página 25

49 4 0
                                    

Volvimos luego sobre nuestros pasos, y llegamos ante la


fachada de la casa. Llamamos a la puerta, y después de mostrar


nuestro permiso, los agentes de guardia nos permitieron la


entrada. Subimos las escaleras, hasta llegar a la habitación


donde había sido encontrado el cuerpo de Mademoiselle


L'Espanaye y donde se hallaban aún los dos cadáveres. Como


de costumbre, había sido respetado el desorden de la


habitación. Nada vi de lo que se había publicado en la Gazette


des Tribunaux. Dupin lo analizaba todo minuciosamente, sin


exceptuar los cuerpos de las víctimas. Pasamos inmediatamente


a otras habitaciones, y bajamos luego al patio. Un gendarme nos


acompañó a todas partes, y la investigación nos ocupó hasta el


anochecer, marchándonos entonces. De regreso a nuestra casa,


mi compañero se detuvo unos minutos en las oficinas de un


periódico.


He dicho ya que las rarezas de mi amigo eran muy diversas


y que je les ménageais (pues no hay traducción posible de la


frase). Hasta el día siguiente, a mediodía, rehusó toda


conversación sobre los asesinatos. Entonces me preguntó de


pronto si yo había observado algo particular en el lugar del


hecho.


En su manera de pronunciar la palabra «particular» había


algo que me produjo un estremecimiento sin saber por qué.


-No, nada de particular -le dije-; por lo menos, nada


más de lo que ya sabemos por el periódico.


-Mucho me temo -me replicó- que la Gazette no haya


logrado penetrar en el insólito horror del asunto. Pero dejemos


las necias opiniones de este papelucho. Yo creo que si este


misterio se ha considerado como insoluble, por la misma razón

Los Crímenes de la calle morgue (COMPLETA)- Edgar Allan PoeWhere stories live. Discover now