CAPÍTULO XXIII (MAÑANA NOS VAMOS)

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La brisa ya había cambiado, comenzaba a sentirse más fresca. A pesar de estar a mitad del verano, el mar seguía mostrándose hermoso. Estaba sentada en la arena, pensando en lo que le diría a Noah. Afortunadamente, Eddie me había asegurado que estaría a mi lado cuando se lo contáramos juntos.

—¿En qué estás pensando? —Mi madre se sentó a mi lado, así que la miré.

—En nada —mentí.

Ella miró el mar y suspiró.

—Recuerdo los veranos cuando yo era joven —dijo, sus ojos fijos en el horizonte.

—¿Los veranos con Ed? —me atreví a preguntar, y ella esbozó una sonrisa.

—Sí, esas tardes en la playa con Ed —respondió, cerrando los ojos. —Extraño la persona que era en ese entonces.

—¿Por qué nunca te separaste de papá y formaste una vida con él? —cuestioné, y mi madre chasqueó la lengua.

—Por miedo, por ingenuidad, por no saber decir no —respondió acompañada de una risa que apenas disimulaba las lágrimas. —Pero ahora que lo pienso, quedarme con tu padre de alguna manera me salvó de la desgracia. Olivia me ha contado lo que pasó con él —dijo con tristeza.

—O tal vez el destino de Ed habría sido diferente si tú te hubieras quedado —corregí, y ella me miró con los ojos llenos de lágrimas.

—Lamento haber permitido que tu padre me convenciera de enviarte a Australia —dijo, secando sus lágrimas.

—Te juro que nunca fui tan feliz como lo soy ahora —dije y tomé sus manos entre las mías. Sonreí, pero ella solo me miró sin expresión alguna.

—Auden, pasado mañana nos regresamos a México.

Mi sonrisa se desvaneció lentamente, y solté sus manos.

—Yo no me iré de aquí —dije, volteando la vista hacia el mar.

Mi madre se levantó de la arena y cruzó los brazos.

—No era una pregunta, Auden, solo te estaba avisando —dijo antes de alejarse de mí.

Ni siquiera la miré. Estaba hirviendo de rabia, tenía ganas de gritar y de romper todo lo que tuviera a mi alcance, pero como siempre, lo contenía en un llanto silencioso. No iba a volver a México, no pensaba hacerlo, y aunque no sabía cómo lo lograría, me quedaría en Australia con Eddie, sí o sí.

Me sentía traicionada por mi madre, no entendía por qué me daba la espalda cuando más la necesitaba, cuando ella era la única que sabía por lo que estaba pasando, porque ella lo había vivido. Me daba tanta pena su situación y todo a lo que había tenido que renunciar por el simple hecho de complacer a los demás y no perseguir lo que realmente quería. Por un momento, comencé a creer que mi madre y yo al fin nos parecíamos en algo; no sabíamos decir que no, nunca pensábamos en nosotras mismas y en lo que queríamos. Sin embargo, me sentía satisfecha al saber que había roto ese patrón, porque yo sí había tenido el valor de elegir lo que quería, lo que me hacía feliz, y no renunciaría a ello tan fácilmente.

Tomé mi teléfono con manos temblorosas y marqué el número de Eddie. La necesidad de hablar con él era abrumadora, sabía que él era la única persona que dejaría todo por mí.

—¿Auden? —contestó al tercer timbre.

—¿Puedes venir a buscarme? —susurré, con la voz quebrada por el llanto.

—¿Estás bien? —preguntó, claramente preocupado.

—No, necesito hablar contigo —respondí, luchando por mantener la voz firme.

—Estaré allí en quince minutos —dijo antes de cortar la llamada.

Permanecí sentada en la misma posición, esperando ansiosamente su llamada para confirmar que había llegado. En cambio, recibí un mensaje, lo que me sorprendió, ya que Eddie siempre había detestado enviar mensajes de texto. Pero hoy era diferente. Me levanté de la arena y me apresuré hacia el boulevard donde solíamos encontrarnos. Al salir de entre los árboles, lo vi parado junto a su camioneta, con los brazos cruzados y una expresión de profunda preocupación en su rostro.

—¿Qué sucedió? —preguntó, desconcertado. Yo no pude hacer más que correr hacia él y llorar en sus brazos.

—No quiero estar aquí —sollocé, aferrándome a su pecho.

—Vamos, sube a la camioneta —ordenó Eddie, abriendo la puerta para mí. Él se subió detrás del volante y yo me acurruqué junto a él, apoyando mi cabeza en su hombro.

Estacionó la camioneta en el lugar de siempre, el rincón más tranquilo del centro comercial, y luego caminamos juntos hasta "la casita". Cuando llegamos, solo quería acostarme y llorar, y Eddie se recostó a mi lado, abrazándome para que pudiera desahogarme. Dejé que todas las emociones que me estaban afectando salieran, mientras Eddie me consolaba, acariciaba mi espalda y me besaba la frente. Permanecimos así durante mucho tiempo hasta que finalmente me hizo la pregunta inevitable.

—¿Qué pasó?

—Me voy de Australia —respondí, secando las lágrimas de mi rostro.

—¿Qué? —exclamó, sorprendido.

—Mi madre me lo dijo hace un rato, quiere que nos vayamos pasado mañana, pero Eddie, yo quiero quedarme contigo, no quiero irme —murmuré con la voz entrecortada.

—No te irás —afirmó con determinación, negando con la cabeza.

—Tengo que encontrar una manera de quedarme —dije, pasando las manos por mi cabello y cerrando los ojos para contener las lágrimas. Me enderecé, quedando sentada en las colchas.

—Vámonos —dijo de repente, y lo miré desconcertada.

—¿Qué estás diciendo? —pregunté, confundida.

—Vamos a escapar, Auden. Iremos a Londres. Tengo dinero ahorrado, más que suficiente para comenzar una nueva vida —propuso seriamente.

—¿De verdad? ¿Y la banda? ¿Y tu tía? No puedes abandonar tu vida por mí —dije, escéptica. Eddie se incorporó y nos encontramos en la misma posición.

—Auden, daría mi vida por ti. Cada día me despierto sabiendo que eres la novia de Noah, no la mía. Me duele tener que compartirte con él. Estoy cansado de esta farsa —confesó, desatando una oleada de emociones en mí. ¿Realmente me amaba tanto como yo a él?

—Sí —respondí sin vacilar.

—Sí, ¿qué? —preguntó, buscando una confirmación.

—Sí, quiero irme contigo. Quiero escapar contigo —dije, tomando su mano. Eddie sonrió y me dio un corto beso.

—Nos iremos mañana por la noche —dijo, emocionado. —Conduciremos hasta Darwin, venderé la camioneta y luego volaremos a Londres.

—También tengo algo de dinero, pero está en mi tarjeta. Mi padre la cancelará en cuanto se entere —dije, riendo suavemente.

—Nos vemos mañana en el acantilado, el de la izquierda de la casa de tu tía. Allí organizaremos el dinero, los mapas y todo lo necesario —propuso con emoción.

—No puedo creer que estemos haciendo esto —comenté, aún procesando todo.

—Es una locura.

—Sí, definitivamente lo es, pero estoy dispuesta a hacerlo contigo.

Seguí riendo por el plan repentino y poco estructurado.

—Mañana partimos —dijo, abrazándome.

—Mañana partimos —repetí, emocionada.



⚠️AVISO⚠️

¡¡¡Holaaa!!!, espero estén bien, ocupo este espacio para informarles que estamos a nada de que esta historia termine o por lo menos esta parte de la historia de Eddie y Auden 👀👀. Ya solo quedan algunos capítulos más pero solo quería mantenerlas al tanto, y bueno agarren sus pañuelos que se viene los capítulos más tristes 💔

Mi verano en Australia [YA EN FÍSICO]Where stories live. Discover now