62 - Enferma de amor

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—Gracias. Déjala por donde puedas. —Termino de secarme las lágrimas y me restriego los ojos, aprovechando que estoy de espaldas a él.

—Ana me dijo que dormías cuando llegué. —Siento que se apoya en la cama. Por lo visto, Ani se calló la verdad.

—Sí. Me sentí cansada. Secuelas de despertarme por ella, cuidarla y luego limpiar —miento y me volteo.

—¡Vaya ojos! —contempla, sentado junto a la ropa doblada, y me acaricia la cabeza—. Esta mañana no estabas así.

—He conseguido el efecto contrario. —Sí, alejé a Ani en lugar de ganarme su amor.

—Ana te pegó la resaca —bromea—. La comida ya está lista. Un buen plato te pondrá como nueva.

—Ay, Eric, no tengo hambre. Antes de acostarme me llené picoteando tonterías. Eso fue por desayunar tan temprano. —Ojalá fuera así. Ya no sé lo que es el hambre. Tengo la garganta estrangulada.

—¿Va todo bien, hermanita? —Espero que no sospeche nada.

—Sí... ¿Cómo te fue a ti? —He de desviar la atención.

—Muy bien, aunque estoy un poco cansado. Yo sí tengo un hambre voraz. Te comería entera. —Se echa encima de mí y me mordisquea el abdomen con los dedos y los dientes. Las cosquillas me recuerdan que aún puedo reír, que estoy viva, aunque sea por un breve instante. Luego, él vuelve a peinar mi flequillo—. Estoy aquí para todo lo que necesites, hermanita. —Me besa la frente.

—Y yo para ti. —¿Cómo podría decirle que lloro por su novia? ¿Cómo podría decirle que su novia estuvo enamorada de mí antes de odiarme?

***

Aunque no comí con ellos y no me moví de la cama en todo el día, sí me les uno en la cena. Puede que Ani necesitara unas horas sin mi presencia para calmarse, para aplacar su rencor. Sin embargo, la gélida mirada con que me atraviesa hiela mi pecho. El frío que despide sobre mí me quema la piel, me hace temblar, me recuerda lo vulnerable que está mi desolado corazoncito. Me siento tan arrepentida de haber tocado su diario... y a la vez no porque ahora sé cuánto la quiero. Cambiaría lo que hice para que ella vuelva a ser la misma de antes, para que no se atormente por mi culpa.

—Estáis muy calladas. Hermanita, ¿estás bien? Casi no comes y estás pálida —resalta Eric. ¿Qué espera? Solo me he enamorado tan profundamente de dos personas en mi corta vida y he perdido a las dos de diferente manera. Soy una desgraciada. Ni un grano de arroz me pasa por la garganta. Parecen pedruscos. Además, han perdido el sabor. Todo ha perdido el sabor. Ni el agua es tan insípida como el mundo que ha diseñado Ani para castigarme.

—Estoy bien. Es que no tengo mucho apetito. —¿Qué más puedo decir?

—Tienes los ojos rojos también. ¿Te sientes bien? —Mi hermano no es tonto. Necesitaré una excusa mejor para que no sospeche la realidad—. Mírala, Ana, ¿no la ves con mala cara?

Aprovecho para mostrarle a Ani mi entristecido y arrepentido rostro.

—Tampoco está tan mal. —¿No, Ani? Te he llorado todo el día. He intentado disculparme. Me habría arrastrado si hubieras querido. ¿Qué más puedo hacer para que me perdones? Me siento como te hice sentir. ¿Por eso eres más dura conmigo? ¿Hay parte de venganza en tu odio hacia mí? Voy a lamentar ese error toda mi vida—. A lo mejor tiene conjuntivitis o está incubando alguna cosa. No te me acerques, eres contagiosa. —Actúa de maravilla frente a Eric, pero ni simulando la broma me sonríe.

—A lo mejor me contagiaste tú, ¿no crees? Trajiste la conjuntivitis a mis ojos y ahora me lloran. —Me ataste a un ancla y me arrojaste al mar. ¿Me lo merecía? Sí, pero ya he tragado suficiente agua.

La novia de mi hermano 1 [Disponible en físico + Extras]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora