Capítulo 19

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  A Cassius le dolían los músculos, que la adrenalina había recorrido durante horas como preparación para la acción. Sentado en el coche, no había podido descargar toda la epinefrina al torrente sanguíneo. Podía sentir los latidos del corazón y empezaba a dolerle mucho la cabeza.
 
  La capitana iba acomodada en la parte de atrás y hablaba por el móvil con Gómez, el capitán de la unidad de policía. Ya se había repetido varias veces, lo que hacía pensar que el capitán Gómez no tenía muchas lucesqu Cassius quería quitarle el teléfono y gritarle: «¡Maldita sea! Vamos hacia su insignificante ciudad para hacer nuestro trabajo. Apártese de nuestro camino y nadie saldrá herido».
 
  Notó que Max lo miraba de soslayo con una expresión de preocupación y trató de relajar las extremidades, pero las tenía agarrotadas y le dolian por todo el azúcar acumulado en el sistema nervioso a causa del estrés. Y aunque sonrió a su compañero para tranquilizarlo, pudo leerle en la cara que su sonrisa había sido más bien una mueca.
 
  La capitana colgó el móvil.
 
  - Confiaba en resolver esto por la vía más sencilla, pero el capitan insiste, en que pasemos por su oficina para hablar con él.
 
  - ¡A la mierda! -gruñó Cassius - . No tenemos tiempo que perder jugando a ser amables con un melón de pueblo. Aika está en peligro.
 
  - Di' Fiore ... -empezó a hablar el teniente, pero la Capitana lo cortó.
 
  - Sé que está nervioso Cassius, pero necesitamos la ayuda del capitan de la policía . Él conoce bien la zona y nosotros no. Él conoce bien a la gente que vive allí y nosotros no. Él conoce todo por allá y nosotros no.
 
  - Le he dejado unirse a esta operación a sabiendas de que está usted implicado personalmente... - intervino el teniente con la voz dura.
 
  - Teniente, yo no... —explicó Cassius.
 
  - Pare -lo interrumpió su jefe-. Usted tiene algo que ver con la mujer secuestrada, y ésa es una implicación personal. Así que, si no quiere que le dejemos aquí mismo, mantenga el pico cerrado y obedezca las órdenes, ¿me ha entendido?
 
  Su formación militar prevaleció y Cassius se tragó su rabia.
 
  - Sí, señor. Gracias, señor. La mirada del teniente se suavizó.
 
  - La traeremos de vuelta, hijo. No debe perder la confianza.
 
  - Sí, señor.
 
  En lugar de añadir algo que pudiera dejarlo fuera de aquel coche, Cassius se calló y apretó las mandíbulas con tanta fuerza que acabaron doliéndole los dientes. Miró por la ventana el paisaje que iban dejando a su paso.
 
  Aunque mantenía la mirada fija en el exterior, con la mente seguía visualizando a Aika, tal y como la recordaba en la cena de la noche anterior. Apenas doce horas antes, le había prometido que la protegería. Y ahora ella se encontraba en manos de un cabron . Su preciosa y divertida Aika, tan llena de sorpresas y contradicciones, estaba ahora con Maike Nollen. «Si le toca un pelo de la cabeza, lo mataré. No me importa si me paso en la cárcel el resto de mi vida. Habrá valido la pena. Aguanta, nena, enseguida estaré contigo».
 
  ^^^^^
 
  Aika estaba sentada en un taburete alto situado en el centro de lo que el constructor debía de haber imaginado como sala de cine: una habitación amplia y cuadrada sin ventanas y pintada en gris oscuro. Y ahí es donde acababa todo parecido con una casa normal. Nollen la había llamado su «sala de juegos». De las paredes colgaban tiras de sujeción para muñecas y tobillos, y un aparador de caoba y cristal servía de mostrador para los látigos y las fustas. A la izquierda de Aika se extendía una estrecha camilla llena de estribos, y a su derecha, había una especie de instrumento de madera con cadenas y poleas.
 
  Había algo muy dramático a la vez que teatral en aquel lugar, como si se tratara de un decorado para una obra de teatro. No obstante, con todo lo que sabía acerca de él y de sus perversas inclinaciones, no le cabía duda de que aquel lugar era exactamente lo que parecía: una sala de tortura. El suelo, también gris, estaba recubierto de pizarra; la sangre se limpiaba mejor en la piedra que en una moqueta.
 
  Estaba a punto de desmayarse del miedo que aquel sitio le producía. El cuerpo, sacudido por una repentina oleada de terror, parecía habérsele cerrado. Los temblores y el castañeteo de los dientes de hacía veinte minutos habían desaparecido y había dado paso a una suerte de reposo atenazador. Por contra, el cerebro se mantenía en alerta máxima y procesaba con nitidez todo lo que ocurría al tiempo que le proporcionaba instantáneas sugerencias. «Cassius está buscándome. Sabrá que Nollen me ha secuestrado. Él y la policía me encontrarán. Sólo tengo que aguantar hasta que aparezcan».
 
  Maike Nollen paseaba por la habitación mientras escogía juguetes sexuales y acariciaba los artilugios que colgaban de la pared. Se había quitado el abrigo y la corbata, y ahora llevaba las mangas de la camisa remangadas.
 
  Sus hombres hacían guardia uno al lado del otro delante de la única puerta, ahora cerrada, de la sala.
 
  Aika pensó en todo lo que había aprendido sobre Nollen en los últimos meses en que había estado espiándolo. «Es un sociópata y un sádico que usa la dominación y el sadomasoquismo para satisfacer su necesidad de provocar dolor a las mujeres y controlarlas. Quiere hacerme temblar y conseguir que llore y acabe rogando. Eso es lo que le produce placer, mucho más que el acto sexual en sí mismo. Lo mejor que puedo hacer es seguir resistiendo sin dejar que vaya minándome poco a poco hasta romperme en pedazos. Si no se sale con la suya, irá a más. Podría matarme aunque no tenga intención de hacerlo y sólo por su empeño en ganar. Eso no será muy difícil -oyó una voz en su interior-. Estás muerta de miedo. Nollen acabará contigo de todas formas. Y le encantará hacerlo. Ponte fuerte, joder, Aika tu no eres débil».
 
  Él cogió algo que parecía un gato de nueve colas. Acarició las tiras de cuero en un gesto repulsivo que a Aika le costó mirar.
 
  «Está todo pensado para ir asustándome cada vez más. Genial, pues no lo conseguirás tan fácil, aunque, como la habitación, todo es puro teatro Nollen se volvió y dio unos pasos hacia ella.
 
  - Bien, Aika, ¿estás lista para decirme todo lo que sabes?
 
  - Fue un conocido - mintió-.
 
  - ¿Porque metiste la nariz en mis asuntos...? —quiso saber. Se inclinó hacia ella y le pasó el mango del látigo a lo largo del cuello.
 
  Aika no necesitó fingir que inspiraba profundamente.
 
  - Porque no quería que una mierda como tu se metiera con el legado de mi padre, ni lavara su asqueroso dinero a costa mía. -por lo menos aquello era cierto.
 
  - ¿Y por eso mira donde estas ahora? -el brillo de los ojos de Nollen era malévolo, aunque no tanto como su evidente erección.
 
  Aika trató de encogerse.
 
  - No pienses que me intimidas Nollen, aunque veo que te pone mucho tenerme así - sonreí burlonamente-
 
  - ¿Y quién era ese conocido? ¿Cómo se llamaba?
 
  - No recuerdo el nombre. Era de mediana edad.
 
  - Bien, eso es una mentira - parecía encantado de haberla pillado. Hizo un gesto a sus matones - Desnudadla.
 
  Aika saltó del taburete. - Cabron sabes que no puedes hacer eso, te juro que te pegaré un tiro en cualquier momento.
 
  En lugar de responder, Nollen se dio la vuelta para abrir el mueble mostrador. Pasó la mano por la gran variedad de látigos, fustas y varas que poseía.
 
  Ella se alejó de los matones hasta que se topó con la camilla.
 
  - No se acerquen a mi.
 
  Uno de ellos la agarró y la sujetó mientras el otro le arrancó la ropa. Fue rápido y brutal, y, de algún modo, peor aún por lo impersonal del ataque. Ninguno de ellos parecía sentir ni placer ni lujuria. Aquello no era más que su trabajo. La blusa, el sujetador, la falda y las bragas formaron enseguida un montón de tela rasgada a sus pies. Aika se había quedado desnuda y descalza.
 
  Una semana antes, esto abría sido reducido a un charco de sangre, sin embargo, en este tiempo, desde que había conocido a Cassius, habían pasado muchas cosas.
 

  

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