28

325 51 9
                                    

Miramos la puerta que nos encaminaría al castillo. Jungkook parecía estar mentalizándose para entrar. Yo también estaba aterrada, no solo por el hecho de que ahora no éramos dos príncipes sino que Jungkook era Rey, pero el problema estaba en que nos habíamos escapado teniendo tanta responsabilidad. Si yo fuere él, si me hubiera criado en el castillo; sin duda no me habría escapado. Si la situación fuera al revés, si él fuera el chico del bosque... seguramente todo hubiera acabado igual, ¿Verdad?

Abrió y se aseguró de que no hubiera ningún guardia cerca. El jardín estaba vacío, una sirvienta acababa de entrar al castillo dejando todo despejado. Nos escabullimos dentro del castillo tratando de no ser vistos; algo complicado. Ver a Jungkook yendo de puntillas por todo el pasillo me causó gracia, pero pude contenerla lo suficiente para no ser pillados nada más entrar.  Pasando por delante de nuestra habitación salió de la misma San. La ropa real estaba a medio poner, su cabellera hecha un desastre.

—¡Vosotros dos!

Miré unos segundos la habitación y luego a él. Eso era raro. Dentro no parecía haber nadie, ¿Estaría buscando entre nuestras cosas algo?

—¿Qué hacías ahí dentro?—pregunté dudosa.

San me miró con una expresión indescriptible. Sus ojos me analizaron desde las botas marrones, subiendo por mis enormes pantalones verdes oscuros, llegando a la camiseta del mismo verde y acabando en mi rostro confuso. Luego observó a Jungkook que llevaba lo mismo que yo pero en marrón oscuro. La mano de San fue a parar a su cuello y luego señaló a Jungkook.

—Te picó algo en el bosque.

Miré el cuello de Jungkook, tenía una pequeña marca roja que sabía que se la había provocado yo. Jungkook se tapó con una mano e hizo una mueca de molestia. Recordé que tal vez yo también tenía alguna, me toqué el cuello algo alarmada.

—¡San!

Era el Rey emérito, parecía estar a punto de girar en la esquina; Jungkook me agarró la mano con fuerza. Notaba la tensión desprenderse de él y la alegría de San.

—¿Jungkook?—se acercó al borde de la ira—¿Dónde estabas? ¿Cómo puedes escaparte? ¡Eres el Rey! Sabía que no servirías para esto...

Servía para eso y mucho más, confiaba a ciegas en Jungkook. Se había preparado toda su vida.

—Métete tus palabras por donde te quepan—contestó con ese tono arrogante—No tengo tiempo para ti.

Tiró de mí dejando a su padre junto a San gritándole de todo. Jungkook tenía paso firme, iba directo a su pequeños despacho. Abrió este y suspiró continuando adentrándose en él. Agarró una montaña de papeles y me indicó que le siguiera. No hablaba, sólo caminaba de lado a lado y chasqueaba la lengua cada diez pasos. Paseamos por el castillo hasta llegar a una enorme puerta, la sala del trono. Abrió haciendo chirriar un poco la puerta, había unos cuantos guardias además de aquel anciano que conocía a mi padre.

—¡Rey!

Se inclinó y se mantuvo allí agachado hasta que Jungkook y yo no nos sentamos en los tronos.

Se me hacía incómodo estar ahí arriba. Hacía unos meses quien estaba agachada frente a los reyes era yo nombrándome heredera del trono; me gustaría volver a ese momento para volver a vivir como me acerqué tanto a Jungkook. Nada más posar mi trasero en aquel acomodado lugar sentí la responsabilidad caer sobre mí. Solo tuve que echar un vistazo desde la altura que ahora tenía y percatarme de todos los soldados y sirvientas que estaban en la sala para recordar que ahora era soberana.

—Esto es para ti.

Me dio unos cuantos papeles. Los leí, eran normas y un horario realmente extraño. Cada renglón era más descabellado y detallado que el anterior.

El Secreto mal Guardado De La Corona- JK  Where stories live. Discover now