6 - La amistad más corta de la historia

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Pues no quiero verle la cara a esa energúmena. Ana tenía que arruinar este fragmento de felicidad con mi hermano. Estoy segura de que ella orquestó esta jugada para incordiarme.

—Claro, voy enseguida.

***

Me detengo en la entrada de la cocina.

Ana, absorta en su mundo imaginario, corta una cebolla con apatía. ¿Qué tendrá en la cabeza? A lo mejor me visualiza en esa cebolla llorona e indefensa bajo el yugo de su mano. ¿Disfrutas despedazándome trozo a trozo, Ana? ¿O me consideras ese arroz que hierve en la olla como si fuera el castigo del infierno apropiado para mí?

—Hola... —pronuncio con desgana. No me apetece discutir, estoy aquí por compromiso.

—Laura... —¿Por qué buscas mi mirada con tanto asombro? No quiero que me mires.

—Mi hermano me pidió que te ayudara.

—Pues no hace falta. Vuelve con tus cosas, te avisaremos para cenar. —La resentida. Yo soy la dolida, Ana. No necesito tu sequedad desconsiderada.

—¿Tampoco puedo ayudar? —No creas ni por un segundo que me iré como deseas para que quede como una vaga frente a mi hermano y tú como la responsable.

—¿Tanto quieres ayudar? Pues coge el cuchillo y trocea las dos patatas mientras sofrío esto. —Solo te faltó azotarme con un látigo para acompañar esas palabras tan frías.

Ana me entrega el cuchillo y la tabla para cortar con rudeza. ¿Por qué eres así, Ana? Anoche fuiste tan encantadora mientras me enseñabas a cocinar, incluso creí que habíamos tenido una conexión especial. Ni Marta Alonso me habría engatusado como hiciste tú.

Comienzo a trocear las patatas con cierta dificultad porque no tengo experiencia ni ganas. Mientras, vigilo a Ana de refilón. Ella disimula que está concentrada preparando el sofrito, pero sé que está esperando la ocasión perfecta para voltearse y llamarme inútil, para humillarme y hundirme más. ¿Por qué bajé la guardia contigo? Tú no eras como Aiko.

En un descuido, el filo metálico desgarra la piel del dedo índice de mi mano derecha.

—¡Ay! —Escuece mucho.

—¡¿Estás bien?! —Ana se abalanza sobre mí, denotando una curiosa preocupación.

—¡Me duele! —Mis ojos se humedecen al compás que mi sangre se esparce por mi mano y gotea en la encimera.

Ana toma mi mano con firmeza y sumerge el dedo bajo el chorro del grifo. El agua enrojecida y el dolor estremecedor resucitan mi recuerdo más oscuro.

La sangre...

La bañera...

Aiko...

—Tranquila, no es nada —dice Ana con voz serena.

El recuerdo cobra nitidez.

El dolor me resquebraja hasta el alma.

—No es nada, Laura. —Ana acomoda mis cabellos por detrás de mi oreja en una caricia—. ¿Nunca te habías cortado?

Tras la cálida presión de los dedos de Ana sobre el mío contemplo la mano ensangrentada de Aiko desvaneciéndose junto a su mirada para siempre.

¡Aiko!

—¿Laura? ¿Laura?

La sangre que nos baña se transforma en un destello blanquecino que poco a poco se convierte en la más absoluta oscuridad.

—¡Eh! ¡Laura! ¡Vamos, escucha mi voz! ¡No te duermas! ¡Joder!

Ana gobierna mi pesado cuerpo a su antojo. Yo he perdido el control sobre él, y siento un alivio cuando me apoyo en una superficie.

La novia de mi hermano 1 [Disponible en físico + Extras]Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt