30. Caer

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Mis padres vuelven a casa el día siguiente exactamente en el momento en que Lila me sirve un plato lleno de huevos revueltos y panecillos de mora azul que me gustan aunque le haya dicho tres veces que no tenía hambre. Ella me mira como si estuviera loca y la entiendo perfectamente, los panecillos son una delicia, sin embargo mi apetito es inexistente. Aunque tomo uno y le doy un mordisco porque no quiero hacerla refunfuñar de nuevo. Mamá es la primera en aparecer por la puerta, soltando las maletas y corriendo hacia nosotras para estrecharnos en un abrazo tan fuerte que se me cae el resto del panecillo. Arcoíris, el muy aprovechado, se lo come incluso antes de que éste toque el suelo. Perro con suerte.

Pero el gesto afectuoso de mamá no dura mucho, porque ni un segundo después está gritando histérica y replicando sobre el incidente de la comisaría, y a Lila sobre lo irresponsable que ha sido de su parte irse y dejarme sola. Ambas nos quedamos calladas y solo asentimos cuando creemos que es necesario. Incluso papá se muestra retraído y molesto, lo cual me hace sentir aún más culpable sobre lo sucedido. Al final de la reprimenda no sabría decir si estoy sorprendida o no por el resultado: dos semanas de castigo.

Sin salidas fuera de casa. Sin fiestas. Sin Cress.

Casi quiero replicar, porque dos semanas de castigo me dejan con una única semana de vacaciones antes de tener que volver a la escuela. Mamá me dirige una mirada que me dice que ni siquiera lo piense.

—Te quiero en casa en todo momento, ¿entendido? Nada de problemas, Indigo. Por favor.

Oh, señor. Ha usado el "Indigo". Y eso significa que estoy en más problemas de los que pensaba.

Le doy un asentimiento con la cabeza, acariciando el lomo de Arcoíris para tranquilizarme.

—Entendido.

Ella dirige entonces su furia hacia Lila, quien sigue comiendo tranquilamente.

—Tú también estás castigada, Lila. Dos semanas. Y nada de reality shows en la televisión.

Juro que mi hermana se torna un poco pálida ante la amenaza de mamá. Eso me hace sonreír verdaderamente, con la risa incrustada en mi pecho.

—¡Pero mamá...!

—Nada de "mamá" —Mi padre alza la voz y toma asiento en la otra silla del comedor, por lo que ahora los cuatro estamos sentados juntos—. Tenías que cuidar a tu hermana y lo sabías. No importa si ese muchacho Jones venía de visita, tu prioridad era cuidar de ambas.

Ante la mención de su nombre no puedo evitar retorcerme en mi asiento y desear volver a la cama, en donde seguramente pasaré mis dos semanas de castigo. Sigo con la mirada clavada en mi mano derecha, que se mantiene en el pelaje de Arcoíris, pero puedo sentir los ojos de Lila sobre mí preguntándome. Una mano se desliza bajo la mesa y la encuentro cálida y reconfortante, me da un apretón para recordarme su promesa de anoche.

No irá a ningún lado. Excepto, tal vez, a patearle las bolas a Jones en su hotel a unas cuadras de aquí. Que es de donde he tratado de evitar que vaya durante toda la mañana. No quiero meterla en más problemas. Además... el solo pensar en él cerca de mí o de mi hermana hace que se me revuelva el estómago. Haré lo que sea necesario para mantenerlo fuera de mi vida. Y por eso no puedo evitar el dolor, porque si quiero sanar esa herida que ha dejado en mí, necesito sentir. Sentirlo todo.

Incluso el miedo que se atora en mi garganta en este momento.

Tardo en encontrar las palabras exactas, no solo porque no hay una manera sencilla de decir esto, sino porque temo la reacción de mis padres. Es una revelación horrible. Es el peso que he cargado en mi corazón durante casi cuatro años y que no había aprendido como soltarlo.

Entre besos y olas✔️Where stories live. Discover now