Capítulo 9

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Que día de mierda. Pero es un día de mierda más mierda que los días comunes. Y no tengo idea por qué. No fui a la escuela porque ya arranqué levantándome tarde, así que decidí retomar mi sueño y despertándome definitivamente a las doce del mediodía.

No sé si habrá más como yo, pero no hay nada que me moleste más en el mundo que la gente que me habla apenas me levanto. ¿Tanto te cuesta esperar dos horitas hasta que se me suba la glucosa? No funciono recién despierta, por ende, no tienen que esperar más que un ladrido de mi parte. Esa fue otra de las razones que me arruinaron el día, apenas me levanté ya me estaban pidiendo organización para la tarde. ¿Qué sé yo si voy a cenar en casa? ¿No se dan cuenta que todavía tengo la almohada pegada?

Ulises llegó a las cuatro de la tarde, cosa que no pasaba nunca.

―Junta tus cosas que nos vamos ―me dijo apurado.

―¿A dónde nos vamos?

―Nos están esperando, apurate.

No sabía que cosas tenía que agarrar ni para qué situación, así que agarré la cartera que tenía lo más importante para mí: el cargador y los auriculares.

En el auto estábamos solo él y yo. Manejaba apurado mientras se acomodaba el nudo de la corbata.

―Vas a comportarte como una señorita, ni se te ocurra hacer escándalo, ahora que la prensa sabe me tienen vigilado por todos lados.

―¿Escándalo por qué? ¿A dónde vamos?

Y no me respondió porque la hija de puta estaba en la puerta del hotel. Parada con la valija en la mano, sonriendo falsamente.

―Te odio. Los odio. A los dos.

―Bajate.

―No.

Ulises me miró con rabia y me apretó el brazo.

―Bajate del auto porque te voy a dar un sopapo que te va a dejar la cara dando vuelta. Sin escándalos te dije, pareces una nena.

Golpee la puerta lo más fuerte que pude. Pasé por al lado de mi mamá sin mirarla y entré al hotel.

Mi papá había reservado una merienda en el hotel más lujoso, no sé si quería caretearle a mi mamá la cantidad de plata que a ella le faltaba. No comí nada de lo que había en la mesa, claramente.

―Estás muy linda.

―Vos estás horrenda ―repliqué.

―Compórtate ―me reprochó Ulises.

―¿A qué viniste?

―Ya me liberaron, y ahora con la rehabilitación estoy mucho mejor. Ya hace dos años que no consumo nada ―explicó mi mamá con un deje de orgullo. Qué vieja conchuda que es.

―Con razón te viniste tan abajo. ¿Me buscaste para pedirme plata y volver a drogarte, o te enganchaste con otro pelotudo como mi papá al que le podés sacar hasta el último peso?

Ulises me apretó el brazo por debajo de la mesa pero me sacudí rápidamente.

―Yo cambié, hija, y cambié para bien. Quiero demostrártelo. Para eso necesito que me escuches.

―No. ¿Qué te hace pensar que te voy a dar bola así nomás? Ya perdiste tu oportunidad, el papel de la madre arrepentida jugalo con otra chica, porque a mí me hartaste.

Salvando a MíaWhere stories live. Discover now