† Capítulo 03 | Una corona de flores

945 125 52
                                    




Los tres días siguientes a ese encuentro, Yoongi no salió de casa hasta que le surgió la necesidad y su madre fue a visitarle.

En su mente no podría conectar dos puntos sin quedarse más de media hora mirando a la nada y con la mirada perdida, en un limbo de pensamientos y emociones que bloqueaban su cuerpo ante cualquier reacción. Es por eso, que su madre fue a visitarlo pocos días después luego de que los dos días anteriores no se hubiera ni asomado por la casa de sus padres, como solía hacerlo antes de cenar.

Estaba preocupada, como cualquier buena madre por su hijo, así que se encerró en la cocina y no salió de ella hasta que rellenó dos recipientes por completo de galletas de mandarina, las favoritas para su no tan pequeño hombre. Las selló y guardó y se dispuso a llevarlas camino a la vivienda de su hijo, a paso tranquilo, hasta que sorprendió a Yoongi en la sala, en el mismo sillón de siempre y con la misma ropa que días atrás, envases de comida por toda la mesa y algunas latas de cerveza a su alrededor, dando a reflejar que no había puesto esfuerzo siquiera en levantarse para recoger todo un poco.

— ¡Min Yoongi! —Entró pisando fuerte, abriendo todas las puertas y ventanas y ahuyentando el fuerte olor a humedad que decoraba la casa permanentemente—. ¡Este es el último día que te voy a permitir estar de este modo! ¡Debes levantar cabeza, hijo!

Yoongi seguía petrificado en su lugar, justo cuando una pequeña lágrima se desbordó de su ojo derecho, llegando a sus labios y mojándolos sutilmente.

— Creo que tengo depresión —musitó en tono bajo, casi con miedo. Miró aterrorizado a su madre y ésta le propinó una bofetada, haciendo derramar más de esas lágrimas que contenía su llanto.

— No digas estupideces —amenazó, mirándole seria en todo momento—. Eso no existe en hombres, los hombres son fuertes y saben llevar una casa hacia delante, cosa que no estás haciendo.

El chico permaneció en silencio, mirando al suelo y dejando que las lágrimas corriesen a sus anchas por sus mejillas.

— Soy un maldito cobarde —volvió a hablar—. Y de no ser porque sería un gran fracaso para la parroquia y para la familia me hubiera colgado hace tiempo.

Acto seguido, recibió otra bofetada. Cerró sus ojos ante el ardor y contó mentalmente para mantener su paciencia.

— ¿Eres una chica ahora? —Le preguntó su madre con ojos grandes—. Te pasas el día llorando, te victimizas y hablas del suicidio como la primera opción por lo cobarde que eres —le miró—. ¿Es que acaso eres gay?

— No, no lo soy, madre —musitó sin verle, negando con la cabeza—. Pero se me ha muerto el amor de mi vida y, siendo sinceros, hubiera preferido quedarme sin caminar dos días a vivir con el corazón roto toda la vida.

Otra bofetada le asaltó, pillándole esta vez de imprevisto.

— Yo no he criado a un cobarde, ni a un miserable, ni a un llorica ni a un gay —le apuntó con el dedo—. Así que, que te quede claro, Min Yoongi, o sales tú solo de esta mierda, o no podremos rescatarte cuando estés en lo más profundo.

— ¡Ella ha muerto, madre! —Gritó—. ¡Entienda mi dolor!

La señora Min dejó un dedo sobre sus labios, obligándole a callarse y quedarse en su sitio, mirándole con los ojos llenos de lágrimas.

— Cuando tenía tu edad, mi mayor preocupación era que no llegaras de la escuela con los pantalones rotos porque tu padre tendría que echar más horas en su trabajo para comprarte unos nuevos —le miró—. Cuando fui adolescente jamás tuve que rogarle a alguien que no fuera tu padre, porque no tuve elección ni constancia de lo que estaba ocurriendo a mi alrededor. Hay más chicas, hay más mundo y más vino, Yoongi.

My Only Fate † YOONMINWhere stories live. Discover now