Epílogo

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Albert~

Años después

—¡Te he dicho que no me gustan para nada los pretendientes que tío Angus me consigue, papá! —el reclamo de mi hija, Silvia me toma por sorpresa así que levanto la mirada y me encuentro con una copia mía en versión femenina con los ojos muy enojados.

Silvia se parece físicamente a mí, pero el carácter lo ha heredado a su madre, de mi amada Karen. Silvia, mi primogénita dice lo que piensa sin tener en cuenta que sus comentarios y sinceridad absoluta puedan herir o incomodar a quienes las escuchan.

La miro muy bien, y aunque desde que me case con Karen, no he caído en cuenta de lo rápido que pasa el tiempo cuando eres feliz y eres pleno de dicha.

A los dos años que Karen y yo nos casamos, ella volvió a quedar nuevamente embarazada cuando regresamos a Estados Unidos.

Los miembros del clan tenía altas expectativas en dicho embarazo, y dichas expectativas eran que el bebé fuera un varón.

El tan ansiado y querido heredero y futuro patriarca del clan.

Pero sus sueños quedaron rotos cuando Karen dio a luz a otra niña a quien pusimos de nombre Priscila en honor a mi madre.

Tres años después cuando Silvia cumplía casi los seis años de edad y Priscila tres, Karen y yo nos convertimos en padres nuevamente y como ya pensábamos que era; nació otra niña.

Rosemary le pusimos a nuestra tercer hija, en honor a mi querida hermana muerta.

Realmente estábamos muy contentos con nuestras tres princesas, pero volvió a pasar, Karen resultó en cinta y nueves meses después tuvimos a Lorna, en honor a mi tía, quien por supuesto ella y tío Angus fueron los que la apadrinaron a la pequeña Lorna como es llamada mi cuarta hija.

Y ahora diecisiete años después de que Karen y yo nos hayamos conocido, viene en camino nuestro quinto hijo, o más bien dicho hija.

—¡Papá! ¿Me estás escuchando? —pregunta Silvia aún más enojada de lo que ya estaba.

—Perdón cariño —pido perdón porque realmente no le puse atención por estar recordando los bellos momentos que me he vivido.

—Agh —Silvia niega con la cabeza y luego golpea su mano contra su frente—. Contigo no se puede.

Silvia sale de mi despacho aún furiosa. Quizás debería de regañarla, pero es que verla enojada es como si estuviera viendo a la mismísima Karen de adolescente enojándose con su padre.

Me acerco a la ventana, para ver que va a hacer mi hija. Y me doy cuenta que sus primos y hermanas están ahí reunidos en el jardín.

Los tres hijos de Stear y Patty; los gemelos Harry y Cristhopher junto con su hermana pequeña Martha Janice. Los tres hijos de Archie y Annie: Anthony, Archivald y Alistear. Y por último los hijos de Terry y Candy: Aidan, William Richard Eleanor, María y Rubí.

Casi todos los pequeños se van y dejan a Silvia y Aidan solos.

Me pongo más atento a la escena, ya que desde hace meses estoy notando cierta complicidad entre ellos dos.

Es evidente que el enojo de mi hija se va muy lejos cuando Aidan, el primogénito de mi mejor amigo le sonríe.

—¿¡Qué estás mirando!? —grita preguntando Karen, que por cierto me ha dado el susto de mi vida.

—¡Karen, por Dios! —exclamo mientras ella se carcajea por la cara que puse seguramente.

Calma su risa y se acerca al balcón para cerciorarse de lo que estaba haciendo.

Entre el amor y el deber Where stories live. Discover now