Capítulo 41

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CAPÍTULO 41

[Trampa]

Maratón final (1/4)

LILITH


Paredes blancas con tonos negros. Armas blancas en las mismas paredes. Repisas con algunos libros. Cama con sábanas negras. Ventana con el vidrio blindado. Muebles viejos. Mi antigua habitación.
Estaba en mi antigua casa.

Había despertado hace unos minutos y lo primero que hice fue observar mi alrededor y darme cuenta que todo lo que pase no fue una pesadilla, estaba en la jodida realidad.

Una realidad en la que no quería regresar pero no tenía más opción que afrontar a todos, porque ya estábamos a nada de acabar con todo, faltaba poco para llegar al final y esperaba que fuera uno bueno.
Había resistido muchas cosas más, no me iba a dar por vencida hasta acabar con todo.

No me había levantado de la cama donde estaba acostada viendo el techo que era familiar para mí, más que nada porque me sentía cansada, me sentía débil y necesitaba ser fuerte para cualquier cosa que mi padre pudiera hacerme.
Porque estaba en su techo.

Sin embargo, no podía sacarme de la cabeza los sucesos que habían pasado en las tierras de Tadeo Kast, no podía pasar desapercibido que los hermanos habían ido a ¿salvarme? Eso creía y esperaba que fuera así porque si no les daría un golpe a los tres por haber sido tan estúpidos conmigo.

Si es que nos veíamos.

Por otro lado, no podía olvidar la traición. La de Aamon y la de Abel. No tenía entendido las razones pero sin duda me dolieron de algún modo, joder, si lo hicieron.

Fue un dolor que nunca había experimentado en mi vida, porque nunca me había enamorado tan locamente, ¿Estaba enamorada? Ni siquiera tenía respuesta para eso, ni siquiera sabía si yo podía sentir ese tipo de sentimientos, ni siquiera me lo merecía.

¿Puedo llegar a amar a tres hombres con gran intensidad al mismo tiempo?
Eso era enfermizo en gente normal, para mí no lo era, para mí era algo único e inexplicable, lo que me hacía ver algo anormal, pero lo normal aburre y está bien ser diferente a los demás.

Muchas preguntas rondaban mi cabeza; ¿Me importaban? ¿Les quería? ¿Les extrañaba? Pues claro que sí joder, cada maldito segundo de mi maldita vida, el no tenerlos conmigo y no poder sentir que era deseada, protegida y querida al mismo tiempo me hacía sentir mal porque de algún modo ellos me hacían sentir así, me hacían sentir bien después de tanto tiempo de no sentir nada.

No lo tenía todo perdido y no desperdicié la oportunidad cuando estuve cerca del collar en aquella pequeña y mugrosa habitación, el collar que no brillaba ahora estaba en mis manos, había podido tomarlo a última hora y ahora estaba en mi cuello con un pequeño destelló en esté, ahora estaba prendido y las esperanzas crecieron, lo oculte bien para que nadie lo viera y no me arruinara las oportunidades de poder ser libre está vez.

La pequeña burbuja de paz que había estado teniendo se esfumó cuando escuché como abrían la puerta de la habitación. Seguí acostada en mi cama y no tuve que ponerme de pie ni voltear la mirada para saber que la persona que había entrado era mi madre.

Lo sabía por el exagerado olor de su perfume que parecía que se había vaciado todo el recipiente del líquido en ella solo para una ocasión, también pude escuchar el sonido de sus tacones tan familiar, siempre usaba tacones y me preguntaba si no le dolían los pies luego de estar con ellos las 24 horas del día.

—¿No vas a saludar a tu madre?—es lo primero que pregunta cuando cierra la puerta una vez que está dentro.

Trato de no poner mala cara o suspirar con fastidio pues no quiero que mi madre piense que no la extrañe en todo este tiempo que no estuve en su casa.
Me obligó a sentarme en la orilla de la cama y mirarla a los ojos.

INFIERNO PERFECTO © ✓ Where stories live. Discover now