Até con delicadeza la nueva cuerda a aquel arco tallado hacía dos décadas, tenía más años que yo y parecía mantenerse mejor que su portadora, mientras que yo estaba repleta de pequeñas marcas por divertidas y peligrosas anecdotas que viví junto a aquel arma, la madera del arco seguía igual de suave sin ningún rasguño. Era mi tesoro, lo poco que me quedaba de mi difunta madre.

-El carcaj.

¿A dónde iba con arco pero sin flechas? Puse mis treinta y dos flechas en mi espalda y me despedí de mi padre. Cerré los ojos al sentir la pequeña brisa que agitaba los árboles de alrededor, disfruté el aroma del bosque que poco se asemejaba al del pueblo cercano y comencé mi camino en busca de mi hermano.

No siempre vivimos allí, en la oscuridad del bosque. Antes éramos parte de la civilización, por así decirlo. Vivíamos en una casa algo más grande en el pueblo al pie de la montaña, no de la capital, sino de un pueblito de no más de treinta habitantes. Actualmente bajábamos de vez en cuando, nos dedicábamos a intercambiar con nuestros antiguos vecinos algunos alimentos o incluso ropa. No siempre podía aprovechar la piel de lo que cazábamos, y las botas de cuero eran muy baratas en el pueblo; diez patatas el par, como si fuera gratis. Nuestros huertos eran enormes, y nadie subía a buscarnos por lo que no nos robaban. Las únicas personas que a veces encontrábamos entre los árboles eran guardias, soldados equipados con arcos, espadas...etc, todos provenientes del castillo que se situaba sobre nuestras cabezas. Huíamos de ellos, no sabían que una familia de pelirrojos vivían a los pies del castillo y así sería más sencillo. Sólo éramos cazadores y agricultores, de hecho, éramos los únicos cazadores del pueblo. Por eso en vez de pagar con monedas lo hacíamos en forma de trueques e intercambios.

El lago no estaba lejos, pero igual la caminata era larga. Según me acercaba pude saber con certeza que hacía días que no llovía, las ramas y el suelo crujían cuando caminaba; disfruté del aire chocando con mi rostro y del sonido de mis botas contra la tierra, me encantaba esa sensación de libertad. Cuando me encontraba apreciando el paisaje visualicé una figura a lo lejos, pronto distinguí dos. Eran guardias. Me escondí tras una enorme roca y esperé a que se fueran de allí. Apoyé la espalda en la roca y me agaché de cuclillas.

-Vámonos, estamos lejos y es zona de osos...

-¿Tienes miedo?

Deberían, los osos últimamente estaban algo agresivos porque los lobos se estaban quedando demasiado terreno.

-Vale, volvamos.

Odiaba el castillo, sobre todo los que vivían en él. Era una historia larga, llena de traiciones e injusticias y la razón por la que mi padre nos llevó a, como el llama, "la retirada". Estiré antes de emprender de nuevo mi camino hacia el lago, uno tan extenso que a veces se dificultaba ver el otro lado. Estábamos acostumbrados a bañárnos en él, excepto en invierno; en esa época bajábamos al pueblo a bañarnos porque el lago estaba helado.

Ya casi podía escuchar el sonido que hacía mi hermano dentro del lago, solía quedarse un rato nadando por allí. Me até con un tallo mi cabellera pelirroja y preparé el arco por si escuchaba algún animal perfecto para cenar. Tuve que parar al escuchar unos pasos cerca de mi posición. La codicia de la corona provocó que estos agrandaran el castillo hasta encontrarse cerca de nuestra zona. Los soldados hacían rondas por el bosque con frecuencia, ahora para nosotros era más peligroso encontrase con un soldado que con un oso o lobo. Con mis prontos cinco años acabamos en el bosque, doce años de eso. Tanto mi hermano menor, Haise, como yo, nos habíamos criado con el arma del arco, la necesidad de cazar y cosechar y la cautela de evitar soldados. Por eso, podía considerarme una verdadera cazadora.

Ya visualizaba a mi hermano bañándose en el lago. Pude ver su esbelta espalda mojada mientras sus manos estaban en su anaranjado cabello. Ambos teníamos ese color heredado de nuestra difunta madre. Silbé llamando la atención de mi distraído hermano. Conseguí carrerilla para subirme a una enorme roca al borde del lago de unos tres metros de altura para observarlo con detalle.

-¿Qué te trae por aquí?-preguntó acercándose a la orilla.

Cerré los ojos para evitar ver algo que no debiera, respetaba su intimidad.

-Papá se preocupó, tardabas mucho y no te vio en tu tocón comiendo frutos como siempre.

Mi hermano era delgado y tenía los músculos marcados por ello, pero seguía siendo un palito caído de un frágil árbol. ¿Cómo podía ser tan delgado?

-Realmente es un buen tocón.

-No lo sé, no me dejas usarlo-murmuré con fastidio.

El tocón estaba a un par de metros en la entrada, justo antes de la cuesta abajo que nos llevaría directamente al pueblo. Desde ahí se veía la zona baja del bosque, el lugar favorito de mi hermano; lugar que nunca me dejaba utilizar, siempre me tocaba sentarme en el suelo. Al abrir los ojos encontré a mi hermano rodeado de una piel fina, una que literalmente sólo tenía un agujero para meter la cabeza. Era lo que normalmente usábamos para secarnos.

-Tampoco llevo tanto, ¿Ibas a cazar?

Preguntaba por el arco. Negué acomodándome en la roca y jugueteando con el arco en mi mano, cazar no estaba en mis planes.

-Solo lo traje por si acaso, aunque a lo mejor me paseo a ver si veo algo interesante.

Vi como se cambiaba de espaldas a mí, cómo un traje como el mío de color verde tapaba su piel lentamente.

-¿Has escuchado los rumores del pueblo?

Negué desde la roca. No bajaba con frecuencia, prefería quedarme al margen entre los árboles. Sólo iba de vez en cuando a negociar, cuando mi padre no podía bajar por su frecuente dolor de espalda.

-Sospechan de los Jeon, después de tanto tiempo.

Los Jeon, la familia real. Los odiaba, pero no era un odio infundamentado.

La historia del Reino de Alzia se remontaba a unas cuántas décadas. El Reino no siempre fue tan extenso, antes ni siquiera existía el Reino de Alzia según me contó mi padre. Todo comenzó con "La Guerra de Afín". En nuestra zona actual, al noroeste, se situaba el Reino de Altenea; después en la zona central del continente estaba el Reino de Rean y al otro extremo el de Ziamore. El Reino del centro comenzó a conquistar territorios de ambos Reinos laterales por lo que estos dos se aliaron. Esa guerra duró siete años y finalizó con un tratado en el cual el Reino de Altenea y Ziamore se unificarían a través de sus hijos mediante el matrimonio-sonaba fácil y utópico, pero el poder ciega a las personas- los dos niños de once fueron secuestrados durante seis años. El caos que hubo en ese tiempo fue una locura, nadie encontraba a los herederos a pesar de la búsqueda exhaustiva-la realeza había desaparecido del mapa- hasta que consiguieron encontrar a la hija de los reyes de Ziamore, pero no fue hasta la muerte de los reyes de Altenea que se encontró a su hijo; los actuales reyes: Jeon Hyorael y Jeon Karel-¿La realidad? Jeon Karel no era ese príncipe perdido; mi padre lo era-fue secuestrado hasta que coronaron al falso.

-¿Los Jeon?-pregunté levantando las cejas-¿Cómo se enteraron de lo ocurrido?

Robaron el nombre de mi padre y el honor, y nadie se percató del cambio. Alguien de la corte había colocado a aquel falso Rey y seguramente tratado de deshacerse de mi padre.

-Habrá que averiguarlo, mañana bajaré a por unas botas nuevas, ¿Quieres unas?

Comenzamos a caminar de vuelta a casa.

-Me vendrían como flecha al arco.

Tras el tercer cumpleaños de Haise, mi madre, una simple pueblerina que ayudó a mi padre cuando volvió del secuestro, murió por culpa de un soldado. Para ser exactos, mi madre contaba la verdadera historia de Alzia en la plaza del pueblo: el incendio provocado y el secuestro de los reyes, cuando un soldado la acusó de traidora y difamadora de mentiras; mi madre y su fuerte carácter, el cual yo heredé, no se dejaron arrestar por aquella mísera razón. El guardia golpeó a mi madre en la cabeza y murió desangrada al caer sobre una roca en el suelo golpeando su cabeza. Desde entonces mi padre, mi hermano y yo vivimos apartados en una pequeña cabaña en el bosque y odiamos a la realeza que no solo habían robado el nombre a mi padre, nos habían arrebatado a nuestra madre por orgullo.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now