Capítulo 8

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CAPÍTULO 8

[El tiempo se agota]

LILITH

Los labios de Abel eran tibios y suaves contra los míos, sus manos calidas y traviesas se deslizaron por debajo de la pijama y dieron de lleno con mi espalda haciéndola tensar, y luego de un momento se alejó lo suficiente para mirarme a los ojos, los de él aún con las pupilas dilatadas y un brillo intenso en ellas, envolví mis brazos alrededor de su cuello tirando de sus rizos rubios, y sin esperar más se lanzó nuevamente a por mis labios como un león hambriento, devorándome.

Y yo con la misma intensidad lo recibí.

—Lilith—rezongó, torturado sobre mis labios, y por un momento, sus dientes se rozaron con mi labio inferior, sorprendiéndonos de la química y pasión que teníamos juntos.

—Abel— un gemido involuntario salió de mis labios, cuando Abel bajo los suyos húmedos y suaves por mi mejilla y luego a mi cuello que empezaba a devorarlo con la misma hambre, mientras que con una de sus manos deslizaba los tirantes de la blusa de mi pijama.

Y no podía soportar más la excitación que eso provocaba. Abel separó sus labios de mi cuello y deslizó su otra mano libre por éste mismo, apretándome suavemente la garganta, eché la cabeza hacia atrás y sentí la presión de sus labios contra los míos de nuevo con tal fuerza que nuestras lenguas jugueteaban en un ritual de fuego, parecía que ambos competíamos por ver quién era más rápido, más profundo, más placentero.

Mis dedos agarraron su cabello con más fuerza tirando de él, hasta que note como un gruñido ronco salía de su garganta. Abel deslizó la blusa que traía quedándome solo con mi sujetador.

Dejo mis labios para observarme.

—Dios, eres perfecta — susurro, y subí la vista encontrándome de frente con sus labios hinchados, y aquellos ojos negros tan profundos cargados de deseo y lujuria.

Él me abrazo por la cintura, y yo enganche mis piernas alrededor de su cintura cuando me alzó, nose en qué momento se le había caído la toalla pero podía notar unos bóxer negros que apretaban alrededor de un gran bulto entre sus piernas.

Aquel bulto que seguramente le debía doler, rozó deliciosamente con mi parte sensible. Abel se sentó en la orilla de su cama y su bulto dió de lleno, más duro en mi centro. Mi cuerpo se movió inconscientemente en círculos sobre él, las partículas placenteras que explotaban entre ambos se expandía por cada punto de mi vientre.

—Joder, Llilith— jadeó con su voz llena de excitación.

—¡Ah!— Gemí cuando las manos de Abel se deshicieron del broche de mi sostén dejando expuesto mis pechos desnudos a su vista, y luego, tenía la boca de Abel haciendo maravillas con mis pezones.—¡Abel!— grité y sentí como su mano se deslizaba hasta el vértice entre mis piernas.

Dejo mis pechos y iba en busca de mis labios de nuevo, pero en ese momento las palabras de mi padre resonaron en mi cabeza muchas veces como un gran eco.

— Debemos parar — dije alejándome sin siquiera quererlo de él.

— ¿Llilith? — llamó — ¿Estás bien? ¿Te hice daño? — preguntó y eso fue aún más peor.

—No, claro que no, solo... Yo... Tengo que irme — tome mi blusa y mí sostén del suelo, y salí corriendo de la habitación del Kast menor.

INFIERNO PERFECTO © ✓ Where stories live. Discover now