† Capítulo 04 | Papel arrugado

899 116 23
                                    




Jimin siguió a Yoongi sin mirar atrás, era una oportunidad única que le había pillado desprevenido y, con la ayuda del mayor, se aseguraba de tener el puesto de trabajo en sus manos. Le llenó el cuerpo de una alegría impresionante cuando pudo recordar a ese chiquillo al que solía ver de pequeño en la puerta de la escuela con su uniforme impoluto y su gorrito a medio lado de tanto jugar.

Sonrió nostálgico, cuando Jimin conoció a Yoongi apenas contaba con un par de años de edad, era demasiado pequeño como para recordar con claridad o, mínimamente, haber tenido una conversación con él, Yoongi era muy mayor en ese entonces, de esos niños altos a los que le daba miedo acercarse por si pellizcaban sus regordetas mejillas.

Negó con la cabeza risueño, sonriendo al recordar cada momento efímero junto al mayor y su hermana, sin dejar de seguirle en ningún momento mientras se adentraban en la ciudad para ir en busca de esa carpintería de la que Yoongi había hablado.

— ¿Y de quién es la carpintería o quién ofrece ese puesto de trabajo? —Preguntó el menor, ladeando su rostro curioso y sonriendo cuando Yoongi se volteó para poder hablarle sin darle la espalda.

— Es un pastor, ha estado al mando de la iglesia por unos años hasta que se jubiló de su puesto recientemente —sonrió, caminando a su lado para entablar conversación—. Se ha encargado a sí mismo preparar las esculturas y los demás instrumentos que necesitemos para la iglesia, así que ha aprendido el oficio y todo lo relacionado con él en sus últimos años como catedrático —le miró—. Ahora quiere descansar un poco de tanto trabajo y es por eso que está buscando un aprendiz.

— Interesante —musitó Jimin a su lado, escuchando atento—. Mientras que no me haga rezar y todas esas mierdas de los religiosos lo tendré bajo control.

Yoongi asintió tras esbozar una suave risa, caminando por las calles hasta un antiguo taller, con algún que otro cartel que daba a entender que era propiedad de la iglesia, un almacén para las figuras y las flores que se enviaban desde todas las partes de la ciudad y las afueras de ella.

— No creo que te haga rezar ni nada por el estilo, de todas formas, yo me encargaré personalmente a que no lo haga —rió, tocando la puerta con sus nudillos un par de veces.

— Confío en tu palabra.

Un par de minutos después, un señor con boina, de escaso cabello y regordete abría la puerta con una enorme sonrisa, mirando a ambos chicos emocionado, sus gafas redondas cayendo por el puente de su nariz debido a la sonrisa que se hizo presente en su boca.

— Buenos días —su mirada se posó en Yoongi, tendiendo su mano para saludarle y atraerle a un rápido abrazo—. ¿Qué te trae por aquí, muchacho? Hace mucho tiempo que no vienes a visitar la iglesia.

Yoongi frunció sus labios, negando con la cabeza y rascando su nuca levemente incómodo.

— Le he traído al mejor aprendiz que podrá encontrar en toda la ciudad —sonrió, mostrando sus encías y dejando sus manos sobre los hombros de Jimin para acercarle—. Este apuesto joven de aquí es Park Jimin, de diecisiete años y con muchas ganas de aprender el oficio que usted le mostrará.

El hombre se alzó las gafas sobre el puente de su nariz para verle mejor, sonriendo en grande y asintiendo efusivamente.

— ¡Adelante! —Se echó hacia un lado de manera torpe, sin dejar de sonreír y dejando paso a los muchachos—. No hace falta ni que sepas como utilizar un serrucho, si has venido de la mano de mi Yoongi eres bienvenido.

Jimin asintió con una sonrisa, volteando a ver a Yoongi con sus cejas alzadas antes de prestar atención en el hombre, el cual volvía luego de haber cerrado la puerta de madera con llave.

My Only Fate † YOONMINWhere stories live. Discover now