CAPÍTULO VI ( LOS HUDSON)

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Después de toda la agitación que tuvo lugar ayer con Noah, la verdad es que no me sentí cómoda durante el resto de la noche. Jack me presentó a casi todos en la fiesta, sus amigos eran simpáticos y divertidos. Pasé gran parte del tiempo con Daniell y Beth, ya que Diane y Jack desaparecieron durante un buen rato.

Ahora estoy aquí, detrás del mostrador de la tienda, pensando en cómo podría resolver el malentendido que tuve con Noah. La realidad es que no tengo claro cómo hacerlo. Además, no veo ninguna razón para disculparme con él. No es mi culpa que Noah odie a su primo. A mí me caía bien Eddie, era agradable y simpático. Sin embargo, si Noah me explicara por qué lo detesta, eso podría ayudarme a comprender su punto de vista, y quién sabe, tal vez yo también terminaría sintiendo lo mismo hacia Eddie. Como si hubiera manifestado mi pensamiento, veo cómo su enorme camioneta negra se estaciona en el lote de la tienda. Rápidamente me doy un vistazo en el espejo junto a mí.

—Me veo horrible —susurré, sintiéndome derrotada.

Eddie entró, pero ni siquiera volteó a verme; se dirigió directamente a los enfriadores. Llevaba una camiseta negra de manga corta que le quedaba ajustada, pantalones negros y el cabello algo despeinado, pero aún así se veía bien. Se acercó al mostrador, justo enfrente de mí, aunque no llevaba nada en las manos. Cruzó los brazos y me miró directamente a los ojos.

—¿Tengo algo en la cara? —pregunté, y él negó lentamente con la cabeza.

—Hoy no te has delineado los ojos —sonrió, desconcertándome.

—¿Qué?

—La noche del club y ayer tenías los ojos delineados, pero hoy no —explicó, acercándose más al mostrador.

—Ah, es que... —aclaré mi garganta nerviosa al tenerlo tan cerca—, se me hizo tarde.

—Dame una cajetilla de cigarros por favor —pidió, señalando detrás de mí. Le entregué la caja y me pagó.

—Si te terminas una cajetilla al día, te traerá consecuencias en el futuro —advertí, y él esbozó una sonrisa.

—Aún no me he terminado la que compré ayer.

—¿Entonces por qué vienes a comprar otra? —pregunté. Eddie golpeó ligeramente la cajetilla contra la palma de su mano.

—Es que no solo vengo por los cigarros —confesó. No entendí a qué se refería, así que posé mi vista en la computadora para asegurarme de haber registrado los cigarros.

—Noah es tu primo, ¿verdad? —Me atreví a preguntar, y  me miró desconcertado.

—Sí —respondió, dubitativo.

—¿Podrías darme su número? —pedí, pero pareció que le había contado un chiste porque soltó una carcajada.

—No, es que... —Aclaró su garganta y miró hacia la salida—, yo no tengo su número.

—¿Cómo es posible que no tengas el número de tu primo?

—Lo veo todos los días en casa, si necesito hablar con él, puedo hacerlo en persona —respondió encogiéndose de hombros.

—¿Y en caso de emergencia? —pregunté, y solo se burló de mi pregunta.

—Si tuviera una emergencia, Noah sería la última persona a la que recurriría, y estoy seguro de que él piensa lo mismo sobre mí.

—Qué extraño —fue lo único que pude articular.

—Oye, si quieres hablar con él, probablemente esté surfeando; siempre está en el agua. Noah vive en el mar —informó y salió del lugar rápidamente, como si tuviera mucha prisa.

Mi verano en Australia [YA EN FÍSICO]Where stories live. Discover now