Capítulo 3

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Una pequeña broma

— Te saliste con la tuya al final ¿no?

Aquella conocida voz la regresó al presente. Sin prisa se dio la vuelta encarando a su antiguo amor. Estaba sin camisa y mejor aún que en pasado, sus músculos marcados, bien tonificados y más bronceado ¿habría disfrutado en la playa solo o acompañado? Pensó Isabel pero luego dio un trago alejando esos pensamientos de ella.

— Si eso es lo que dices -levanta los hombros- si me disculpas, estoy muy cansada.

— Me imagino, debe ser cansado enredar a un viejo solo para conseguir un lugar en la industria y está familia, como siempre lo habías deseado y de una u otra manera lo ibas a obtener.

Isabel permaneció en silencio y estaba decidida a irse, pero la mano de José Manuel la tomó por el brazo haciéndola regresar, quedando un poco más cerca de él.

— primero yo, después mi hermano y ahora mi padre ¿es que no te da vergüenza? Mira que acostarte con los tr...

Antes de que pudiera terminar la frase, la mano de Isabel se estampó en su mejilla callandolo.

— A mí me respetas, te lo dijo tu padre, o aceptas esto o te olvidas de tu vida de rico -exclamó sin una pizca de cobardía, al contrario.

— ¿cómo te atreves? -tocandose la mejilla- me das asco.

— Me importa muy poco lo que provoque en ti, pero procura no decírmelo nunca más, tu futuro está en mis manos... Hijo.

Su quijada se tensa - ¿me estás amenzando?

— Quizá.

Por un momento ambos se perdieron en la mirada del otro hasta que otra voz conocida los sacó de esa tensión.

— Muchachos ¿discutiendo de nuevo?

— No no, nada de eso, solo hablábamos un poco ¿verdad José? -finge muy bien una sonrisa mirando a su hijastro.

— Eh si, si papá, todo bien es que... Aun me parece irreal todo esto ¿sabes?

— Lo entiendo hijo y me disculpo de nuevo, debí avisarte pero para ser sinceros, corría el riesgo de que no vinieras.

— Es verdad, pero bueno... -Se quedan en silencio los tres por un momento- yo me retiro, solo bajé a comer algo pero ya me vuelvo a dormir.

— Recupera fuerzas que mañana volvemos a la acción en la empresa. Necesito que ambos vayan a firmar la asociación.

— De acuerdo padre... -mira a Isabel y solo hace un movimientos leve de cabeza- permiso.

Da la vuelta y sube a la habitación nuevamente.

Isabel suelta todo el aire contenido. Siente a Rubén abrazarla y apoya su cabeza en su pecho.

— Lo sigues queriendo ¿verdad? -pregunta aquel hombre.

Levanta su rostro mirándolo - ¿quieres que te sea sincera?

Sonreí — Déjalo así cariño, aunque mientas yo sé la verdad. Anda, vamos a descansar, lo necesitas.

— Vamos -así abrazados van a las escaleras y comienzan a subir- tu hijo es muy tonto ¿sabes?

— Tal vez, pero es un buen chico. Sigue cegado por la rabia pero eso cambiará, dale tiempo.

— Me dan ganas de darle un millón de cachetadas.

Ríe de nuevo - Tranquila fiera.

Sonríe Isabel —bien, eso no puedo hacerlo, destrozaria mi mano para nada... Pero, si puedo hacerlo pasar un mal rato.

— Mm esa cabecita ya anda haciendo ideas retorcidas ¿que tienes en mente?

— Ya veras -lo toma de la mano y hace que entren a la habitación principal, allí donde el dormía y justo al lado estaba la de su hijo. — Tu sígueme la corriente -le susurra mientras se quita los zapatos y se sube a la cama.

— pero ¿qu... -se calla por la señal de ella.

De la nada Isabel comienza a brincar en la cama, rápido, para que fuese notorio aquel movimiento. Rubén pronto captó lo que trataba de hacer y por poco suelta la carcajada, mejor se tapó la boca y se dedicó a mirarla y negar.

Isabel sonreía, divertida por su travesura. Mientras José Manuel en su habitación comenzó a escuchar aquello, pues, apenas oyó la puerta cerrarse, paró oreja, como comúnmente le llaman al chismorreo.
Todo su cuerpo se tenso ¿cómo se atrevía? Era una descarada, una bruja. Empezó a caminar por la habitación como león enjaulado.

Paralelamente en la habitación contigua Isa estaba de lo más divertida. Incluso comenzó a emitir suaves pero audibles gemidos, Rubén la había querido detener pero había sido imposible hasta que remató con un grito, bastante creíble a decir verdad ¿y cómo no? Varios orgasmos había tenido que fingir en su vida.

Casi inmediatamente después de escuchó la puerta de la habitación de al lado azotarse con fuerza, luego otra, que supuso era la del despacho.

Isabel se derrumbó en la cama exhausta pero aún con muchísimas ganas de reír.

— Lo vas a traumar.

— No me importa, se lo merece, te juro que se lo merece... Hubiese pagado lo que fuera por ver su cara.

— Por cómo se escuchó, reaccionó bastante mal. Eso quiere decir que te sigue queriendo.

Se pone seria — No Rubén -rara vez lo llamaba por su nombre, eso significaba que la cosa se puso seria- eso es imposible. -se sienta en la cama y exhala — Nuestro amor murió junto con Ángel.

— Aún no encuentro la manera de disculparme como te mereces por todo el daño que te hizo mi hijo -se sienta a su lado y le toma las manos con mucho cariño.

— No es tu culpa Rubén, solo de él. Y el daño que causó no tiene remedio. -sonríe un poco, me da un beso en la mejilla y se levanta- me voy a dormir.

— Descansa hija, recuerda que mañana tenemos la reunión en la empresa.

— No lo olvido, me iré contigo para checar otros asuntos antes.

— Bien, te veo en el desayuno entonces.

Isabel sale de la habitación con cuidado y se metió a la siguiente que es donde se quedaba desde que volvió a entrar a esa casa, jamás había compartido habitación con Rubén, como seguramente ahora pensaba José Manuel. No se preocupaba porque allí era la de huéspedes, no existían recuerdos de ella con José Manuel. Sin embargo el fantasma de Ángel seguía rondando cerca y eso la hizo tardar en dormir un poco.

Mientras tanto en el despacho, José Manuel yacía sentado en el más grande sofá, con la mirada en un punto fijo y un vaso de cristal con whisky dentro. De nuevo los recuerdos lo azotaron, más dudas aparecieron, se preguntaba porque su padre no la odiaba, cuando el aún no superaba ese dolor de perder a quien creía el amor de su vida y a la vez a su hermano.

La mujer de los Álvarez Where stories live. Discover now