Capítulo XVI Destruir Lo Que Se Ama - Parte I

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Aquel día fue uno de los más raros de mi vida. Si lo pienso bien, he tenido el incómodo privilegio de vivir más días extraños de los que hubiera deseado. Días en los que he pasado de una emoción a otra completamente contraria en un instante. Mientras aún estaba paladeando la tragedia de Sora, pasé a experimentar la dicha de creer que Maurice me amaba, para después tener que beber el cáliz de la angustia más letal. Sufrí más que nunca lo fatigoso que puede ser vivir.

Desperté poco después de quedarme dormido creyéndome el hombre más feliz del mundo. Salí de mi habitación para buscar algo para desayunar y escuché gritos que venían del salón de música. Se trataba de Maurice y Raffaele discutiendo.

Por lo que escuché desde la puerta, Maurice insistía en que yo era una víctima de su primo. Raffaele soportaba con estoico silencio las oleadas de gritos cada vez más violentos y venenosos. No pude tolerarlo más y entré.

—¡Maurice, déjalo en paz! Todo es culpa mía.

—No, es su culpa. Él te metió esas ideas en la cabeza.

—El beso que te he dado no responde a una idea Maurice, sino a lo que siento. Y mis sentimientos han surgido al conocerte. Te amo y...

—¡No digas eso otra vez! Tú no me amas, más vale que no me ames como un hombre a una mujer, porque te juro que no te lo perdonaré.

—No, Maurice, yo...

—Lo tuyo es una ilusión, un desvarío.

—No, lo que siento por ti es lo más cierto que tengo en este momento.

—Eras un jansenista observante, que pasó a ser un borracho libertino, para luego llevar una vida en la que ni avanzas ni retrocedes. Eso es lo que te pasa.

—Maurice, no seas cruel —le regañó Raffaele.

—Tú no te metas.

—Ten cuidado con lo que le dices o vas a terminar hiriendo a Vassili.

—¿Y qué debo hacer? ¿Debo quedarme callado cuando veo a mi amigo en tal estado de confusión?

—Escúchalo...

—No dice más que falacias que se cree porque está ofuscado. Vassili, tú no puedes estar enamorado de mí.

—¡Pues lo estoy! —declaré— ¿Cuántas veces debo decírtelo para que me creas? Te haría el amor ahora mismo si te dejas.

—No vuelvas a decir eso —protestó, mostrándome amenazador su puño cerrado.

—Es la verdad. Échame de tu lado o acéptame, pero deja de llamar falacia a lo que siento.

—Es que no puedo llamarlo de otra manera. El amor entre dos hombres no es más que una ilusión vana, una atracción estéril y sin futuro, una perversión de la lujuria desbocada. ¿Acaso no has aprendido nada viendo a Raffaele y Miguel? ¿No te ha dicho Raffaele que fueron amantes? Lo único que les ha dejado su relación es dolor y odio.

Apenas pronunció estas palabras, se arrepintió. Lo vi en su rostro. Cuando contempló a su primo bajar la cabeza como quien va a recibir el espadazo fatal el día de su ejecución, se dio cuenta de que lo había herido. Maurice solía esgrimir su punto de vista sin prestar atención a cómo hacía sentir a su interlocutor, pero al menos ese día, comprendió que era capaz de causar dolor con sus afilados razonamientos.

—Raffaele, yo... —dijo, intentando disculparse.

—No digas nada más. Tienes razón. Se lo advertí a Vassili, amar a otro hombre es doloroso. También debí advertirle otra cosa, que eres cruel, Maurice, y amarte siempre va a sentirse igual que tener un puñal desgarrándonos las entrañas.

Engendrando el Amanecer IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora