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Me encontraba acomodándome el traje verde con dificultad al lado de uno de los instructores. Se pegaba mucho a mi cuerpo acentuando las pequeñas curvas de mi cuerpo. Los presentes me miraban fijamente. La mayoría eran chicos jóvenes, de mi edad estimaba, eran altos como mi hermano y Jungkook además de parecer gustarles lo que veían porque no quitaban el ojo de mi persona; eso o me infravaloraban en ese mundillo del arco. Las mujeres las había visto más como soldados y guardias de palacio, a lo mejor esa era la razón por la que me miraban tanto.

Me até el cabello en una coleta baja y me acerqué al resto de aprendices con una cara seria; me tomaba enserio aquello, el arco para mí era un arte sagrado. Miré de reojo a todos los hombres del lugar, si no me fiaba de los Jeon menos lo haría de sus hombres. Me posicioné frente a una diana vacía que parecía ser la única que se movía. Algunos me señalaban y susurraban mientras yo me colocaba el carcaj.

Era la última de la larga fila, seríamos unos cuarenta aspirantes. Miré fijamente como se movía la diana, estaba a una larga distancia. Me sentía como si fuera a cazar un conejo en la otra orilla del lago.

—Kate, párala para que pueda comenzar.

Miré al instructor con el ceño fruncido. La mujer que lo acompañaba paró en seco cuando me crucé de brazos.

—No hace falta, así me viene bien—dije soplando el pequeño cabello que se me escapaba de la coleta y caía en mi rostro.

Volví la vista a la diana, solo eran sesenta metros...

Mientras sacaba mi flecha escuché algunos comentarios hacia mi persona sobre que me creía mucho por no querer parar la diana. Me ahorré la energía que gastaba el responder a esos idiotas y fijé la vista en la diana.

—Señorita, los aires de grandeza no son necesarios en mis clases—coloqué la flecha en la cuerda y tensé esta ultima apuntando a la diana que estaría a unos sesenta metros —Necesitamos que aprenda no que-

Destensé la cuerda mandando la flecha a la diana acertando en el centro. Sonreí satisfecha por mi acierto, no esperaba menos de mí. Me coloqué de nuevo el carcaj y crují mi cuello.

Me di la vuelta para enfrentar a mi superior. Tenía la boca abierta.

—Wow, eso fue...

No terminó, una voz varonil lo interrumpió.

—¡Impresionante!—dijo un chico aplaudiendo.

Este se acercó eufórico y miró mi rostro y arco maravillado. Lien, así dijo que le podía llamar cuando se presentó y me estrechó la mano.

—Tu cabellera es fascinante, como tu puntería—dijo mirando fijamente mi rostro.

Me sonrojé ligeramente por su intensa mirada. Me pidió que le ayudara y eso intenté, el chico era un desastre con el arco y no era difícil darse cuenta. Corregí su postura y le enseñé a llegar a dianas a tanta distancia, pero a duras penas conseguía dar a la diana.

Tras unas horas nos llevaron a otra zona no muy lejana. Allí unos palos que se levantaban desde el suelo a unos diez metros, algunos más algunos menos, se encontraban por todo el lugar. Había una red abajo por lo que supuse que había que subirse allí.

Lien estaba aterrado cuando subimos arriba por unas escaleras de mano. El ejercicio consistía en ir pasando de palo en palo con agilidad. Algunos estaban más bajo y otros más lejos, a mí no se me hizo especialmente complicado pero a Lein se le hizo la peor tortura posible.

—¡Por favor Cirene transmíteme tu don para estas cosas!

Reí negando viendo como el chico delante de mí saltaba con sumo cuidado. La agilidad que tenía de cazar me servía para eso. Estaba acostumbrada a subir árboles, saltar a otros, subir rocas enormes...de igual forma caí unas cuantas veces, sobre todo por los empujones que me daba con Lien por detrás.

Subiendo las escaleras de nuevo se escucharon unas trompetas resonar, me tensé del susto. Todos miraron hacia el castillo.

—¿Qué son las trompetas?—pregunté terminando de ayudar a subir a Lien.

—Suena cuando es la hora punta,  la realeza avisa siempre a esta hora.

—¿Hora punta?—pregunté extrañada.

—Los Reyes y sus hijos se reúnen para picar algo y los guardias tienen descanso de un par de horas dentro del castillo.

Asentí despreocupada hasta que recordé que yo ahora era parte de la realeza. Cuando recordé eso ya estaba subida de nuevo a los palos y ya veía venir con escolta a Jungkook desde la distancia.

Tenía los brazos cruzados y parecía buscarme entre la gente del suelo.

—¿El príncipe?—preguntaron algunos señalando al lugar donde este se encontraba.

Hablaba con los instructores, parecía estar describiendo a alguien. No tardaron en señalar hacia arriba, Jungkook abrió la boca al verme arriba. Señaló el suelo de forma firme, sentía que me estaba regañando mi padre por subirme a un pino muy alto. Chasqueé la lengua y seguí saltando de palo en palo ignorando su presencia, terminé el recorrido y bajé del palo deslizándose por este como si fuera una cuerda. Me sacudí la ropa al llegar al suelo y me acerqué a los instructores. Jungkook cruzó sus brazos frente a mí, no parecía contento.

—Ten cuidado con estas cosas, podías caerte.

—Hay una red abajo y-

—No eres un guardia cualquiera, ¿entiendes?—preguntó lleno de ira y levantando la voz—si te haces una raja en el brazo podrían mandar a la celda a los dos instructores. Eres una Jeon quieras o no.

Estaba exagerando demasiado, no me gustaba estar tan controlada y limitada hasta el punto de no poder siquiera hacer el entrenamiento que hacían los demás. Vivía muy bien en mi bosque sin tener que preocuparme de nada, haciéndome los arañazos que quisiera y saliendo cuando me diera la gana... Empujé a Jungkook y caminé hacia el palacio echando humos del enojo. Jungkook me gritó para que parara pero no hice caso alguno. Seguí caminando hasta estar dentro y caer en cuanta en que no sabía ir a ningún sitio.

Miré los largos pasillos y chasqueé la lengua.

—Seguiré mi instinto—dije caminando todo recto en aquel pasillo

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now