Capítulo 24: Cuídalo bien

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—¿Puedo saber por qué está en ese estado?— pregunté intentando entender un poco de lo que ocurría con la señora Galaxia.

—Cuando nací, mi padre me arrebató de sus brazos para llevarme con Luna. La gente dice que mi ausencia le robó la cordura. Sufrió día y noche por no poder criarme y por no poder siquiera verme. Puedo imaginar todo el dolor por el que pasó, porque fui testigo de lo que Luna y Kunzite vivieron cuando te perdieron. Nunca supe en donde estaba ella, cuando mi padre me envió al campo militar a prepararme, prometí buscarla, aunque nunca pude hacerlo hasta que salí de ese infierno. Busqué día y noche por todos los rincones para finalmente dar con ella en un hospital psiquiátrico en el que su estado era más que deplorable. Después de hacer todas las pruebas de ADN correspondientes, y comprobar que efectivamente ella era mi madre, decidí sacarla de ese horrible lugar y la traje a esta casa en la que una enfermera personal se ocupa de ella las veinticuatro horas del día.

En definitiva, Mamoru había tenido una vida llena de sufrimientos y eso era lo que lo había vuelto frío y aparentemente insensible. Era más que necesario para él mostrar fortaleza pues tenía la responsabilidad de una nación en sus manos. Nadie lo hubiera respetado si se hubiera mostrado débil.

—¿Por qué no te responde? ¿Acaso está molesta contigo?— de nueva cuenta hice una pregunta para entender un poco más lo que había detrás de esta parte de la historia.

—El investigador privado que dio con ella me informó que aparentemente fue torturada. Ni siquiera estaba enferma cuando la ingresaron al psiquiátrico, pero por órdenes de mi padre fue que se le trató así. La primera vez que la vi corrí hacia ella y lloré como un niño pequeño. Después de abrazarla con bastante fuerza, salí de ahí y golpeé todo cuanto hubo a mi alrededor, intentando con ello sacar toda la rabia que se acumulaba en mi ser. No podía creer lo inhumano que había sido mi padre al ordenar que a mi madre se le diera un trato como el que recibió.
Cuando la encontré, estaba sucia, encerrada en una habitación subterránea para que nadie pudiera saber de su existencia, era terrible el grado de desnutrición y deshidratación en el que se encontraba, pero todo eso podía remediarse con cuidados y atenciones. Desafortunadamente quienes fueron contratados para su cuidado, si es que a lo que le hicieron se le puede llamar cuidado, lograron su objetivo principal, terminaron por aislarla de la realidad. Ella no sabe quién soy, aunque se lo he dicho muchas veces solo me observa fijamente sin ningún movimiento, tal parece que olvidó como hablar, o quizá simplemente su mente bloquea sus recuerdos más dolorosos y prefiere dejarla en ese mundo color de rosa y feliz en el que se encuentra ahora.

—¿Por qué no dejas que la vea un especialista?— mi curiosidad avanzaba cada vez más.

—La he llevado con los mejores del mundo, pero todos me dicen que el daño neurológico es irreversible. Aparentemente, solo un milagro podría hacerla reaccionar. Los médicos afirman que lo único que podría sacarla de ese shock es revivir en su mente uno de sus tantos momentos difíciles, pero dudo mucho que eso pase algún día, para eso ella tendría que ver al alguien de su pasado, pero el único que queda con vida es Kunzite, y ya lo hemos intentado pero no dio ningún resultado— Mamoru no dejaba de derramar lágrimas que se mezclaban con la rabia y el dolor que su alma sentía.

—¿Por qué no la llevas contigo al palacio? ¿No te parece que ahí estará mejor?-— cuestioné sin comprender por qué si él quería recuperarla la mantenía alejada.

—Es un lugar que le trajo mucho dolor. En una ocasión la lleve para ver si eso tenía alguna reacción en ella, pero lo único que conseguí fue que sin explicación alguna derramara unas cuantas lágrimas que no rompieron el silencio eterno en el que vive. Fue entonces cuando decidí que lo mejor para ella era estar en un ambiente agradable y tranquilo, desde luego, seguro.

—¿Cómo puede alguien hacerle esto a una persona? ¡Es inhumano!— alegué sin conocer aún lo que había detrás del trato que la madre de Mamoru había recibido.

—Pues verás, mi padre estaba enamorado de mi madre. La gente que lo conoció dice que era un buen hombre, amable, lleno de amor y buenos sentimientos. Al menos así fue hasta el día en que descubrió que mi madre solo le fingía amor. Todo parece indicar que ella estaba deslumbrada por el hecho de que el gobernante de la nación la quisiera. Ella había vuelto realidad el cuento de hadas de muchas chicas, así que pensó que sería buena idea aprovechar la situación y sacar todo el provecho que se pudiera.

—¿Entonces tu mamá no lo amaba?— cuestioné con un poco de asombro.

—Al parecer no, ella estaba enamorada de alguien más. Por lo que he platicado con Kunzite, averigüé que el gran golpe de su estafa sería yo. Mi madre creyó que si le daba un hijo a mi padre, ella aseguraría su futuro, y desde luego, el mío, y el del hombre que ella amaba, pero para su mala suerte, las cosas no les salieron como lo habían planeado. Cierto día, mi padre encontró a la mujer que tanto amaba con aquel hombre y fue cuando todo cambió. Mi padre tomó prisionera a mi madre y la encerró hasta que yo naciera. Cuando llegué al mundo, me alejó de su lado y me dejó con Luna y Kunzite, y el resto de la historia ya la sabes— durante todo este triste relato, Mamoru no dejaba de llorar. Era tan extraño para mí verlo en ese estado después de la faceta inicial que conocí de él, aunque en el fondo lo entendía. Era lógico que se pusiera así por la mujer que le había dado la vida y por todo el sufrimiento que su propio padre les había provocado a ambos.

Gracias a la escena vivida, dentro de mí pecho comenzó a formarse una especie de nostalgia que me hizo actuar por impulso y rodeé a Mamoru con mis brazos en señal de apoyo y consuelo.

—¡Tranquilo! Ya verás que todo estará bien. Aunque ella no te responda, y tal vez no te reconozca, sabe que estás con ella y que la quieres. Ten por seguro que siente tu cariño— fueron las palabras que le regalé a Mamoru para mitigar un poco su sufrimiento, pero justo cuando de manera inconsciente dirigí mi mirada a la señora Galaxia, ocurrió algo bastante inesperado y sorpresivo.

—¿Luna? ¿Eres tú? ¡Vete de aquí! Si él te ve te matará— finalmente, la madre de Mamoru había roto el silencio que durante años había guardado, y aunque las palabras que emitió no fueron más que el reflejo de la época de su vida que ella creía estar viviendo, para Mamoru fue grato escuchar su voz por primera vez.

—¡No! ¡Yo no soy Luna! ¡Soy su hija!— exclamé sin pensar que aquella mujer no podía comprenderme.

—¡Luna! Tienes que irte, aquí no es seguro— tras esas últimas palabras, Mamoru se levantó, dirigió sus labios a la frente de su madre, colocó un tierno beso lleno de amor y me tomó del brazo para partir de regreso rumbo al palacio.

—¡Luna! ¡Por favor! ¡Te lo encargo mucho! ¡Cuídalo bien!— fueron las palabras de la señora Galaxia al ver que me retiraba del inmueble.

—Ella cree que eres Luna. Supongo que en su mundo te pide por mí seguridad. Sin duda sabe que aunque todo fue una venganza, me dejaron en buenas manos— fue lo último que Mamoru dijo al salir del lugar.

Después de lo vivido, y ya en el automóvil Chiba, camino al palacio, mi mente analizaba tantas cosas. Para Mamoru era fácil comprender el sufrimiento de su madre y el de Luna y Kunzite al perdernos, pero no le importaba para nada lo que mis padres pudieran sentir al yo estar lejos de ellos, es más, el dolor que tendrían al creerme muerta.

Estaba pensando seriamente que ya era hora de contactarlos. Tal vez ya no la estaba pasando tan mal en este lugar, de hecho, no me desagradaba, pero todo el plan de ganarme la confianza de Mamoru había sido para poder salir de aquí, y comenzaba a dar frutos. Ahora mi siguiente meta era que mi familia y amigos supieran que aún seguía con vida.

EL PRÍNCIPE DE MEDIO ORIENTEWhere stories live. Discover now