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La primera vez que vio sangre fue un día en el que su madre decidió sacrificar uno de los pollos que criaban en una especie de corral improvisado atrás de su casa.

Jungkook era muy pequeño para comprenderlo, no podían criarlos durante mucho tiempo ni dejarlos morir de viejos, el costo de criar animales era elevado y siempre fue mucho más accesible ir a comprarlos muertos, pero cuando una nueva inflación azotó el país, tomaron su última opción.

Su padre se encontraba trabajando en el taller y él jugaba un poco en el patio trasero en silencio, donde solo se le permitía estar por unas cuantas horas al día.

Ese día su madre no tenía mucho que darles de comer y el taller no estaba dejando muchas ganancias, por lo que tomó el machete de mano de la cocina y caminó hasta el patio, atrapó uno de los pollos del corral y llegó hasta un tallo de árbol viejo que no usaban con regularidad para la cocina, pero en esos momentos era más que necesario.

Ella logró agarrarlo de las patas y ponerlo de cabeza, posicionándolo justo en el ángulo perfecto para que el filo del machete termine por arrebatarle la vida.

Un solo grito y traspasó su cuello sin problemas, la sangre salpicó en dirección contraria a donde se encontraba la mujer cayendo algunas gotas en el rostro de su hijo que presenció todo en silencio.

—¿Q...qué haces aquí?—preguntó su madre, asustada, pero este no respondió. Quedó estático en su posición y solo atinó a observar el cuerpo inerte del animal, mientras que de su cuello seguía cayendo sangre.

Ella no se percató de que su hijo estaba jugando ahí incluso antes de que llegara y se apresuró a soltar al animal junto con el machete para limpiar su rostro.

—Jungkook, lo siento. Debí percatarme de tu presencial.—se reprendió abrazándolo.—El animal estaba sufriendo porque no tenía comida y tuve que sacrificarlo, perdóname.

El pequeño no entendía cuál era el error que su madre había cometido. ¿Matar a un animal era malo? Si era así, ¿Por qué su madre lo haría?

—Mamá, ¿Qué es esto?—preguntó pasando uno de sus dedos por una gota de sangre en su mejilla.

—Eso se llama sangre.—No quiso mentir más.—Sale cuando nos lastimamos, pero nunca más la verás. Te lo prometo, mi niño.

Mentira.

Nuevamente, había sangre en su rostro.

Tal y como su madre sacrificó un animal por su bien y para no morir de hambre, Jungkook sacrificaba hoy la vida de una persona por el bien de Jimin.

—¿Te duele?—preguntó lanzando un nuevo latigazo en la espalda del hombre que estaba siendo torturado. La aguja seguía incrustada en su ojo mientras este sangraba sin pasar y la piel de su espalda era arrancada a golpes, los mismos que él le propinó a Jimin.

Entre torturas y amenazas confesó haber matado a golpes a tres chicos después de abusar de ellos, y dejar a otros dos vivos. Uno de estos se salvó de morir gracias a que fue auxiliado a tiempo por uno de sus compañeros, quien acudió en su ayuda en cuanto escuchó los gritos desesperados que emitió aun cuando había sido ultrajado, el último fue Jimin, quien corrió con mejor suerte que todos.

El tono de voz tan cínico y con ni una sola gota de culpa, logró acrecentar la brutalidad en NamJoon, quien le partió cinco costillas a patadas y el tabique de un derechazo.

—Asqueroso, infeliz.—escupió sus palabras agitando sus manos para escurrir la sangre con la que se habían manchado sus guantes.

Yoongi decidió no participar de manera directa, este solo observó mientras reía y disfrutaba la función porque no era necesario, a diferencia de los dos, no tenía suficientes motivos y prefería solo ser espectador. Aunque esto no lo privaba de darles ideas.

Cuando el hombre parecía perder el conocimiento, Jungkook paró de golpearlo y ordenó a NamJoon que también lo hiciera. Tomó el agua de otro balde que le alcanzaron los hombres de Yoongi y se la lanzó directo al rostro para despertarlo en su totalidad.

—Creo que morir tan fácilmente sería un desperdicio, por lo que vamos a prolongar tu dolor. ¿Cuánto puedes aguantar en temperaturas extremas?—cuestionó quitándose los guantes y lanzándolo a un tacho que no sabía de dónde había salido.—Espero que disfrutes de tu estadía en este lugar.

Yoongi se carcajeó desde su lado aplaudiendo sonoramente.

—Justamente te iba a proponer eso. ¡Yuan, limpien todo y bajen la temperatura a -1°!—ordenó.—Quítense todos los guantes y déjenlos ahí.—señaló al tacho de basura improvisado.

Los gritos de Gunwoo no se hicieron esperar. Morir congelado no era precisamente fácil ni poco doloroso.

—¡Malditos infelices!—gritó con toda sus fuerzas.—¡No me dejen aquí! ¡Mátenme! ¡Mátenme de una buena vez!

Jungkook solamente atinó a sonreír.

—No existe piedad para alguien como tú. —terminó, dándose la vuelta para salir de la cámara de frío y los demás imitaron su acción.

Cualquier persona podría tener sentimientos encontrados, felicidad, culpa, tristeza, pero ese no era el caso de Jungkook.

No feliz ni mucho menos triste por lo que acababa de hacer, pero cada fibra de su cuerpo le transmitía paz, se sentía inmensamente satisfecho, como si hubiese tenido una cena contundente. Tenía la seguridad de que dormiría mucho más tranquilo que durante la semana anterior.

Se dio un baño en las duchas del personal, y se vistió nuevamente, dejando toda la ropa que le prestaron en un cesto. Ahí también, encontró la ropa que le prestaron a NamJoon y supuso que este ya estaba listo.

—Demoras mucho, si es que no nos apresuramos, yo no llegaré a tiempo a trabajar y a ti te van a dar el sermón de tu vida.—bromeó el mencionado acomodando su cabello hacia atrás.

—Estoy listo.—respondió para luego observar a Yoongi, quien les daba unas órdenes a sus hombres.

—Yuan los llevará a la frontera que colinda el distrito B1 y no se preocupen que todo se incinerará, dejaremos al pedazo de excremento hasta que se muera congelado, aunque siendo sinceros, ahora debe estar muriendo de hipotermia por lo que no demorará mucho.—Lo pensó un momento y continuó.—Su cuerpo también será incinerado, les avisaré cuando esto haya sucedido.

Los dos asistieron y subieron a la camioneta que lo esperaba para iniciar su viaje de retorno, media hora después, se despidieron de Yuan, quien se ofreció a llevarlos hasta el bar de NamJoon y estos aceptaron con gratitud.

La luz del sol ya brillaba en diagonal, por lo que calcularon que serían entre las dos y media o tres de la tarde.

—¿Está bien?—pregunto NamJoon refiriéndose al pelirosa.

—Lo estará.—respondió.

—La siguiente semana debe volver al burdel, ¿Cierto?—este asintió.—Pues disfruta de tu tiempo con él, intenta darle un poco de estabilidad para que pueda volver a ser el mismo.

Cuando llegó a casa, Jimin lo recibió con los brazos abiertos, emocionado por su regreso, como un pequeño niño que ve de vuelta a su madre después de ir al supermercado.

—¿Tienes hambre?—preguntó acariciando su mejilla.—He preparado algo de comer.

Jungkook asintió feliz.

—No es tu obligación hacerlo, pero realmente tengo hambre.—contestó abrazándolo por la cintura para besar sus labios.

El baño no fue suficiente, aún había un ligero olor metálico que provenía del cuello del contrario y Jimin lo notó, como también una mancha de sangre seca cerca a la sien de la que se pudo percatar al intentar peinar con los dedos su cabello mientras lo besaba, pero prefirió ignorar todo eso porque nada arruinaría su día.

Jungkook estaba intacto, lo que le hubiese hecho a alguien más, no le importaba en lo absoluto.

Confiaba en sus razones, confiaba ciegamente en Jeon Jungkook.

Que tu cama sea mi hogarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora