Capítulo XVI Destruir Lo Que Se Ama - Parte I

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—Lamento lo que dije... —insistió Maurice.

—No te mereces lo que siente Vassili por ti —continuó cada vez más furioso—. Ni lo que yo siento por ti. Eres un idiota que nunca ve más allá, que nunca piensa en que los demás sangramos si nos cortas con esa lengua viperina que debes haber sacado del mismo infierno.

—Raffaele, no sigas —intervine, temiendo que la discusión degenerara en algo más grave.

—Eso te digo yo a ti, Vassili —declaró con un tono mordaz—. Deja de sentir amor por esta estatua de mármol. Deja que se vaya a Roma y muera de hambre con sus amados jesuitas. Y ya que hablamos de amores estériles y sin futuro, viene bien recordarte, mi querido primo, lo inútil que es tu aspiración de seguir en la Compañía de Jesús. Carlos III está decidido a extinguirla, y yo seré el primero en aplaudirlo cuando lo consiga.

—¡Maldito! —rugió Maurice lleno de furia.

Los dos estaban dispuestos a pasar de las palabras a los puños, así que me coloqué entre ellos luchando por separarlos. Siguieron diciéndose lo peor que se les ocurría, hasta que escuchamos a Miguel llamando a Raffaele a gritos. Se oía tan furioso que casi me convencí de que estaba al tanto de nuestra conversación.

Salimos al corredor para saber que quería. Apenas vio a Raffaele se abalanzó sobre él y lo arrojó al suelo de un puñetazo.

—¡Forzaste a Sophie! —le acusó encolerizado—. ¡Eres un malnacido!

Intentamos sujetar a Miguel mientras el otro se levantaba y se quedaba mirándole conteniendo su ira.

—¿Qué haces Miguel? —intervino Maurice, intentando calmarlo.

—No te metas, Maurice. Este miserable tomó por la fuerza a Sophie.

—¿Eso te ha dicho ella? —preguntó ofendido Raffaele.

—¡Así es! ¡Te haré pagar por todas tus afrentas! —Nos hizo a un lado y abofeteó a Raffaele—. ¡Quiero un duelo!

Aquello fue asombroso. Devastador. Aterrador. Miguel venía a barrer todo los sentimientos desatados esa mañana con su augurio de muerte. La dama de negro volvía a presentarse en el palacio y esta vez para reclamar a los primos de Maurice.

—¿Te has vuelto loco? —exclamó mi amigo—. ¿Cómo puedes querer un duelo por Sophie? ¿Cómo puedes creerle a esa arpía?

—No tiene por qué mentirme.

—¿Qué no? Tú mismo me has dicho que ella está enamorada de Raffaele. Como él no le hace caso, debe estar desquitándose de esta manera. ¿Cómo es que caes en su juego?

—¡Porque sé de lo que él es capaz!

—¿De qué hablas? Raffaele nunca...

—Maurice, deja que las cosas sean como son —declaró Raffaele, recuperándose de la sorpresa—. Si Miguel quiere que todo termine en un duelo, está bien.

—¡No! —Gritó Maurice y siguió insistiendo, pero ninguno cedió.

Eligieron usar pistolas en el duelo. Miguel fue a preparar la suya. Maurice lo siguió con la esperanza de convencerlo de volverse atrás. Yo seguí a Raffaele hasta su habitación con la misma intención.

—¡Tienes que detener esta locura!

—Es lo mejor, Vassili. Ya no soporto más.

—Es un malentendido provocado por Sophie.

—Miguel le creyó y no puedo culparlo, después de lo que le hice.

—Raffaele pide perdón, reconcíliate con él.

Engendrando el Amanecer IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora