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Y la parte inferior de mi pijama, y su sonrisa sobre la misma almohada, y tras la misma noche, y en ese día que ahora ya no estaba como estaba él y como estaba yo.

Tal vez no fue más que eso, simplemente estar, como estaba él en mi cama. Había entrado varias veces, con esa serena y simple decisión de acostarse a mi lado, con la intención de un abrazo en mi brazo extendido.

No pegué un ojo en toda la noche, porque no dejé de pensar en él y en esas repugnantes marcas en su cuello. No le dije nada, no pregunté, solamente me fui de allí con un malestar en mi garganta, me eché en la cama desordenada y observé el techo por horas.

La mañana lenta, sentado en el comedor de mi casa, sin siquiera tomar algo del desayuno. Mamá me miraba de soslayo, pero no preguntó nada, y si lo hubiera hecho, de todas formas no habría respuestas, porque no sabría que contestar, porque tampoco sabía que pensar al respecto.

Decidí pasar la mañana en casa de mis abuelos para mantener la cabeza despejada. Eran apenas las siete de la mañana, tomé una campera y salí a la calle, no quedaba muy lejos. Todo lo que no lloré en la noche, lloré de camino a casa de mis abuelos, los minutos pasaron, y las lágrimas desbordaban por mis pómulos, ¿De verdad ya no sentía nada por mí? ¿Que eran esas marcas?5

"Ya no siento nada por ti"

"Te dije que te fueras"

Él... él era mi pequeño, me negaba rotundamente a pensar que estaba con alguien más, limpié mi nariz, que estaba roja por el llanto, y sequé mis ojos, sólo esperaba que no estuvieran tan rojos, mi abuelo pensará que me anduve drogando o algo.

— Mocoso, ¿Que haces aquí? —dijo apenas me vio en la entrada. Estaba pintando la cerca de color blanco.

— Hola abuelo —suspiré apoyándome en la cerca que aún no pintaba— ¿Puedo pasar?

— Sería un hijo de puta si te dijera que no, así que pasa, hijo. —hizo un ademán con la mano izquierda, ya que la otra la tenía ocupada pintando.

— ¿Quieres que te ayude?

— Si, toma el otro rodillo. ¿Que te trae por aquí?

— Necesitaba distracción.

— Oh ya veo, tienes esos problemas que tienen los adolescentes. ¿Se te rompió el celular? ¿Tu novia terminó contigo? ¿El juego que querías está agotado? Cuéntale a tu abuelo, mocoso.

— No, bueno, lo segundo... o algo así —tomé el rodillo y empecé a pintar la cerca.

— Pinta de arriba a abajo, me extraña que no sepas eso —me codeó, oh no, ya empezó con sus referencias a la masturbación.

Giré los ojos y sonreí, él me miraba con una sonrisa de lado. Mi abuelo era una de mis personas favoritas después de mi mamá. Me llamaba "mocoso" desde que tenía más o menos cinco años, todas las tardes mirábamos televisión y mi abuela preparaba bollos para la merienda, hacíamos largas caminatas y él comenzaba a quejarse del sol, también de los niños que andaban en bicicleta. Él siempre me transmitió confianza, y si algo no le gustaba me lo decía de frente, ¿Y si...

— ¡Minho! —gritó mi abuela saliendo al patio—. ¡Que agradable sorpresa! Adivina, hice churros y bollitos para el desayuno —aplaudió mirándome emocionada. Mierda, la adoraba.

— ¿Que estamos esperando? —froté mis manos.

— Vamos, hijo.

— Maldita rata, solo vienes a tragar eh—murmuró mi abuelo, y mi abuela le metió un bife.

𝙸 𝙷𝚊𝚝𝚎 𝚈𝚘𝚞 × 𝑚𝑖𝑛𝑠𝑢𝑛𝑔 ¹حيث تعيش القصص. اكتشف الآن