14 | Maldiciones.

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Estaba cayendo una fina y delgada lluviecita por las mangueras que regaban las plantas. El beso se sintió que fluyó con más naturalidad que los dos anteriores, puesto que ella puso ambas manos en su pecho y él en su cintura. Fue lento al principio. Disfrutaban besándose. Pero Helen no pudo controlar la extraña sensación que la embargaba y que ciertamente desconocía -pero que Marcos sabía bien que era deseo- y recorrió su cuerpo apenas unos centímetros hasta dejar las manos en su cuello.

Marcos sintió un escalofrío subiendo por su columna y supo que tendría que parar, para Helen el deseo seguía siendo una sensación silenciosa, pero poderosa que no podía controlarse hasta que no fuese identificada. Pero sin notarlo, apretó su agarre en la cintura de ella.

Helen ni siquiera sintió esto, besar a Marcos era algo magnético, adictivo, quería hacerlo siempre. Él por su parte estaba gozando de ser el fuego que le daba calor. Eran como dos fichas de un rompecabezas que encajaban a la perfección. Ella aprendía rápido y eso lo volvía loco. En otras circunstancias en las que estuviera más consciente no habría hecho lo que hizo, porque habría pensado que la asustaría su atrevimiento, pero en ésta ocasión pasó las alarmas de su cabeza por alto e introdujo con lujuria su lengua en la boca de ella.

Para Helen no había nada que pudiera suceder que mejorara un beso, pensó que ya lo sabía todo. Pero luego eso sucedió y todos los radares de su cuerpo le gritaron "¡Aléjate!". Se había sentido tan ridículamente bien, que batalló por unos segundos. Marcos sólo lo había hecho una vez, supuso que había sido instintivamente, por lo que consideró innecesario detenerse, pero al cabo de un par de segundos se aventuró a intentarlo por segunda vez. Helen llevó sus dos manos a los costados del abdomen del chico y tiró de su camisa hacia ella. Estaba actuando sin pensar, sabía que ya había sido suficiente, pero Mark se apartó de ella.

***

Violeta llevaba puestos los audífonos y con la cuchara y el tenedor de plástico que daban en la cafetería para almorzar, estaba simulando tocar una batería contra la mesa del comedor. Jhon le tiró una arveja y ésta le dio justo en la cara, ella se la regresó y ambos empezaron a reír y batallar con los vegetales.

— No jueguen con la comida. — Nicolás pasó por la mesa, cargando su comida. Tras él iban Helen y Heidy. Los amigos de Marcos intercambiaron una mirada cuando vieron a la segunda chica Hedrickson.

— Oh, ahí está. — anunció Violeta, quitándose un auricular — ¿De verdad se lo dirás ahora?

—Te dije que lo haría ¿No? — Jhon descolgó su mochila del espaldar de la silla y la puso sobre la mesa — La pobre va a odiarme por el resto de su vida.

—Es tu culpa. — acusó Mark, mascando un poco de ensalada. Vio por sobre su hombro que Christofer acababa de ingresar al comedor con sus dos amigos. — Violeta y yo te dijimos que no lo hicieras.

—Te lo mereces. — concluyó la voz monótona de Violeta. Había dejado claro que sí se había molestado por lo que su mejor amigo había hecho, era porque ella sabía lo que se sentía ser utilizada y posteriormente dejada. Sentía empatía por Heidy.

Jhon le dedicó una mirada de molestia y se puso de pie. Iba a decirle que ya no salieran más, que lo de la otra noche había ido muy lejos, que realmente no pensaba lidiar con ese tipo de situaciones, que lo perdonara por haberle mentido la otra noche. Iba repasando todo ese monólogo interno mientras caminaba hacia la mesa. Pudo escoger otra hora, una en la que ella estuviera sola, una en la que Helen y Nicolás no estuvieran presentes, o mínimo cerca; pero necesitaba del valor que sus amigos le infundían, de la seguridad que tenía al saber que ella no haría una escena en el comedor y de que sus amigos estarían cerca para ayudarla a que se sintiera mejor.

VORÁGINE Y COMPULSIVO │EN PROCESODonde viven las historias. Descúbrelo ahora