Especial de soborno.

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Pov Katsuki

Mi madre había insistido tanto que ella y mi padre se terminaron llevando a los niños por un fin de semana, para que –según ellos– tuviéramos tiempo a solas con Izuku.

Estábamos cocinando, Izuku cortaba las verduras mientras yo me encargaba de agregarle las especias a la salsa, por alguna razón iba muy lento, así que me acerqué y lo abracé para molestarlo.

—¿Podremos comer esas verduras hoy o tendré que esperar a mañana? –comencé a reír hasta que noté como poco a poco el cuello de Izuku se ponía más y más rojo, me agache un poco y su rostro estaba igual– ¿Sucede algo Deku?

Se giró a verme y se lo notaba nervioso, pero se acercó más a mi y negó, ahí lo entendí. Lo giré de manera lenta y posando mis manos en sus mejillas terminé de acortar la distancia besándolo de manera lenta, pude sentir sus brazos rodearme y sus manos en mi espalda.

Me separé de su cuerpo, apagué la hornolla y volví a pararme frente a él subiéndolo a la mesada sin avisarle sacándole un grito de sorpresa lo que me hizo reír.

—¿Por esto estabas tan pensativo? –asintió lentamente con sus mejillas aún sonrojadas lo que resaltaba más sus pecas– Sabes que si me dices que quieres algo lo haré, ¿verdad?

—Sí, lo sé. –sonreí y me acerqué a besar su frente.

—Entonces Izuku, mi amor, ¿desde cuándo debes contenerte cuándo tienes ganas? Y más si estamos solos, sé que es difícil con los niños aquí, pero hoy no están. –me sonrió y me abrazó por el cuello besándome él esta vez.

Mis manos fueron directo a su cintura apretándola pero sin llegar a ser brusco, apegando mi cuerpo al suyo lo máximo que pude. Sus piernas se enrollaron alrededor de mi cadera y el beso comenzó a volverse más demandante de su parte.

—Tranquilo, tenemos tiempo de sobra, vamos lento, de todas maneras vas a terminar gritando mi nombre... –lo cargué para ir a la habitación donde lo recoste sobre nuestra cama quedando sobre él comenzando a acariciar sus piernas mientras lo besaba.

Mi peliverde esposo prefería mil veces el sexo rudo a que hacerlo de manera lenta, pero desde que comenzamos a tener relaciones había notado que era así porque notaba que me costaba contenerme en marcar su cuerpo y hacerlo gritar de placer, a pesar de que siempre amé notar cómo se derretía bajo mi tacto suave y lento, su cuerpo se estremecía de una manera exquisita.

Y es lo que hice, besando cada parte de su cuerpo de manera lenta a medida que iba quitando cada prenda que cubría su cuerpo y me estorbaba. Con mis manos recorrí hasta el último rincón sintiendo cómo se estremecía bajo mi tacto y soltaba suspiros acompañados de pequeños gemidos. Me dediqué a amarlo en todo el sentido de la palabra por horas, tomándome mi tiempo, disfrutando de sus reacciones y de oír su melodiosa voz.

Hacer el amor con Izuku era una de mis cosas preferidas, la cercanía de nuestros cuerpos, el cómo sus tímidas manos recorrían mi espalda terminando sus brazos alrededor de mi cuello para que lo besara, los besos cortos que me daba en el cuello mientras estaba en su interior, el fuerte agarre de nuestras manos a uno de los lados de su cabeza, todo se sentía tan irreal, cómo tocar el cielo con las manos, aunque la mejor parte era terminar agitados con él sobre mi pecho y mis brazos rodeando su cintura.

Había recorrido tantas veces su cuerpo que me acordaba de memoria cada lunar que tenía, solía recorrer su piel acariciando con la yema de mis dedos algunos de ellos, lo que causaba una tierna risa en él.

Sus manos recorrieron mi torso sacándome de mis pensamientos, lo acerqué más a mi y besé su frente. — ¿Qué sucede Izuku?

— Kacchan, tú crees... –se detuvo unos momentos y esperé a que siguiera hablando mientras acariciaba su espalda– ¿Que seré capas de proteger a los niños si algo sucede? No hace demasiado que están aquí, ¿que tal si ellos deciden un día que ya no nos quieren cómo sus padres? Porque si le dicen a la asistente social que no están felices aquí se los llevarán y no volveremos a verlos y...

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