Capítulo 32 (Leo)

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Caminé por las escaleras, el sonido que causaban con mi peso me hacía recordar mi vida anterior.
Abrí la puerta de la terraza, una chica estaba sentada en el filo del borde del muro, regresó a mirarme su cabello ondeaba con el viento, la luz del sol, hacía que su cabello azul brillará, sus ojos, aunque no tenían lágrimas estaban quebrados, volvió a mirar al frente.

Caminé hasta donde estaba.

—Bienvenida al club de los inútiles.

La chica bufó y escondió sus manos entre sus muslos.

—¿Inútiles? — pregunto sin mirarme.

—Sí, da la casualidad que aquí las voces de la cabeza son más fuertes, algunas dicen que es más fácil saltar. — la miré, ella no lo hizo seguía con la mira fija al frente. — la otra voz te dice que los que están abajo te esperan ¿Qué camino tomarás?

—Y si solo quería pensar. — me miró.

—Pues igual es un lugar perfecto. — me senté a su lado. — Leila Blue ¿verdad?

—Lo que queda de ella. — rio con pesar.

—Pues si te ves patética. — me encogí de hombros.

—Gran observación. — apartó su mirada.

—Eres patética porque sea, lo que sea que te paso, te está afectando en el exterior, solo mírate estás con el cabello suelto, la mirada quebrado y tu atuendo es de un domingo en la tarde.

—Preferible el exterior que el interior ¿no lo crees?

—No, porque el interior va hacer que vayas allá abajo y demuestres que la batería no solo es un maldito instrumento es tu maldito corazón que pide ayuda, aunque en tu caso siempre grita esperanza.

Me miró sorprendida yo aparté la mirada y vi al frente.

Alguien alguna vez me había dicho lo mismo...

*****

Abrí la puerta de golpe, mi respiración estaba agitada, me daba vueltas todo, solo quería gritar saltar, era un maldito, maldito inútil como no podía sincronizar dos malditos compases, por qué esas notas me quebraban tanto me paralizaban, la maldita letra de Roja, mis ojos ardían, pero no podía llorar, no eso demostraría lo cobarde y lo inútil que era.

Me acerqué al muro, abajo se veía tentador, los golpes dejaran de doler, el hambre dejaría de existir, el llanto de mi madre se pagaría, mi initilid....

La puerta se abrió de golpe, Roja apareció de golpe estaba enojada, sabía que la había fallado, no servía para esto... era la maldita última canción del disco, y no podía terminar de tocarla.

—Que demonios fue eso.

—Déjame en paz Roja. — le di la espalda.

—Que te deje en paz, acabas de dejar un ensayo a medias.

—¡Bien! — le grité y continúe gritando. — no puedo maldita sea no puedo, soy solo un niño, que se vio tentado a ser una estrella de rock, pero no puedo, maldita sea no lo puedo hacer un compás sencillo, tu letra...

—¿Duele?

—No.

—Di la verdad.

El nudo de mi garganta estaba más grande, tragué saliva.

—Porque hiciste está canción Roja. — me caí al suelo con las manos en la cara.

—Por ti. — ella se puso de puntillas y tomó mi quijada con sus manos. — eres solo un pequeño de 14 años y tocas esa maldita batería con tanto odio, rencor, rabia que me haces estremecer, los haces estremecer, pero te imaginas que pasaría si dejaras ver también tu dolor en esa maldita batería, demostrarías que no solo es un maldito instrumento sino que es tu propio corazón.

Entre Sombras Y Acordes Where stories live. Discover now