13 | Mariposas.

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Helen estaba regando las plántulas que le habían llegado recientemente, cuando a través del reflejo de uno de los vidrios, vio a Marcos. Se giró sobre sus talones rápidamente y encontró que no había nadie tras ella. Quiso darle una explicación a esa manifestación, sentía algo raro removiéndose en su pecho, podría ser culpa, podría ser Dios diciéndole que le molestaba lo que había hecho o podría ser Marcos, que estaba escondido tras una pared y salió de repente diciendo "bu".

— ¡Cristo! — Exclamó ella, sosteniendo contra su pecho la regadera, que derramó agua sobre su ropa. — No me asustes así, por el amor de Dios.

Marcos se carcajeó, arrepintiéndose un poco al ver que había mojado su ropa. Cuando ella se tranquilizó, resolvió reírse también por todo el debate mental inicial que había tenido, tratando de darle explicación a su manifestación. Tenía claro que Marcos le gustaba, pero ¿Tanto como para verlo donde no estaba? No, tan allá no.

— No esperaba verte hoy. — Helen fue a la cocina y trató de secar su ropa con un trozo de tela. Marcos tenía en sus manos grasa de motor seca y una pequeña mancha en su mejilla.

—Vine a comprar unos repuestos a unas calles y quise venir a saludarte. — respondió con voz afable, conteniendo las ganas que tenía de besarla nuevamente allí, sin aviso previo, sin preguntarle. Se mordió el labio y ella lo descubrió, sonrojándose inmediatamente por lo que él hacía.

Quedaron en un silencio incómodo y nervioso, sonriendo con timidez y entonces alguien entró estruendosamente en el lugar, prorrumpiendo en llanto. Helen se alarmó cuando reconoció a su prima y ésta sólo entró ignorando a Marcos y se tiró sobre los brazos de Helen.

— ¿Qué pasa? ¿Qué sucedió? — se afanó en preguntar, visiblemente angustiada, Heidy no decía nada y sólo lloraba con tal desasosiego que Marcos se perturbó. — por mi madre santa ¡Háblame, Heidy!

— ¡Me voy a condenar por toda la eternidad! — exclamó entre sollozos y luego se tendió sobre su hombro para seguir lamentándose.

Helen y Marcos trataron de calmarla durante unos segundos, le ofrecieron chocolate caliente y después de un rato, ella con ojos rojos e inflamados habló:

—Perdí mi virginidad anoche. — confesó para volver a lloriquear, Helen hizo una o con su boca e intercambió una mirada con Marcos, quien se encogió de hombros. — Me voy a condenar para siempre, cometí fornicación.

—Por favor, cálmate Heidy. — le pidió su prima con una dulzura que a Marcos se le derritió el corazón. — Dime qué ocurrió ¿Fue Jhon? ¿Él te obligó?

Marcos sabía de antemano la respuesta a las últimas dos preguntas, eran sí y no. Se sorprendió que Jhon hubiera llegado tan lejos, pero se animaba a defenderlo al saber que ella había accedido a hacerlo, por mucho dolor que le estuviera causando en esos momentos.

— No me obligó, todo fue... — se pausó, sorbiendo por la nariz y buscando con sus ojos tristes en las paredes las palabras que debía de usar — no sé en qué estaba pensando.

Helen y Heidy hablaron durante unos minutos más, ya con Heidy mucho más tranquila. Ella pudo convencerse que su alma no se pudriría en el infierno para toda la eternidad, si se arrepentía de lo que había hecho y buscaba el perdón de Dios.

Helen fue menesterosa, condescendiente, dulce y atenta para resolver las preguntas, calmar los temores e infundir tranquilidad en su prima. Ella era un ángel en la tierra. Marcos casi podía escuchar el ondular de la aureola sobre su cabeza. No sabía qué tanto habían hablado, pero él veía ese ser celestial acariciar el cabello de la otra chica, sonriendo como una madre le sonríe a un hijo después de que éste hace una travesura.

Finalmente Heidy se fue a su casa, confiada que todo estaría bien y una vez estuvieron solos de nuevo, Helen se rindió sobre el sofacama, agotada de lo que significaba haber sido una guía espiritual.

— ¿Qué le habría hecho Jhon para que ella accediera? — se cuestionó mirando al piso. Marcos sintió que debía defender a su amigo, sabía que podía meter las manos al fuego por él aunque no conociera los dos lados de la historia.

—Sinceramente no creo que la haya forzado, ni siquiera mentalmente — musitó Mark, quien estaba recostado contra el lumbral de la puerta que llevaba al negocio. — Ella simplemente quiso y ya está.

— No, conozco a Heidy. Ella estaba bastante segura de conservarse para el matrimonio. Es algo de lo que hemos hablado en las charlas con el grupo de jóvenes ¿Por qué iba a cambiar de opinión?

— Bueno, cuando estás a punto de hacerlo, te olvidas todo. — Mark habló tan rápido, que ni siquiera pudo detener las palabras que salieron con ligereza de su boca. Había medio reído cuando lo había dicho. Cruzó una mirada con Helen, que estaba algo confundida. Su silencio le instó a seguir hablando — Bueno, me refiero a que cuando estás en el momento, tu cuerpo habla por ti.

— ¿"En el momento"? — Helen vaciló. — ¿En qué momento?

— Ya sabes, cuando estás muy... — Mark quiso que en ese momento la tierra se abriera y se lo tragara por imprudente. Ahora estaba batallando en su mente, por saber qué palabra utilizar sin convertirse en un manojo de nervios. — cuando tienes muchas ganas.

—¿Ganas de...? — Helen dejó inconclusa la pregunta retórica. Quiso entender a qué se refería Marcos, por lo que trató de ligar sensaciones. Si cuando lo había besado, le habían entrado las ganas de besarlo para siempre, supuso que la sensación tendría que ser cien veces más intensa o mil veces. — creo que ya entiendo.

Los dos guardaron silencio por unos momentos. Marcos realmente quería salir corriendo, jugueteó con sus dedos, rascó su cabeza, tarareó una canción en su mente y finalmente llegó un cliente y Helen tuvo que ir. Él exhaló, aliviado. Mientras la escuchaba hablar con las personas en el local, vio varias pequeñas sombras flotando en el patio trasero, donde estaba el vivero.

Al entrar, se maravilló. Había cientos y cientos de mariposas anaranjadas revoloteando por todas partes, dos pedazos del tejado estaban levantados, ellas entraban y salían por ahí. Se posaban sobre sus hombros, su cabello y sus manos. Había demasiadas, era imposible ver las paredes, ellas estaban en todas partes.

Helen apareció a su lado, observando igual de hipnotizada que él.

—Están migrando. — informó levantando su mano derecha con delicadeza para que ellas se posaran a través de todo su brazo. Lo giró suavemente y sonrió viendo cómo se llenaba de esos pequeños animales. — Siempre se pone así en esta época del año ¿No es lo más hermoso que has visto nunca?

— Lo es. — Dijo Marcos con voz apacible, cuando ella se giró él la estaba viendo.

Ambos entendieron lo que iba a suceder, pero sin intenciones de acelerar los sucesos o el tiempo, en todo caso. Helen no iba a tomar la iniciativa por segunda vez, ya que tal y como recordaba, prácticamente fue ella quien lo hizo la última vez. Marcos entendió todo esto, sin haber dicho una sola palabra y se inclinó sobre ella.

VORÁGINE Y COMPULSIVO │EN PROCESOWhere stories live. Discover now