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Presente...

Jungkook preparaba el desayuno sin decir una sola palabra mientras Jimin se mantenía mirando la TV superficialmente, ya que, no prestaba ni un poco de atención al programa de espectáculos que se estaba transmitiendo.

Media hora antes habían tocado el tema de los hematomas en su espalda y no tuvo más opción que decirle.

Su intención inicial era contarle la verdad a medias, minimizar incidente, pero Jungkook se levantó y comenzó a revisar su cuerpo de arriba a abajo para terminar en espalda que examinó exhaustivamente, logrando encontrar algunas cicatrices delgadas, pero relativamente largas.

Al darse vuelta para presenciar su reacción hubo dos cosas que hicieron que el pelirosa se aislara.

Sus ojos perdieron brillo, parecían haberse apagado totalmente y el tono de su voz se volvió más grueso, ronco, frío y tosco al hablar.

—¿Sigue trabajando en ese lugar?—preguntó refiriéndose a Gunwoo.

—No lo he visto, Taehyung dijo que lo sacaron a patadas de la casa y no ha vuelto más.—respondió sentándose en la cama.

—¿De qué mierda se trata todo esto? Ese animal te torturó e intentó abusar de ti, pero su castigo es tan miserable.—La impotencia se notaba en cada palabra.

Caminó hacia su closet sacando una sudadera para entregársela al mayor, quien seguía estando desnudo.

—¿Podemos olvidarnos de ese tema?

Mala elección de palabras.

—¿Me estás pidiendo que pase por alto lo que te sucedió? ¡Jimin, eso es un maldito delito que se paga con cárcel! ¡La ley existe de ese lado de la barrera!—exclamó exasperado.

—¡Para personas como yo no hay leyes que valgan! ¿Olvidaste lo que soy, Jungkook?—cuestionó acercándose al menor que prefirió no verle la cara, pero este lo tomó de los hombros, obligándolo a hacerlo.—Vendo mi cuerpo por dinero, trabajo en un burdel. Llámame trabajador sexual, prostituto, como quieras, pero no olvides que soy un jodido producto comprado y con dueño, un objeto sin un valor real, sin libertad.

Su mirada ardía de furia y dolor, de impotencia y frustración.

Todos esos sentimientos lograron desbordar lágrimas lastimeras que hicieron que el mayor se arrepintiera de abrir la boca.

—Dios, no debí contártelo.—se reprendió consolándolo en un abrazo.

—No soy un mocoso, no tienes por qué esconderme lo que sucede.—Jungkook se alejó un poco limpiando sus lágrimas, pero no volvió a sus brazos.

Caminó a la cocina y le informó que haría el desayuno.

Ahí había comenzado el silencio más incómodo de su vida, no tenía idea de su estado de ánimo.

Enojado.

Triste.

Decepcionado.

Incluso llegó a pensar que sentía asco al tocarlo, por lo que cortó la muestra de afecto que Jimin le brindó en la habitación, pero todos sus pensamientos se esfumaron cuando le avisó que el desayuno estaba listo.

—Ahora voy, solo permíteme terminar esta parte del programa.—respondió inmiscuido su papel de chico entretenido.

Unos minutos más tarde se encontraban uno frente a otro pasando los alimentos por su trato digestivo en absoluto silencio y sin darse cuenta propiciaron una excelente sesión de ASMR.

Alguien o algo debía acabar con la tortura y un par de fuertes golpes a la puerta por fin lo hicieron.

—¡Jungkook, sal de una buena vez!—exclamó un hombre enojado.—¡Es domingo, no trabajas! ¡Necesitamos hablar!

El primer reflejo de Jimin fue levantarse de la mesa e ir hacia la puerta, pero no logró su cometido porque el menor ya se había apresurado a acercarse a la entrada.

—Supongo que es importante para correr de esa manera.—comentó el pelirosa tomando su plato de comida.—Y no te preocupes, me esconderé en tu habitación con mi plato de comida para no levantar sospechas, tómate tu tiempo.

Sin más que decir se dio la vuelta y entró al cuarto cerrando la puerta de una patada.

El pelinegro dio unos pasos hacia su dirección pensando en explicarle lo que sucedía, pero tres golpes más a la puerta se lo impidieron.

—¿Tengo que tener carta de invitación para ser recibido en esta casa?

Un hombre alto, bien vestido y con un rostro adorable, se acomodó en la sala.

—He estado ocupado, eso es todo.—respondió Jungkook, cortante.

—Claramente, lo has estado, el olor a sexo no se quita sin un buen baño.—El menor rodó los ojos con cansancio.—Aun si escondes el plato que acompaña al tuyo, pero el vaso queda en la mesa.

Efectivamente, Jimin no se llevó el vaso.

—No estoy buscando ocultar algo, pero entiendo que alguien no desea ser visto, por lo que no lo obligaré a salir.—mencionó esto en voz alta y el pelirosa imaginó tres mil quinientos insultos.

En parte era cierto.

—¿Te metiste con un hombre casado?—preguntó el contrario con una muy verídica intriga.

—Eso no te incumbe Jin, solo vete a casa. Este lugar es demasiado peligroso para alguien como tú, no quiero que tus padres me culpen si te sucede algo malo.—soltó con voz monótona, lo que incitó a Jimin a pegar la oreja en la puerta.

—Entiendo que este no es el momento, pero sabes a qué he venido y no voy a ceder. Tenemos un trato y vas a cumplirlo porque de esto depende mi futuro.—sentenció levantándose del sofá.—Sigo siendo parte de los distritos B, no soy un estúpido alzado sin instinto de supervivencia.

—El distrito B1 es un paraíso comparado a este, lo sabes.

Jin alzó las manos en modo de rendición y salió sin decir más.

—¡Ya puedes salir, hombre casado!—exclamó el menor asegurándose de que Jin haya subido en el auto en el que llegó.

—¡Cállate! Sabes que no me escondí por eso, no puedes cambiar los papeles.—Jimin salió de la habitación removiendo sus verduras con los palillos.—Aquí el que estaba siendo juzgado eras tú, ahora debes decirme quién demonios es ese tal Jin y que era eso tan urgente que debían hablar.

Jungkook lo pensó por unos segundos.

—No es nada importante, un asunto de nuestras familias. Sus padres y los míos eran amigos.—Levantó los hombros y volvió a la mesa notando que este no se sentía satisfecho con la explicación vaga que le brindó.—Es sobre el taller, no diré más.

Eso fue suficiente para que el tema se volviera irrelevante en la cabeza del mayor, pero no para Jungkook.

Tenía mucho en qué pensar, comenzando por ese hombre llamado Gunwoo.

Tal vez una visita a NamJoon y a su nuevo amigo del bar le ayudaría un poco a ordenar sus ideas y deshacerse de lo que no tenía valor.

Que tu cama sea mi hogarWhere stories live. Discover now