Solo había pasado un día de aquella traición, un día entero de solo pensar en eso y todo lo que aquella pelirroja me producía, porque sí, de tanto pensarla se fue adueñando de mis pensamientos y no hallaba una solución para sacarla de allí, era como si ya viviese dentro de mí para siempre y no quisiese otro lugar para hospedarse.

Y aun que traté muchas veces de que lo nuestro solo fuera sexual, ella halló la manera de joderme con eso.

Y no había marcha atrás.

Antes solo me dedicaba a imaginar mi cuchillo clavado en su piel. Ahora mis fantasías desearon poder producirle placer con el objeto. Quería hacerla gritar de dolor mientras se retorcía. Mis pensamientos cambiaron, ahora solo quería que la razón de sus gritos fuesen porque la estoy haciendo sentir bien. Deseaba poder arrancarle la piel, me arrepentía de eso. Ahora deseaba tocarsela y admirarla todo el tiempo hasta que mis ojos se cansarán de verla. Le quería hacer daño, verla llorar y sufrir. En estos momentos no soportaba que eso le sucediera, no soportaba verla derramar una lágrima, mucho menos si yo era el responsable de su vacío. Estaba en peligro por mí, conmigo, ahora solo quiero protegerla y matar a cualquiera que le llegará a tocar un solo pelo, aun que si somos sinceros, ella podría acabar con todo el mundo si así lo quisiese, no necesitaba héroes ella podía contra el mundo, pero si somos honestos, juntos seríamos imparables. La quería en mi casa solo para no perderla de vista y así poder cumplir mi venganza, ahora todo lo que quiero es poder mirarla, con solo una mirada me bastaba, pero la quería en mi casa aun sabiendo que ya no cumpliría mi venganza.

Asesinarla ya no era una opción.

La quería conmigo, pero estaba enojado por lo que había pasado en aquel hotel.

Mi orgullo me impedía hablarle y pensarla, lo segundo era inconscientemente, pero lo primero no lo haría, mucho menos al saber que no negó nada, se había acostado con mi primo, lo había hecho joder.

La puerta de mi despacho sonó y suspiré, en estos momentos lo último que quería era ver a personas en mi casa.

No contesté dando por hecho de que no me interesaba hablar ni ver a nadie.

Claro, la persona ignoró totalmente lo que yo quería y entró a mi despacho sin permiso.

Daniel, mi asistente cruzó por esa puerta que cerró una vez que estuvo dentro. Se empezó a acercar con una sonrisa alegremente.

¿Cómo podía estar alegre siempre?

—Buenos días—me saluda mientras se sienta de un solo aventón en el sofá negro cómo si fuese un niño pequeño frente al mío sin borrar su estúpida sonrisa de sus labios. Después suspiró cómo si la comodidad de aquel sofá lo hacía sentir relajado y tan tranquilo.

—¿Qué tienen de buenos?—le pregunté sin ganas y bebiendo un trago del vaso de vodka que tenía en la mano antes de que él llegará.

—¿Amanecimos de malas?—se burló haciendo el intento de mejorar sus posición en el sofá. Cuándo lo logró volvió a suspirar de alivio.

Al ver que yo no me reí al igual que él y que solo puse mala cara ante su burla borró la sonrisa rápidamente optando por una posición bastante más profesional.

—Dime para que haz venido mejor—quería que llegará al grano para que logrará irse lo antes posible, solo quería estar sólo.

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