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Jungkook estaba contándome unas anécdotas de cuando era pequeño, eso llevábamos haciendo dos semanas. En las noches nos íbamos a pasear por los inmensos Jardines y él me contaba historias mientras yo me alimentaba de frutos extraídos de la cocina real.

—San siempre fue así.

—¿Doble cara?

—¿También te diste cuenta?—preguntó sorprendido.

Asentí masticando un arándano. San había estado diciéndome cosas lindas que me revolvían el estómago e incluso me daba caricias en las manos o en el rostro que me sonrojaban con fuerza. De igual manera mi instinto me avisaba del peligro que estar cerca de él suponía. Seguramente mis reacciones se debían a mi falta de contacto con personas. Suspiré metiéndome otro arándano en la boca. Me sentía tranquila al pasear por los alrededores observando el cielo, como si estuviera de nuevo en casa.

—Yo solía salir en la noche a pasear con mi hermano, a escondidas de mi padre.

Sonreí tapándome la boca tan solo de recordar a mi padre con el ceño fruncido cuando aparecíamos en la madrugada.

—¿Cómo nosotros?

Miré a mi izquierda viendo su reluciente rostro iluminado por la luna. Sus grandes ojos tenían un brillo debido a la luz, brillaban como el agua cristalina del lago en verano. Hacía frío, mucho frío, mis manos temblaban por ello avisándome de que el invierno se acercaba y eso me ilusionaba.

—Algo así—respondí desviando la mirada algo avergonzada por mirar con tanto detalle su rostro.

Jungkook me retuvo de la mano y me tiró al césped bruscamente. Él se tumbó a mi lado acompañado de una leve risa. Rodé los ojos y miré las estrellas, todas deslumbrantes. En el bosque se veían poco por los árboles, el mejor lugar para eso era el lago. Las nubes pasaban lentamente, estaba relativamente despejado. Se escuchaban los pasos de los soldados a nuestro alrededor, incluso conversaciones de ellos; anhelaba los sonidos del bosque.

—Eres única.

Miré al chico de mi lado. Tras decir eso había cerrado los ojos y sonreía ampliamente como si en ningún momento hubiera pronunciado dichas palabras. Sentí un calor en mi rostro, seguramente me sonrojé. Debía aprender a controlar mis emociones, se me notaban demasiado y eso no tenía porqué ser algo bueno.

Las palabras de Jungkook me revolvían el estómago, al menos desde hace unos días. Al principio simplemente me sentía agusto a su lado pero después apareció la sensación de que estar junto a él era mucho más satisfactorio que estar sola. Debido a que estaba separada de mi hermano tuve que pegarme a otra figura, en este caso el chico a mi lado.

—Siento retenerte aquí.

Fue casi un susurro, su voz logró llegar a mi oído algo distorsionado por los ruidos de alrededor pero pude entenderlo, mis comisuras se levantaron delicadamente.

—Ya no me desagrada tanto.

Y era verdad, me había empezado a gustar un poco más el castillo; las noches de paseos se habían convertido en la razón por la que deseaba que el día pasara rápido. Pero aún pensaba en volver al bosque, a mi hogar.

—Eso es bueno.

Jungkook se incorporó y se giró dándome la espalda. Antes de que preguntara lo vi tumbándose esta vez apoyándose en mi abdomen. Parecía cómodo. Él cerró los ojos y murmuró que le tocara el cabello. Me lo pensé, pero acabé acatando sus ordenes porque en verdad quería jugar con su castaña cabellera.

—Me gusta esto—susurró.

A mí también, y no sabía si me gustaba eso o si me gustaba porque era con él.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now