23. Viaje a nunca jamás parte I

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No le digo a Cress sobre nuestra próxima partida de dardos, pero aun así se aparece al día siguiente en mi habitación con una sonrisa deslumbrante y los hombros desnudos y bronceados por el verano, alegando de tener otros planes para nosotros. Y a nosotros me refiero a todos nosotros: Lila, Beau, Holly, Aspen, Nikko, él y yo. Juntos. Un fin de semana en la casa de la playa en Malibú de sus padres, en la que hemos pasado el verano en años anteriores.

Solo que este año, nuestros padres no estarán allí para respirar sobre nuestras nucas. Es el último año de nuestras vidas como estudiantes de secundaria; el último verano para poder confesar mis sentimientos de una vez por todas antes de que sea demasiado tarde.

Así que aquí me encuentro, un viernes por la mañana, en una estación de gasolina con los dedos metidos en una bolsa de papas y escuchando el aterrador sonido del besuqueo entre Beau y Holly en la parte trasera del auto de Nikko Lovey. Los treinta tres grados solo lo hacen peor de lo que suena.

—Joder, cariño —escucho el siseo amortiguado de Beau y decido que es suficiente.

—Iré a comprar otra soda, ahora vuelvo. —Empujo la manija de la puerta del copiloto y le echo una mirada fugaz a la parejita por el espejo retrovisor—. Y por el amor de Dios, no quiero que este auto se convierta en el lugar en donde hicieron a mi futuro sobrino.

La risa de Holly es amortiguada por el sonido que hace la campana cuando cruzo la puerta. Me meto entre los pasillos hasta dar con Nikko y Lila, quienes están discutiendo por llevar pavo o comida precocinada para el viaje. Juro que la vena en el cuello de él está a punto de explotar, pero son sus ojos en los que me fijo a medida que me acerco. En serio, Nikko lo tiene mal por mi hermana mayor.

Y lo gracioso es que mientras ella resopla una y otra vez, él observa con ternura su cabello dorado. Incluso cuando lo abofetea en el rostro al ella girarse y enganchar su brazo con el mío, llevándonos en dirección contraria.

—La próxima vez que quiera acompañarte a la casa de verano recuerda avisarme primero que tendré que convivir con él todo el tiempo. Tal vez así sea lo bastante inteligente para negarme en primer lugar.

—Vamos, no seas tan dura con él. Sus ojos de cachorro casi me matan.

—¿Crees que soy dura con él?

Aprieto su mano sobre nuestros brazos enlazados y hago una mueca.

—Un poco, sí.

Aspen y Cress ya están empacando toda la comida al final de la caja registradora en silencio y sin discutir entre ellos, por lo que llevo una victoria al menos. Pagamos el resto de la comida enlatada y el chico de la caja se pierde unos segundos en el escote de Lila sin que ella se dé cuenta. Contengo mi risa ante la mirada asustadiza del chico al encontrarse con un gorila de casi dos metros gruñéndole en silencio, o eso es lo que parece Nikko cuando se alza al lado de mi hermana.

Él deja un billete de diez sobre la cinta transportadora y sisea otro gruñido sobre el chico, lo que hace que él asienta con fuerza y murmure algunas disculpas a Lila, quien ya está recogiendo las bolsas y desapareciendo de la tienda junto con Aspen y Cress.

Veo a Nikko suspirar, sus hombros anchos y de deportista se hunden junto con su mirada lastimera.

—¿Puedo preguntarte algo? —le digo. Salimos de la tienda y caminos en dirección a su Jeep.

—Depende, pequeña Hendrix.

—¿Por qué sigues intentándolo? —me detengo a medio camino—, no es que no crea que le gustes, pero ella... no creo que sea la persona más dulce contigo.

—¿Estás preocupada por mi pobre corazón de roble? —Me aprieta la mejilla como cuando éramos pequeños y mi respuesta es empujar sus manos fuera, pero con una sonrisa cómplice—. Es complicado.

Entre besos y olas✔️Where stories live. Discover now