Capítulo 35: Un final de cuento (1)

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—¡Serenity! ¡Vamos! ¡Se hace tarde!— mi desesperado padre me llamaba por enésima vez, y es que nos quedaban solo veinte minutos para llegar a la ceremonia de graduación, y yo, apenas estaba terminando de arreglarme. Confieso que estaba un tanto nerviosa, esta era la culminación de mi más grande sueño, y no quería que nada ni nadie empañara este maravilloso día.

—¿En qué piensas? Te noto un poco distraída— me habló Mina una vez que llegamos al recinto en el que fuimos solicitadas para el evento.

—¿Te imaginas? Ahora podremos tener un excelente empleo y magníficas oportunidades— le respondí con una gran sonrisa, aunque en el fondo, sabía que a pesar de los años, no había logrado olvidar a Mamoru. ¿Qué estaría haciendo? Tal vez, en este tiempo haya tenido hasta hijos, y yo, aquí, sola, frustrada, y negándome al amor por culpa de un absoluto imposible.

—Pues si es por éxito y fortuna, tú no las necesitas— me respondió Mina con un tono divertido. —Te recuerdo que eres la heredera de los Black, tu padre es millonario, y por consiguiente, tú también lo eres— finalizó al tiempo que guiñaba su ojo derecho y me regalaba una sonrisa pícara.

Tal vez sus palabras eran ciertas, pero desde niña se me enseñó a valorar las cosas, y yo, estaba más que consciente de que la fortuna familiar era de mis padres. Ellos me apoyaban y la compartían conmigo, pero yo quería ganarme lo mío propio con mi esfuerzo y dedicación.

Para comenzar, la directora del campus dio unas breves palabras de bienvenida, e inmediatamente hizo el anuncio que se me había notificado hacía una semana, y que me tenía con los nervios de punta. Yo había sido la elegida para dar el discurso de graduación.

De forma lenta me levanté de mi asiento, caminé hacia el escenario en medio de los aplausos de todos los presentes, llegué al estrado, tomé el micrófono, y después de dar una profunda inhalación, comencé.

—Estimada rectora de la Universidad,
respetables autoridades académicas y profesores, compañeros graduandos y futuros colegas, apreciables padres, familiares y amigos que en esta tarde de orgullo nos acompañan.
Quiero comenzar estas palabras haciéndoles una confesión: cuando se me dijo que tendría que hablar esta tarde frente a todos ustedes, y dar unas palabras en nombre de toda mi generación, me sentí tan nerviosa que pasé días enteros sin dormir.
No es fácil dar con las palabras que transmitan la emoción que compartimos en este momento de nuestras vidas, en el que damos un salto definitivo hacia el futuro, contentos de saber algo más sobre quiénes somos, sobre qué vamos a hacer y qué tenemos que ofrecerle al mundo en el que crecimos. Es una inmensa responsabilidad, pero también un honor para quienes nos hemos preparado durante años.
Pero en esas noches sin dormir, no dejé nunca de recordar las palabras que dijo nuestra directora la primera vez que llegué a esta institución. Dijo que nos miráramos los unos a los otros, porque siempre es importante saber a quiénes tenemos al lado, y eso fue lo que hicimos en ese momento, en que nos estábamos conociendo y no sabíamos cuán cercanos llegaríamos a ser ni cuánto nos conoceríamos los unos a los otros— en ese momento, recordé a Seiya, y a su hermano quien a pesar de la distancia seguía teniendo una relación más que sólida con Mina.
—Es por eso que les propongo, compañeros graduandos— continué —que lo hagamos una vez más: miremos a quienes tenemos al lado en este momento tan especial, porque todos somos hoy parte de lo mismo. Hoy todos somos colegas, somos profesionistas. Y cada uno llevará consigo esa lección de humildad, de pertenencia y de respeto con que nuestros profesores nos guiaron hasta este momento.
Por eso quiero darles las gracias a ellos, pero también a nuestros padres, a nuestras familias, a todos esos que hoy están a nuestro lado, aplaudiéndonos...— y a partir de esta parte del discurso, unas pocas lágrimas asomaron por mis ojos. Supongo que dada la emotividad del momento, todos creyeron que era de alegría, y no es que no lo fuera, pero esta parte de mi oratoria la había escrito pensando solo en él, en mi eterno tormento, en Mamoru. —...y también a aquellos que hoy no pueden estar pero que sí estuvieron cuando hizo falta. A todos los que nos pusieron obstáculos en el camino, a los que nos dieron el empujón necesario y nos ayudaron a descubrir cuál es nuestro lugar en el mundo: éste en el que estamos ahora. ¡Gracias, profesores! ¡Gracias, padres y madres! ¡Gracias, compañeros!— finalicé agradeciendo a Mamoru para mi misma, pues de no ser por él, quizá mi vida hubiera seguido siendo la de una joven sobreprotegida y mimada a la que no dejaban salir de su burbuja por miedo a que esta se reventara y me hiciera daño.

EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTEDär berättelser lever. Upptäck nu