ocho

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La rasposa voz resonó en el silencio que ambos mantenían en la habitación, susurrantes palabras sin sentido para el Alfa llegaron a sus oídos, agudizando su sentido para reconocer aquello que trataba de decir el menor en su silla. Para no añadir presión a sus esfuerzos, atinó con hacerse el sordo mientras sus fuertes manos sostenían una libreta ajena, corrigiendo los ejercicios de matemáticas hechos con mucho empeño, pero lamentablemente las ganas que le ponía a aprender no eran suficientes y de tantos ejercicios, solo dos de ellos estaban bien desarrollados.

Un fuerte suspiro abandonó sus desastrosos labios después de las pequeñas prácticas hechas, su ojo se plantó en el perfil perfecto del chico azabache sentado en el borde de su cama, ido y confiado en revisar sus ejercicios no le prestaba atención a él y eso en cierta parte le lograba tranquilizar en el interior al saber que no estaba buscando más defectos de los que él mismo se añadía.

—N-NamJoon... -Pronunció ejerciendo presión a sus manos entrelazadas bajo el escritorio buscando inútilmente tranquilizar las emociones que estallaban en su interior. Una risita baja y linda salió por inercia del aludido ante tan bonito timbre de voz y tanta ternura al pronunciar su nombre.

—Dime -Respondió alzando sus luceros a él y fue entonces cuando sus mejillas adoptaron de inmediato el color rojo y como era de esperar volvió a fijar su mirada lejos de su acompañante.

—¿P-puedo... ir al... ir al ba-baño? -Dijo entrecortado y alzando un poco su voz para que no fuera tan solo un susurro y fuera una pregunta bien hecha, tenía experiencia en esos casos así que pensó que sería adecuado hablar alto para no quedar en ridículo una vez más.

—Estás en tu casa, SeokJin -Contestó algo confundido pero suavizando su voz para no asustarlo. Asintiendo efusivamente, quedando como un tonto se levantó lentamente haciendo una corta reverencia caminó despacio y las garras del minino resonaron a su lado.

NamJoon hizo un mohín, era su cuarto día yendo a la casa del chico y siempre era lo mismo en una rutina estrictamente marcada. Sabía que el Omega iba al baño después de cuarenta minutos de haber llegado para cambiar el parche en su ojo derecho y aplicar ciertos tratamientos para una curación rápida y sana, aunque llevara con él ya unos dos meses. También salía discretamente a servirle comida al malhumorado gato que le sigue a todas partes.

No falta tampoco ese Omega de bolsillo que llega a ejercer de madre cuando está en medio de una explicación, tan solo con escuchar esa chillante e irritante voz sabe que sus sentidos se ponen en contra del mismo, su humor decae con fuerza y da igual si está cómodo con SeokJin, en cuanto el bajito llega, no encuentra un lugar seguro puesto que su lobo intenta inútilmente echar a patadas a ese Omega.

Vio regresar a su alumno con un vaso de agua entre sus gorditas manos algo temblorosas, sus mejillitas seguían luciendo ese fuerte color, una vez más sus dientes apresaron un extremo de sus labios para morderlo con fuerza bruta, extendió le extendió el vaso de cristal sin conectar sus miradas y luego de suspirar lo aceptó.

—Gracias...

SeokJin era una caja de sorpresas impensables y le carcomía noche y día conocer más de él, lo que resultaba más complejo de lo que parecía y no por la falta de habla, era la confianza rechazada del mismo lo que impedía indagar en su misteriosa vida privada. Aquel niño en las fotografías, los lienzos tapados con sábanas, las cartas traspasadas en un punzón en el salón o el propio libro marrón que lleva consigo, el cual ha pensado que puede llegar a ser un amarre o algo por el estilo, son pequeños detalles evidentes que guardan un significado para el Omega. Y si eso es visible, sabe que hay más que no ve y que posiblemente sea más grave.

Dejando el vaso en el escritorio ya vacío, NamJoon se acercó al castaño por detrás, inclinándose sobre él para lograr ver lo escrito en sus hojas, rompiendo la cantidad de nervios que podía lograr a sentir el otro en su acción.

delulu vibes | namjin Where stories live. Discover now