Capítulo 11

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  —No... —dijo Isabel negando no solo con sus palabras sino también con su cabeza y todo su cuerpo en realidad—. Esto es una broma ¿verdad? Una broma de muy mal gusto.

—No Isa, no es una broma... Por favor acepta este anillo y mi sincera propuesta —mencionó suplicante José Manuel.

  —¡No! Es que no puedo, entiende, no comprendo ¿Cómo? ¿Porque?

—Es muy sencillo gordita —la observó cerrar los ojos, con dolor ante ese apelativo que usaba cuando eran jóvenes— me he dado cuenta que te sigo queriendo, te sigo amando, te amo Isabel... Te amo.

— Lo descubriste de pronto, en unas horas ¿no? Antes no me dijiste nada, en la oficina... —cae en cuenta— Aunque si fuiste muy amable, me sorprendió de ti.

José ríe un poco — Sabía que ibas a pensar eso pero no, nada más lejos que la realidad, me tomó muchos días, casi dos semanas darme cuenta de mis sentimientos por ti. Y quería que esto fuera una sorpresa, por eso en la empresa no te dije nada.

— ¿esto es en serio José? ¿No es solo por salvar la empresa? —desconfiada.

Entendía que tuviera miedo pero el se propuso convencerla a como de lugar así tuviera que suplicar. — Eso es algo que podríamos salvar en el camino pero no es el motivo principal, te he dicho ya, te amo, la vida nos está dando una nueva oportunidad y pienso aprovecharla ¿tu no?

Isabel lo miró por segundos eternos hasta que por fin sonrió —Tienes razón, hay que aprovechar esta nueva oportunidad.

— ¿eso es un...?

— Un si José, si me caso contigo, si, si, mil veces si —se inclina sujetando su rostro y uniendo sus labios en un cálido y muy esperado beso, era lento, completamente tierno.

Ambos sintieron ese renacer en sus corazones, si bien se habían besado antes ya desde su reencuentro, este beso era diferente, con otro tipo de emociones de por medio.
Terminaron el beso estando ambos de pie, suspiraron y abrieron los ojos lentamente a la par.

—Te amo José, sino te he dejado de amar un solo momento, dudo poder dejar de hacerlo alguna vez.

— Lo sé goedita —la mira con ternura y le acaricia la mejilla de la misma manera— No prometamos nada ¿si? Tenemos que volver a conocernos, iremos poco a poco.

Asiente — Y seamos siempre honestos por favor, si algún día dejo de ser solo yo, quiero que me lo digas, odio las mentiras.

Respira profundo — Yo también las odio, seremos totalmente honestos... Ahora, prometida mia... —baja la vista a sus manos, le sujeta con firmeza la suave y delicada extremidad y desliza el frío metal plateado con un generoso cristal por el dedo anular, al terminar la mira sonriendo, ella se mordía el labio inferior, su emoción desbordaba y el no resiste probar esa boca una vez más.

Esta vez Isabel se desborda de necesidad por un buen beso, se pega a él y lo envuelve con sus brazos por el cuello, abre su boca y recibe su lengua, todo su cuerpo se estremece y gime de impaciencia. El beso era ardiente, muy sensual, él por su parte movía las manos en su espalda y cuando esgaba a punto de bajar a su trasero se detenía y la pegaba a su cuerpo, haciéndole sentir que también la desea.
Separan sus bocas agitados porque Carmen llamaba desde la puerta.

— ¿que dices? —levantando la voz a la mujer para que lo escuchara.

— El juez Fernández está al teléfono, lo busca.

—Ahora voy Carmen.

— ¿El juez Fernández? —preguntó Isabel, extrañada y sorprendida a la vez.

La mujer de los Álvarez Where stories live. Discover now