Capitulo XII: Prohibido amor (IV/V)

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No supe muy bien cómo, pero salí del palacio sobre uno de los hipogrifos de los establos

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No supe muy bien cómo, pero salí del palacio sobre uno de los hipogrifos de los establos. Tenía la vaga impresión de haber herido en el camino a varios guardias, sin embargo, no era momento para detenerme a pensar en eso.

Volaba en medio de la lluvia. A cientos de varas de altura me di cuenta de que no tenía ni idea de adonde debía dirigir a la bestia. Traté de recordar qué le había dicho lara Moira a mi madre: «el segundo pilar de la frontera norte», eso fue lo que dijo la capitana, que los alferis se concentraban allí.

Las gruesas gotas de agua me habían empapado por completo. Sujeté con fuerza las riendas para evitar que el viento me derribara y dirigí al animal hacia esa dirección. El segundo pilar del norte estaba al este de Heiorgarorg.

El domo mágico de Augsvert fue concebido por mi padre cincuenta años atrás. La base era el hechizo de Hjálmar gylltir. Mi padre ideó una manera de hacer que el hechizo anclara en unas estructuras que amplificaban su poder y que todos llamábamos «los pilares». Cada pilar, construido de heidrsand y una aleación de varios metales forjada en Holmgard, se alzaba al cielo, el Hjálmar gylltir se anclaba a la estructura, se amplificaba y llegaba al siguiente pilar hasta rodear por completo el reino. De no ser por el magnífico invento de los pilares, el Hjálmar gylltir no habría tenido la potencia suficiente para proteger Augsvert.

Solo la familia gobernante de Augsvert conocía todas las runas que conformaban el hechizo para anclarlo en los pilares. Mi padre fue su creador y lo compartió con mi madre, ella a su vez me lo enseñó a mí casi al mismo tiempo en que me instruía a hablar.

Era una experta en su ejecución, cada vez que detectaban una fisura en la barrera ella la reparaba. Si lara Moira la había ido a buscar, lo más probable era que existiera algún problema con el domo.

Con eso en mente me dirigí al segundo pilar en la frontera norte, al este de Heiorgarorg intentando maniobrar el hipogrifo a través de la lluvia. A medida que me acercaba, el clima se tornaba tormentoso. El cielo encapotado hacia el norte lucía peor. De esa dirección provenían los relámpagos que iluminaban por instantes la oscura tempestad.

Encendí una gran luminaria y más o menos después de una sexta pude vislumbrar desde arriba, a los pies de la barrera, el campamento del ejército negro azotado por la lluvia. Apreté los dientes al pensar que abajo me encontraría con mi madre y comencé el descenso.

 Apreté los dientes al pensar que abajo me encontraría con mi madre y comencé el descenso

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Augsvert II: El exilio de la princesa (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora