La novia de mi hermano 1 [Disponible en físico + Extras]

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—No hará falta... —Su voz flaquea, pero su cuerpo actúa bajo un fuerte impulso al acogerme entre sus brazos—. ¡Perdóname, Laurita! ¡Perdóname! —Puedo sentir su arrepentimiento a través de la forma en que me aprieta—. No sé qué me ha pasado. Tengo tantas cosas en la cabeza. —No entiendo qué la atormenta, pero correspondo su abrazo en busca de consuelo y firmeza, algo de lo que carezco en este instante—. Soy lo peor... —Aunque se martiriza en pleno llanto, se aferra a mí como si yo fuera el pilar que necesita para sujetarse, para resistir—. Perdóname...

—Ani... —articulo con voz temblorosa—. ¿Puedes... besarme? Por favor... —Necesito una prueba de su amor, de que sigo siendo importante para ella, y un alivio para sanar la herida que me escuece.

—No necesitas pedírmelo... —musita con cariño. El simple hecho de que acceda es suficiente para reconfortarme.

Ani frota su pómulo con el mío. Las húmedas y amargas lágrimas no me privan del agradable roce de su tibia piel. Su cálido aliento baña mi oreja y parte de mi cuello cuando en una caricia sumerge los dedos en mis cabellos. Yo también me dejo cautivar por su radiante fragancia hasta que ella me toma por la nuca y secuestra mi boca con la suya. Estamos destinadas a secar el rastro de nuestro dolor con amor. El sabor salado del sufrimiento se diluye en nuestra saliva hasta desaparecer.

Un beso de Ani es la mejor cura para mi corazón herido. Prácticamente visualizo que la oscura grieta que se había creado en mi alma se sella. Luz, luz es lo que resplandece y desintegra el abismo de aflicción que me engullía. El besuqueo tan fogoso como tierno aplaca nuestro llanto y despeja mi mente.

Con los ojos cerrados, solo veo nuestras lenguas despidiéndose con una romántica danza. Nuestros labios también se dicen adiós igual de amorosos, chupándose con gentileza, prolongando la última caricia como si no quisieran separarse. Gracias a que me he calmado, reúno la voluntad suficiente para renunciar a la boquita capaz de enloquecerme. Enseguida aprecio la pacífica expresión de Ani, lo que significa que el beso le ha sentado muy bien. Ambas nos secamos la huella restante de nuestras lágrimas y nos entregamos con la mirada. Sé que ese beso ha simbolizado el poder dormido de nuestro amor.

—Ani, ¿puedes decirme qué ha pasado? —Ahora que estamos más relajadas y unidas por un vaivén de dulces caricias, me parece oportuno indagar en su tormento.

—Me he estresado, Laurita, lo siento. Suspenderé Filosofía por ese examen —contesta, pero tengo la sensación de que hay algo más, algo que se calla. Ani no es del tipo de chica que explotaría por un suspenso como Patricia.

—No, yo te ayudaré a estudiar y aprobarás fácilmente. Mañana hablaré con el profesor para expli...

—¡No! —me interrumpe de forma tajante. Percibo la exaltación en sus ojos, y un temor que llega a preocuparme—. No, olvídalo... —Intenta disimular su alteración suavizando la voz, pero eso solo consigue que me intrigue más—. No vayas a su despacho, dame tu palabra. —¿Qué pasó en ese despacho para perturbarla de esa manera? No es normal que me implore que no vaya al despacho de Ricardo.

—Vale, no lo haré. Te lo juro. —Pero estaré más atenta a tu relación con ese profesor. Si está siendo injusto contigo de alguna forma, lo descubriré y haré que se arrepienta.

***

No quise dejar a Ani sola en ese estado tan angustioso. Me necesitaba, necesitaba a su Laurita. Por ello, decidí cambiar mis planes mientras ella estaba en el baño. Llamé a Aura para avisarle de que pasearíamos otro día. Eso equivalía a que también pospondría la investigación de Angie.

El bienestar de Ani es mi prioridad, por lo que preparo una bandeja con un tentempié irresistible: golosinas y un par de tazas de batido de chocolate, la debilidad de Ani. Atravesando el pasillo con sumo cuidado, ya que no coordino bien la bandeja con la bebida encima, Ani sale del baño y me ve en acción. No fui lo suficientemente rápida como para preparar la sorpresa en el salón.