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convulsivo y con el rostro de un cadáver. No dijo una sola


palabra, y le compadecí de todo corazón.


-Amigo mío -dijo Dupin bondadosamente-, le aseguro


que se alarma usted sin motivo alguno. No es nuestro propósito


causarle el menor daño. Le doy a usted mi palabra de honor de


caballero y francés, que nuestra intención no es perjudicarle. Sé


perfectamente que nada tiene usted que ver con las atrocidades


de la Rue Morgue. Sin embargo, no puedo negar que, en cierto


modo, está usted complicado. Por cuanto le digo comprenderá


usted perfectamente, que, con respecto a este punto, poseo


excelentes medios de información, medios en los cuales no


hubiera usted pensado jamás. El caso está ya claro para


nosotros. Nada ha hecho usted que haya podido evitar.


Naturalmente, nada que lo haga a usted culpable. Nadie puede


acusarle de haber robado, pudiendo haberlo hecho con toda


impunidad, y no tiene tampoco nada que ocultar. También


carece de motivos para hacerlo. Además, por todos los


principios del honor, está usted obligado a confesar cuanto


sepa. Se ha encarcelado a un inocente a quien se acusa de un


crimen cuyo autor solamente usted puede señalar.


Cuando Dupin hubo pronunciado estas palabras, ya el


marinero había recobrado un poco su presencia de ánimo. Pero


toda su arrogancia había desaparecido.


-¡Que Dios me ampare! -exclamó después de una breve


pausa-. Le diré cuanto sepa sobre el asunto; pero estoy seguro


de que no creerá usted ni la mitad siquiera. Estaría loco si lo


creyera. Sin embargo, soy inocente, y aunque me cueste la vida


le hablaré con franqueza.


En resumen, fue esto lo que nos contó:

Los Crímenes de la calle morgue (COMPLETA)- Edgar Allan PoeWhere stories live. Discover now