Capitulo II: El palacio Adamantino (I/II)

93 15 76
                                    

Doceava lunación del año 292 de la Era de Lys

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Doceava lunación del año 292 de la Era de Lys. El palacio Adamantino, Heiorgarorg, Augsvert.


Dos días después de los eventos conmemorativos por la muerte de mi padre, volví al palacio Adamantino para continuar mi educación.

Yo prefería pasar el mayor tiempo posible lejos del palacio Flotante, de mis obligaciones como princesa y de mi madre y su mirada desaprobatoria, así que mi refugio era ese gélido palacio rodeado de altos picos en las montañas de Heiorgarorg, en la cordillera de Ausvenia, colindante con las fronteras del reino y con la barrera que nos mantenía protegidos de los alferis.

En medio de la fría neblina, el palacio parecía levitar entre blancas cimas, dando la ilusión de que se desplazaba sobre nubes. Creo que a él le hubiese quedado mejor el nombre de palacio Flotante. Los rayos del sol, que allí eran pálidos y fríos, rodeaban el ambiente de luz blanca, tal como si fuera el reflejo del hielo o las nieves perpetuas que manchaban la cúspide de las enormes montañas de blanco inmaculado.

Creo que el nombre de Adamantino tampoco estaba mal, pues las heladas temperaturas lo recubrían de escarcha en casi todas las temporadas del año y el palacio brillaba como si estuviera hecho de diamantes. 

Pese al frío, allí sentía más calor que en el palacio flotante, mi hogar. Sin embargo, debía volver con mi madre cada invierno y no porque el palacio Adamantino y sus alrededores se congelaran, eso no llegaba a ocurrir debido a la poderosa energía espiritual que fluía en la zona, regresábamos a nuestras casas porque era la época vacacional.

Los sorceres hijos de familias nobles, aquellos lars y laras destinados a formar parte de la asamblea de gobierno, debían instruirse allí. A la edad de siete años, todos éramos enviados a las montañas de Heiorgarorg para nuestra formación.

Y yo no era una excepción, más bien estaba obligada, por ser la futura regente, a brillar más que la escarcha que recubría los muros del palacio.

Cuando cumplíamos diecisiete años terminaba nuestra educación, al menos la formal, en el palacio Adamantino. El afortunado sorcere, se iba directo a organizar su glamurosa fiesta de iniciación y luego la vida lo esperaba afuera.

Casarse, formar parte de la asamblea. Si sobresalía lo suficiente o si sus conexiones eran buenas, entonces quizás sería llamado a integrar el Heimr de hechiceros y se dedicaría a asesorar directamente al regente del reino. En fin, toda una maravillosa vida de posibilidades.

En mi caso todo era peor, yo iría a gobernar, a ser excelente, la mejor de todo un linaje sobresaliente, sin presiones, por supuesto.

Mi prima Englina se preparaba para abandonar el palacio. Se acercaba su cumpleaños número diecisiete.

Englina tuvo la buena fortuna de nacer el día en que el sol está más tiempo brillando en el cielo, el día más largo del año en el que la diosa Olhoinna, madre de todo y de todos, derrama sus bendiciones en el reino mortal. Es decir, ella nació el día de la festividad del sol, celebración en honor a Olhoinna. Así que, mi querida prima, presumía por doquier que el día de su cumpleaños diecisiete el reino entero lo celebraría con ella.

Augsvert II: El exilio de la princesa (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora