24. Bennett

524 38 5
                                    

TW: este capítulo pueden provocar una respuesta emocionalmente fuerte para los lectores.

***

—¿Nate? —pregunto para saber si no estoy alucinando, lo veo un poco desarreglado; solo del cabello.
—¿qué haces aquí? —vuelvo a preguntar y parece que no está consciente del todo —te traje algunas cosas —señala una caja y logro ver cosas tan insignificantes como algunas ligas de cabello
—oh, no pensé que íbamos a llegar a ese punto —y la verdad es que no pensé siquiera en regresarle sus cosas, nunca había tenido una relación con alguien para llegar a ese momento en donde le regresas todo.
—¿puedo pasar? —me hago a un lado y entra —¿quieres un vaso de agua? —niega y tal parece que quiere hacer esto rápido —no tengo idea de que tengo tuyo, pero puedes decirme.
Nate parece estar en un estado de trance, apenas puede hablar.
—¿está todo bien? —por fin dice algo —si, ¿tú estás bien? —pregunto por mera cortesía, aún que la verdad me preocupa su situación. Entramos juntos a mi habitación y estoy avergonzada por el desorden de esta misma —lo siento, de haber sabido que vendrías habría limpiado un poco
—está bien —se tira en el sofá que está a un costado y suspira agotado, como si estuviera realmente cansado, cierra un momento los ojos olvidándose por completo de mi y después vuelve a reaccionar —estoy molesto, mucho Olivia

—siento no haber buscado tus cosas, no lo pensé
—esa sudadera que traes es mía —lo había olvidado por completo, hace semanas que me la dio
—oh es verdad —como si el tiempo me estuviera comiendo, busco por toda mi habitación, una gorra, sudaderas, algunas camisetas, cosas tan insignificantes como accesorios, todo ahora se encuentra a su lado —me quitaré la sudadera, voy al baño —anuncio y niega —te he visto mil veces desnuda, no seas ridícula —su tono no se parece ni un poco a cuando llegó.
No le tengo miedo, su forma de hablarme es comprensible, es duro conmigo y ahora estoy sensible por lo que ha pasado antes, así que mientras sigue matándome con la mirada, mis ojos vuelven a estar llenos de lagrimas
—¿por qué lloras? —se acerca y sigo con la sudadera puesta —tú querías esto, no quieras hacerte la víctima. Me quito la sudadera y me quedo solo con un top deportivo que por cierto Nate odia.
—como odio estos sostenes —camina en mi dirección y su semblante es frío —lo sé —Nate trata de reír.
—pero incluso ahora se te ve bien —entonces comienza a besarme. Me parece la cosa más extraña del universo, desagradable pero conmovedor, familiar como si mi vida no hubiera cambiado nada. Su boca tiene un sabor amargo y aquí compruebo de ha bebido, un sentimiento de culpabilidad me invade, pero ¿por qué? —no quiero hacer esto —hablo entre sus labios y él parece ignorarme, no sé en qué momento me tiene contra la pared y cada vez que trato de alejarlo parece forzarme más, la presión que ejerce contra mi cuerpo parece un infierno, quisiera poder alejarlo —Nadie te va a aceptar como yo, soy el único que te acepta tal y como eres.

Era bastante delirante que dijese eso, porque lo cierto es que no lo hacía. —Nate por favor, basta — y en aquel momento mi comentario es deprimente ahogado entre su pesado cuerpo, es inaudible y como si él estuviera haciendo la cosa más romántica del mundo me dice que me quiere, una y otra vez, como si eso compensara lo que me está haciendo. Mi mente se desconecta ¿y si es verdad? Si nadie más lograr aceptarme como soy, si nunca nadie logra quererme como dice Nate. Apenas empezaba a formular ese tipo de preguntas cuando Nate comienza a desabrocharme el pantalón, sin dejar de sujetar mis manos. Aterrada trato de quitar sus manos de mi, pero parece creer que estoy ansiosa de hacer esto.

—vamos Nate, no quieres hacer esto, para —él negó y metió su mano de una manera que me hizo desconectarme —no pasa nada, no me importa.
En ese momento creo perder el conocimiento, como si yo fuera la que bebió. Nadie me va a querer como él, me repito una y otra vez. Jamie no lo hizo, Kit tampoco, tal vez Nate tenga razón y mi mente solo piensa en otra cosa, menos en lo qué pasa en realidad, el dolor es insignificante de un momento a otro. Hasta que de repente se vuelve masoquista. —nunca fuiste lo suficientemente delgada para mi, pero no me importó jamás. Stella lo es, pero no se porque no puedo dejarte —sus manos están sobre mis cuello y las pasa por mi pecho, a este punto no puedo pararlo, estoy agotada —voy a vomitar —advierto y me ignora, siento como la sangre se drena de mis venas y creo que Nathan lo nota porque solo así por fin me deja. —te quiero Olivia, no sé qué quieres que haga para que lo notes —camino con la pocas fuerzas que tengo directo al baño y vomito. Una paz llega a mi con un sentimiento de vacío. No quiero salir del baño, no quiero salir a ningún lado, estoy vulnerable, aterrada y traumada. Estoy en un momento de bloqueo. Fue mi culpa, lo fue. Él me quiere y yo solo hago cosas que lo hacen enfadar; como demasiado, hablo mucho, ignoro sus mensajes. A veces no como. Me muerdo las uñas, no paro de mover mi pierna, es mi culpa. Hago todas esas cosas que lo molestan, pero me quiere. Que otra cosa necesito para entenderlo.

Después de minutos que parecen horas salgo del baño, esperando que él se haya ido, pero no. Nathan está sentado en el mismo sofá, esperando por mi, no creo que entienda lo que me ha hecho. —Ven, siéntate a mi lado —da pequeños golpes en el sofá

Nate se ríe, una risa falsa que no va con él. Mi mente me abruma con escenarios llenos de violencia que involucran a Nate y de un instante a otro la migraña aparece, un dolor insoportable, me tocó la sien y veo que mi mano está temblando, las marcas rojas estás presentes y descubro que tengo miedo. —me tengo que ir, mañana tengo que desayunar con Stella —se levanta de lo más normal, se acomoda su ropa y su cabello, parece ser que está en sus cinco sentidos —no voy a dejar a Stella, Olivia —advierte y continúa —pero tampoco pienso dejarte tan fácil —toma todas sus cosas, se humedece sus labios y verlo de esta manera me causa náuseas, horror y ahora mismo solo quiero desaparecer.

Enchanted; Kit Connor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora