Capítulo 10

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Por supuesto, el General Choi no le dio oportunidad de negarse al beso ni se detuvo a pensar en el rechazo. Cuando sintió la ligera intención del doncel de apartarlo y huir, encerró su cintura entre sus fuertes brazos y lo apegó a él, al punto en que sintió el calor del pecho del doncel y los erráticos latidos de su corazón contra su ropa y su propia piel.

Solo eso sirvió para que el mayor se olvidara de su propósito original. 

Eso no era lo que el quería lograr. Él solo quería usar el anillo para que el doncel se tragara su orgullo y confesara que lo seguía amando, que no podía dejarlo ir. 

Que sentía lo mismo que él. 

Pero parece que terminó arruinándolo, como siempre. 

Ya era muy tarde para arrepentirse. Su concentración estaba en los labios ajenos y en nada más, incluso olvidó el hecho de que en el interior de Taemin había un bebé que no era suyo, la humillación más grande que un hombre de esa época podía sentir. 

El doncel estuvo luchando contra él por varios minutos hasta que por fin pareció relajarse y dejarse llevar. Una vez que por fin el doncel entreabrió su boca, Minho aprovechó y metió su lengua, invadió el interior con tortuosa lentitud. 

Hubo sorpresa en los ojos del doncel ante el atrevimiento, pero luego los volvió a cerrar para entregarse por completo. Parecía que ya había perdido toda la determinación de luchar contra Minho. 

Los gemidos del doncel fueron como música para los oídos del General. Había pasado tanto tiempo desde que los escuchó por ultima vez.  

Sin soltar al doncel, bajó sus manos hasta posarlas sobre las caderas voluptuosas del doncel. Luego de un par de suspiros, el doncel se separó y miró a los ojos a su ex-marido. 

—Minho...

Tae pronunció el nombre en un susurró débil, húmedo y necesitado. 

Antes de que el doncel pudiera reaccionar, Minho lo levantó y lo cargó hasta llegar al escritorio, donde lo sentó sin mucho cuidado. 

Ahí se miraron a los ojos, expectantes los unos de los otros. Por unos segundos se volvió a sentir la tensión de una inminente discusión, pero los besos se reanudaron, esta vez con la activa participación del Taemin. 

Las manos del doncel viajaban entre el cuello y el cabello del hombre. Sus sentidos reconocieron la sedosidad que cada hebra oscura mientras enredaba los dedos y se apegada más contra su cuerpo. 

El mayor se separó por unos momentos del doncel para dejarle respirar y gemir. Su plan era llevar sus labios directamente a su cuello y clavículas a dejar besos fugaces. Sabía que le gustaba eso. Las manos afirmaban las piernas del doncel para impedirles separarse el uno del otro y también para atenuar sus placenteros temblores. 

Minho estaba desesperado tratando de abrir las piernas del joven para él, con urgencia primitiva. Era como si la lejanía le quemara más que todo. 

Esas extrañas necesidades y deseos ocultos volvieron a él y como si hubiera sido poseído por ellas, Minho puso una mano en la camisa del doncel y luchó por apartarla para descubrir piel sin preocuparse de los múltiples botones que rodaron en el suelo. Quería volver a ver el torso del doncel, el escote, los pezones, los hombros blancos. Minho aportó la prenda con sus manos y logró lo que quería. Dejó escapar una especie de gruñido de satisfacción y los pezones del doncel se pusieron erectos por el frío del aliento. El mayor tomó eso como una invitación. 

Taemin lanzó un grito cuando sintió la cálida lengua de Minho muy cerca de esa zona erógena. Sintió la lengua cubrir la punta y luego envolverla con el delicado roce de dientes, enviando deliciosas descargas a sus entrañas. 

FRUTO DEL AMORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora