Capítulo 26: Señales De vida

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La primera vez que entré al despacho quedé maravillada. Si bien era cierto que en todo el palacio abundaba el lujo y lo ostentoso, esta habitación contrastaba con ello en su totalidad.

A simple vista, parecía que se había elegido con sumo cuidado este espacio para ser el despacho del hombre más importante de todo medio oriente, pues gracias a la excelente decoración y el iluminado, daba un gran sentimiento de paz y tranquilidad.

Al observar el escritorio principal y la silla de trabajo de Mamoru me llené un poco de nostalgia, pues el diseño era un poco parecido al que mi padre tenía en la mansión Black, solo que dada la estatura un poco elevada de Mamoru, estos eran un poco más altos.

—¡Tranquila!— me habló Mamoru con un poco de risa —Si no alcanzas puedes usar la mesita que está del otro lado— sin duda alguna me estaba diciendo enana, pero eso no me desagradó en lo más mínimo, por el contrario, mi risa se unió a la suya indicando que su broma había sido bien recibida

En la pared del fondo, se observaban un sin fin de cajas cerradas y apiladas perfectamente en las que supuse que tenía almacenadas cosas que no ocupaba con frecuencia.

Este lugar era más que perfecto, tenía un orden que iba al extremo. Todos sus materiales de trabajo se encontraban perfectamente clasificados, los archivos importantes ordenados de manera alfabética en pequeñas pilas, el escritorio no tenía ni el más mínimo rastro de polvo o suciedad, el poco cableado que había se encontraba etiquetado, mientras que a un costado de la zona de trabajo se veía una pequeña bodega con todos los suministros de oficina que se pudieran necesitar.

Confieso que lo que no me agradó un poco fue el nulo colorido que había en la habitación. Todas la paredes en su totalidad estaban pintadas en tono blanco, aunque gracias a ese color y al enorme tragaluz que cubría el techo, este espacio gozaba de una increíble iluminación natural. No quiero decir que no hubiera lamparillas, es solo que más bien las ocupan cuando el sol comienza a ocultarse y la oscuridad de la noche comienza a hacer de las suyas. Sin duda este lugar era más que acogedor.

El resto de la decoración era un contraste constante. De un lado había muebles bastante modernos, muy al estilo nórdico y escandinavo, del otro, todo era más rústico, con mobiliario de madera que daba un aspecto desgastado.

El escritorio de Mamoru estaba vacío, disponible para cuando se tuviera que trabajar. Lo único que lo adornaba eran unas fotos de su madre, de Kunzite y de Luna, sin duda, sus seres más queridos. Las cuatro esquinas de la habitación se encontraban adornadas con plantas verdes y algunas flores que daban un hermoso toque a todo este ambiente lleno de perfección en el que, desde luego, no podían faltar un cesto de basura, un contenedor de reciclaje, una trituradora de papel, un estante lleno de los documentos más recientes, por supuesto, la enorme colección de libros que había usado como pretexto, y el tan ansiado teléfono que quería utilizar para comunicarme con mis padres.

—Tal parece que te impresionó el lugar— me habló Mamoru para distraerme de mi asombro.

—Solo un poco— respondí restándole emoción al asunto.

—Pues bien señorita, siéntase libre de revisar los libros y elegir el que más le guste— me dijo con una sonrisa bastante linda.

Con pasos lentos, me dirigí al enorme librero y comencé a revisar algunos títulos, y cuando alguno de estos llamaba mi atención, me detenía a leer la sinopsis para saber un poco del contenido.

Pasé un largo rato haciendo eso, hasta que al fin encontré el libro indicado. Se trataba de "El jardín secreto". En este libro se narraba la historia de una pequeña llamada Mary que había sido llevada a casa de su tío para vivir con él después de la muerte de sus padres . Ella se sentía tan fuera de lugar que recorriendo la casa encuentra un jardín abandonado y lo convierte en su lugar especial. Sin duda, esto tenía un poco en común con mi vida. Mis padres no habían fallecido, afortunadamente, pero sí estaba lejos de ellos y en un sitio en el que ya no sabía ni cómo me sentía.

EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora