que no quería.

Suspire fuertemente tratando de mantenerme calmado hasta que el Doctor se fue y solo me deje caer contra la pared al frío piso de la sala de espera.

Maniac |H. S.|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora