Capítulo XXXVIII Amenaza

141 28 13
                                    

Karen~

—Entonces, ¿le tienes o no miedo a los entierros y los cementerios? —pregunta Terry por decima vez con una medio sonrisa burlona.
—Ya te dije que no es miedo es… está bien reconozco que es miedo mezclado con ansiedad, nervios y malas vibras —respondo. Terry y yo nos hemos alejado del sitió en donde en estos momentos se está llevando a cabo el sepelio de Elroy. Y hemos decidido pasear por el mausoleo—. Simplemente no me gustan venir a ver los cementerios, aunque reconozco este es bastante bonito.

Aunque un cementerio representan luto, tristeza y dolor, las esculturas talladas de mármol que aquí se encuentran han despertado en mí un cierto interés, sobre todo la escultura que estoy viendo ahora.

Se trata de un querubín que está cuidando a una pareja de ancianos que están acostados en camas diferentes, pero unidos por sus manos.

Gaol siorruidh

Es lo que dice en grande cerca de la lápida.

—Es algo así como amor por siempre, o amor eterno —dice Terry al percatarse que estoy por largo rato observando la tumba de personas que no conocí.

—Muy bonito.

Junto a Silvia me siento en una banca que está cerca de nosotras, a pesar de que me encanta cargar a mi niña, tenerla mucho rato en brazos puede llegar a ser bastante cansado.

—¿Sabes? Candy me ha comentado que tú y Albert han hecho las pases y volverán a ser amigos —le comento a Terry cuando decide sentarse en la banca junto a su hijo.

—Vaya, por momentos se me olvida que mi esposa llega a ser bastante…comunicativa —dice negando con la cabeza—. Y tanto como que Albert y yo volvamos a ser los amigos que éramos antes, tampoco. Hemos llegado a una tregua por ti y por Candy.

—Y yo te lo agradezco, amargado —digo de todo corazón—. Sabes lo importante que es que ambos se lleven por lo menos bien. Los dos son muy importantes para Candy y para mí.

—No te preocupes torbellino, sabes que haría todo porque, mi esposa, mi hermana, mi sobrina y mi hijo estén bien —expresa y le hace cosquillas a Silvia y luego a Aidan.

Decidimos regresar a donde están nuestros seres amados al percatarnos que ya mucha gente se ha retirado ya.
Lo primero que miro es el montón de tierra que han puesto encima del ataúd de Elroy.

Aún no me creo del todo que Elroy este muerta, y no ayuda en nada que el sentimiento de sentirme vigilada no ha disminuido para nada, al contrario solo se ha intensificado.

Aunque es muy probable que mi mente me este jugando mal, o me estoy volviendo loca.

—Ahora que lo pienso no, he visto a George —le comento a Albert mientras caminamos juntos con nuestra hija por todo el cementerio.

—Al parecer se ha quedado en Estados Unidos, o no sé y ni me interesa, muerta la mujer a quien le ha sido fiel por décadas, su trabajo con los Andley ha acabado —sentencia. Creo que le ha pegado fuerte enterarse que él y su tía tuvieron o tenían algo que ver.
¿Y quién no? Si de tan solo imaginarlo da escalofríos.

—Ahora solo me importa tú y Silvia —dice acercándome a sus brazos—, nadie más.

—¿Eso significa que...?

—Que vamos a formar la familia que siempre debimos de haber sido desde hace muchos meses atrás —expresa y no puedo estar más contenta—. Creo que nuestro compromiso se quedo en pausa por culpa de varias personas, pero si quieres podemos volver a retomarlo.

Con un nudo en la garganta el cual expresa mi felicidad, busco algo dentro de mi bolso para enseñárselo a Albert.

—Mira —le indico a Albert señalando el anillo de dos rubíes que me dio cuando nos comprometimos—. Aunque tenía ganas de tirarlo al océano nunca pude hacerlo, siempre me acompaño y me recordó mi compromiso con el amor, y mi compromiso contigo.

Entre el amor y el deber Where stories live. Discover now