CAPÍTULO XXXIV (ESTA VEZ HACÍA FRIO)

1.3K 121 274
                                    


(Antes de comenzar si son muy masoquistas les recomiendo leerlo con el instrumental del video que les deje)


—¡Auden! —Escuché mi nombre llamado en la distancia. La voz era apenas un susurro, y todo lo que podía ver era una intensa luz blanca que nublaba mi visión.

—¡Auden, despierta! —Gritó la voz de un hombre, cargada de desesperación.

Lentamente, abrí los ojos y mi cuerpo reaccionó con violencia, forzándome a toser con fuerza para expulsar el agua que había invadido mis pulmones. El agua brotó de mi boca, y me incorporé rápidamente, luchando por recuperar el aliento.

—Tranquila, estás a salvo —susurró alguien detrás de mí.

Tomé una bocanada de aire profunda y observé las olas del mar en un intento por recuperar la calma y estabilizar mi respiración.

—¿Estás bien? —Volteé y lo vi. Tenía el ceño fruncido y el cabello corto. Cerré los ojos momentáneamente, preguntándome si esto era un sueño, si mi dependencia emocional lo había convertido en una ilusión. Sin embargo, cuando volví a abrirlos, él seguía allí. Parpadeé una vez más, apretando los ojos con fuerza. Cuando los abrí lentamente, su mirada aún estaba fija en mí.

—¿Estás realmente aquí? —Cuestioné, pensando que quizás había muerto en la caída o me había golpeado tan fuerte que estaba alucinando.

—Estoy aquí —confirmó Eddie.

Lo observé durante unos segundos, y mi corazón comenzó a latir desbocado. Le di un puñetazo en el hombro derecho, y me miró desconcertado. Repetí el gesto, esta vez en el hombro izquierdo, y titubeó ligeramente. Mi respiración se aceleró de nuevo, y comencé a golpearlo repetidamente. Eddie no hizo ningún intento por detenerme, simplemente permitió que continuara. Cuando mis fuerzas se agotaron, me eché a llorar y apoyé la cabeza en su pecho. Sentí sus cálidos brazos rodeándome, y después de tanto tiempo, volví a sentirme segura.

Eddie había regresado.

—Te fuiste sin decir adiós —reclamé, mientras las lágrimas seguían fluyendo, mi voz entrecortada y mis ojos enrojecidos.

—Lo siento —susurró, antes de plantar un beso en mi cabeza.

Alcé la mirada y vi la compasión en sus ojos. Lucía muy diferente, su cabello estaba más corto y vestía con ropa que nunca hubiera imaginado en él: pantalones de vestir y un suéter de cuello tortuga color beige.

—Te ves diferente —comenté, acariciando su cabello.

—Tu cabello creció —observó, mientras acariciaba mi nuca.

Esbocé una sonrisa y, aprovechando toda la ansiedad acumulada en mi interior y el cosquilleo que recorría mi cuerpo, llevé mis manos a su rostro y lo besé tiernamente. Disfruté cada instante del contacto de nuestros labios; sabían igual que la última vez. Eddie hundió su mano entre mi cabello y me acercó aún más a él. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, se apartó y me miró con seriedad.

—Auden, tenemos que hablar.

Su actitud me desconcertó, pero asentí con la cabeza.

—Tengo frío —me quejé, y Eddie me ayudó a levantarme de la arena, tomando mi mano.

—Vamos a secarnos primero —propuso, tomándome de los hombros para comenzar a caminar.

Nos encontrábamos en mi habitación, y en ese momento, los viejos recuerdos comenzaron a inundar mi mente: las noches en que se escabullía por mi ventana, la noche de Año Nuevo. Sentía que mi vida recobraba sentido. Me despojé de la ropa hasta quedarme solo con la ropa interior, y en ese momento, Eddie se volteó hacia la ventana, un gesto que me hizo soltar una risa suave.

Mi verano en Australia [YA EN FÍSICO]Where stories live. Discover now