Capítulo 31: Declaraciones

350 53 15
                                    

—¡Espere! ¡Detenga el auto! ¡Tiene que volver!— le repetí varias veces al chofer que me llevaba sin que este me prestara la más mínima atención. —¿Acaso no escucha lo que le digo?— pregunté con furia al ni siquiera inmutar al hombre.

—Perdóneme señorita, pero no puedo hacer lo que usted me pide. Fueron claras las órdenes que se nos dieron. Mi trabajo es llevarla sana y salva al hangar del señor Mamoru y asegurarme que usted aborde su avión privado, la misión del piloto es llevarla directo a Estados Unidos, y una vez ahí, una persona más estará a su servicio, un joven la espera para trasladarla de regreso a su casa— me respondió el hombre que conducía el auto.

—Necesito volver al palacio. Debo averiguar si es verdad que mi padre está vivo— supliqué una vez más de forma inútil.

—Si eso es lo que desea saber, despreocúpese. Yo mismo llevé a su padre, así como lo hago ahora con usted, para que volviera a su país en el avión del señor.

—¿Pero cómo es eso posible?— cuestioné bastante asombrada. —Yo misma ví a Mamoru dar la órden de destruir el restaurante aquella noche, y cuando salimos, escuché detonaciones ¿Que sucedió en realidad?— la duda estaba consumiéndome.

—En efecto, el señor dio la orden de destruir el lugar debido a lo enfurecido que estaba, pero, a pesar de lo despiadado que puede ser en algunas ocasiones, no sería capaz de asesinar ni a una mosca— al decir eso, el hombre soltó una pequeña risita y yo dejé de hacer preguntas. Si había alguien que podía decirme lo que en realidad había sucedido, ese era mi padre, más vivo que nunca, y al que vería después de unas aproximadas catorce horas de vuelo.

Tan pronto como llegamos al hangar, un hombre al que no conocía me recibió y me ayudó a abordar mi vuelo. —¡Wow!— exclamé para mí misma al entrar al avión y observar su interior. Yo había viajado muchas veces en primera clase, pero esto era un lujo total. Todos los asientos estaban forrados en piel, había incrustaciones de oro por todos lados y contaba con cuatro amplios dormitorios, además de contar con los servicios básicos de cualquier nave.

Estaba más que feliz, en cuanto bajara de ese avión tomaría el transporte que me llevaría a casa, y esa sería la última cosa que recibiría de Mamoru, por fortuna. Aunque después de algunas horas de haber abordado, mi mente comenzó a llenarse de un sin fin de pensamientos.

¿Por qué había decidido no matar a mi padre y por qué no quiso decirme la verdad? ¿Y si en realidad sentía algo por mí? Yo sabía cuánto había sufrido desde su nacimiento, lo supe porque, sin contar a Kunzite, yo fui la primera persona con quien compartió sus experiencias de vida, la única persona con la que se había abierto tanto, y yo simplemente... lo desprecié de la peor manera. Ahora comprendía que si no me había dicho la verdad sobre mi padre había sido porque simplemente no le dí oportunidad.

"—Técnicamente yo no le dice nada" me dijo Mamoru la última vez que hablé con él, dibujando una sonrisa en su rostro, al referirse al tema de mi padre. Sin duda él deseaba revelarme todo, pero lo único que hice fue gritar y soltar un sin fin de insultos. Si tan solo lo hubiera escuchado quizá...

Tal vez Kunzite tenía razón, a lo mejor algún día, cuando analizara las cosas con la cabeza fría y me diera cuenta de que Mamoru no era un monstruo, querría regresar al lado de él para pedirle perdón por la manera en que lo traté. Si bien es cierto que las cosas entre nosotros no comenzaron de la mejor manera en nuestro primer encuentro, con el paso de los días y la convivencia él se fue transformando en un hombre bondadoso y muy distinto al que conocí y del que poco a poco me fui... ¿Enamorando?... Tal vez...

Ahora que conocía la verdad, mi mente comparaba las múltiples expresiones del rostro de Mamoru. Lo había visto furioso, sonriente, tierno, y esta última vez, abatido y triste.

EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTETahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon